El legado 2: Tinieblas

16. Remolino de sensaciones

NATALIE

 

Mi cabello caía desordenado sobre mi rostro empapado por el sudor de estar horas y horas practicando con Nesha. El entrenamiento no había ido tan bien como otras veces y es que mi cabeza parecía hallarse en un sitio completamente diferente a este. ¿Qué demonios me pasaba?

—Natalie, ¿te encuentras bien? —sus pasos se acercaron a mí—. Te he notado algo perdida hoy.

—Sí, todo bien —me limité a decir.

En cuanto terminé de atarme con más fuerza los cordones de la zapatilla, me levanté con la intención de irme y de no hablar con ella, mas su voz consiguió helarme en el sitio.

—¿Estás rara por Jaden? Te he visto salir esta mañana de su cuarto.

—Me quedé dormida.

—Te quedaste dormida —repitió ella con cierta diversión.

Ante su tono de voz giré sobre mis talones y la observé.

—¿Qué?

—Yo no he dicho nada —sonrió aún más.

—¿Acabas de insinuar algo?

—¿Debo insinuar algo, Natalie?

Abrí la boca, con la única finalidad de soltarle algo, lo primero que se me ocurriera, no obstante, ninguna palabra quiso salir de mis labios. Cerré los ojos, derrotada, y dejé escapar un pesado suspiro.

—¿Estás bien?

—No, esto no está bien —murmuré para mí misma.

Nesha no tardó en acercarse a mí con un poco de preocupación. Agarró mi rostro para mirarme mejor.

—¿Qué te pasa? ¿He dicho algo que te ha sentado mal?

Negué rápidamente, no quería que se sintiese mal, Nesha se había comportado muy bien conmigo, a pesar de que yo no hacía más que alejarme de ella.

—No, no es nada de eso. Es sólo que...—tragué saliva, dudando en si decirlo o no—. Tienes razón.

—¿Que tengo ra..?

Dejó la frase a medias, perdida, hasta que tras unos segundos pensando, sus ojos grises se iluminaron, alegres.

—Creo que necesitas una charla de mujeres.

—¿Una que...?

Sin dejarme hablar, me agarró de la muñeca y tiró de mi con prisa. Llevados un cuantos metros recorridos, me dejé llevar a donde sea que quisiera ir. No tardamos mucho en llegar a lo que parecía ser su habitación, casi idéntica a la mía.

—¿Por qué me has traído aquí? —inquirí, sentándome con cuidado en su cama mientras ella cerraba la puerta.

—¿Acaso no es obvio? Estás muy perdida, y aunque no te caiga muy bien, soy la única mujer de aquí con la que podrás hablar abiertamente. Puedes confiar en mí.

Se sentó en la alfombra que había en frente de los pies de la cama, ante mí. Cruzó sus piernas y esperó, como si fuese una niña pequeña a la espera de escuchar la narración de un cuento de fantasía.

—¿Y bien?

—¿Qué?

—Venga ya, ¿hace cuánto que no tienes una charla de chicas?

—Define charla de chicas.

Formó una mueca.

—Está bien, creo que mejor empezaré yo. Voy a ser clara y directa, ¿de acuerdo?

Sin tenerlo muy claro, asentí.

—¿Sientes algo por Adams?

Por un momento se me olvidó cómo pensar y cómo hablar. Me quedé muda, abriendo los ojos un poco más de lo normal, como si no hubiese entendido la pregunta.

—¿Y bien?

—Es....complicado.

—Define complicado —bromeó, ladeando una sonrisa.

Aquello logró destensarme un poco y curvar los labios, pero en cuanto recordé la noche pasada, el miedo y aquel nerviosismo que sentí me hizo volver a apretar mis labios en una fina línea.

Admitía que mi relación con Jaden había dado un giro de ciento ochenta grados, habíamos pasado de no poder ni mirarnos a bromear juntos, a reírnos de cosas absurdas y, sobre todo, a apoyarnos mutuamente. Ayer, cuando estaba sentada junto a él en la cama, en completo silencio, sólo pude pensar en la razón por la que me sentía tan calmada allí, y feliz al mismo tiempo, como si pudiese sentirme entera otra vez, como si sintiese que justamente en aquel momento, estaba en el sitio correcto. Pensé por qué razón sentía un extraño remolino lleno de sensaciones en mi interior, uno que, cuando miré de reojo a Jaden y admiré su mandíbula, sus tez pálida, sus cabellos negros y sus ojos grises, se intensificó. 

Y entonces el miedo apareció. 

¿Acaso me estaba fijando en él de una forma completamente distinta a la correcta? Eso no estaba bien.

—¿Natalie?

Por una razón que desconocía, los ojos grises de Nesha me transmitieron confianza. Quizá sólo fue eso, o quizá es que necesitaba hablar con alguien sobre aquello que tan mal me tenía.

—Sinceramente no sé qué me pasa —comencé diciendo, jugando con mis manos sobre mi regazo—. Es extraño saber que hace unos meses Jaden y yo no nos podíamos soportar y ahora pasamos todo el tiempo juntos.

—¿No os llevabais bien? —inquirió, alzando sus cejas, sorprendida.

—No.

—¿En serio? Me cuesta creerlo, sois tan iguales que no sé cómo puede ser que os llevarais mal.

—Un mal comienzo.

—Un mal comienzo —repitió, sonriente—. ¿Sabes qué pasa cuando dos piedras están constantemente chocando? Que la chispa termina surgiendo.

—¿La chispa?

Nesha asintió.

—Después se debe elegir; o darle vida y crear una llama de fuego, o dejar que se apague.

Me había costado pillarlo pero había terminado entendiéndolo. Nesha estaba insinuando algo entre Jaden y yo. Rápidamente negué.

—Eso está mal, entre Jaden y yo no puede existir nada.

—¿Y por qué no? Sois muy monos.

—¿Qué? —arrugué la nariz—. Nos somos monos.

—Sí.

—No.

—Sí.

—¡No!

—¡Vaaaleee!—levantó las manos en señal de rendición—. Aunque mantengo mi posición, no me harás cambiar de opinión.

Solté un bufido, entre molesta y divertida. Nos volvimos a quedar en silencio, la sonrisa no desapareció del rostro de Nesha. ¿Cómo podía sonreír tanto y no cansarse?

—¿Puedo preguntarte una cosa?

—¿Debería asustarme?




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