El legado 2: Tinieblas

17. Cortina de humo

 

Narrador omnisciente (años atrás)


Los pies del joven de cabello negro colgaban del tejado en el que había decidido pasar el rato. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, quizá una hora, o quizá dos. Se sentía bien estando solo, pero sobre todo en silencio, así ninguna voz martillearía su cabeza.

Los colores pasteles del horizonte eran lo único que sus ojos ahora grises admiraban en aquel momento. En aquel silencio, los gritos y siseos de sus tíos lo hicieron suspirar, odiaba sus constantes peleas. Pero, sobre todo, le molestaba saber la razón por la que el matrimonio de sus tíos estaba tan roto.

Como le era de esperar, escuchó aquellas pisadas tan pesadas y cansadas justo antes de que la puerta de la casa se abriera. Su primo mayor, Reese, se alejó un poco de la casa, con la mirada perdida. Lo escuchó suspirar.

Como si hubiese notado la mirada de Jaden, el mayor se giró y lo observó desde su sitio. Le dedicó una pequeña sonrisa antes de acercarse y subirse al tejado utilizando la escalera que el menor había dejado allí. Se sentó a su lado, hurgó en el bolsillo de su pantalón y sacó la pequeña caja de tabaco. Jaden arrugó su nariz al instante, no muy alegre con la pequeña adicción de su primo.

—Sigues con eso.

—Tampoco es tan malo.

—Claro que no lo es, tan sólo te pudre los pulmones, te crea problemas cardíacos y posibles tipos de cáncer.

Reese bufó.

—Exagerado. Sé que es malo, y posiblemente en un futuro me arrepienta, pero es lo único que me desestresa —argumentó, encogiéndose de hombros.

Con el cigarro ya encendido le dio una calada y expulsó el humo mientras los gritos incoherentes de sus padres resonaban en su cabeza. 

—A veces las parejas pasan pequeños baches durante su relación. Se les pasará, sólo hay que esperar.

El mayor soltó una carcajada triste, llena de dolor.

—Un bache de casi toda una vida, creo que no es un solamente un pequeño problema.

Jaden formó una mueca, se sentía mal al no poder aliviar o animar un poco a su primo. Simplemente no sabía cómo hacerlo, no era algo que se le diese muy bien. Pasaron los minutos, ambos en silencio, observando el cielo que cada vez se iba oscureciendo más.

Para Jaden estaba siendo casi una tortura estar al lado de su primo. Cuando se conocieron hacía unos años no tuvieron un buen comienzo, eran tan iguales pero al mismo tiempo tan chocantes que les fue difícil darse cuenta lo mucho que se complementaban ambos. Eran mejores amigos.

Reese siempre buscaba tener un poco de tiempo para estar con su primo, sentía que era el único que lo escuchaba, era su único apoyo. Pero para Jaden las cosas no eran tan fáciles, se sentía bien con su primo, le tranquilizaba saber que él jamás le echaría nada en cara, pero al mismo tiempo le mataba mentirle. Se odiaba a sí mismo por ocultarle aquel secreto que....

—Hoy no te he visto en el instituto —habló el chico de los ojos azules—. ¿Vuelves a hacer pellas, primito?

—Me aburren las clases —mentí.

—Y a mí, creo que a la mayoría nos la suda saber cuál es la raíz cuadrada de ciento cuarenta y cuatro.

Doce.

—Escúchame, Jaden. Sé que el problema no son las clases, vamos, se te da bien todo lo que es estudiar. Tus problemas son otros —sus ojos se clavaron en su primo pequeño—. ¿No te sientes bien con tus amigos?

Jaden rodó los ojos, cansado del tema.

—No tengo amigos.

—Te he dicho miles de veces que puedes venirte conmigo en las horas libres.

—Paso —bufó.

—Pasar de todo es muy fácil, intentarlo no. ¿Quieres ir por el camino fácil, primito?



(...)

 


NATALIE  (actualidad)

 

Abrí con lentitud la puerta de mi habitación, intentando no hacer mucho ruido. Ya era un poco tarde, y no sabía si Jaden me había hecho caso y me había estado esperando, quizá se había quedado dormido. La única luz encendida era la del baño, la cual dejaba iluminar una parte de la habitación. No vi a Jaden por ninguna parte.

—¿Jaden?

Me asomé por la puerta del baño, lo primero que vi fue una espalda tensa, se apreciaba gracias a los músculos tensos que dejaba entrever la camisa negra que llevaba. Abrí del todo la puerta y me apoyé en el marco, mirando mi reflejo detrás de Jaden. Por como se aceleró su corazón supe que se había percatado de mi presencia, pero que al parecer no quería hablar. Así que no dije nada, le daría todo el tiempo que necesitase.

Pasaron minutos, él seguía igual, con los brazos agarrando el lavamanos con todas su fuerzas y la cabeza baja, privándome de ver su rostro. Su respiración era pesada, como si le costase respirar. Mi corazón se estrujó en mi pecho, no podía verlo así.

—¿Jay?

Por un momento mantuvo la respiración. Hubo silencio. Dudas por mi parte, ¿qué debía hacer? Pero entonces alzó la cabeza y vi el dolor en sus ojos rojos y tristes. No me dejó decir nada cuando habló.

—¿Sabes el motivo por el que nunca te dejé llamarme así? —esperé ansiosa su respuesta—. Porque solo me han llamado así tres personas en mi vida. La única amiga que tuve durante mi niñez, mi madre y mi hermana. Supongo que es un simple apodo que tiene mucho significado para mí.

—Y sin embargo, dejas que la primera loca que se te cruza por el camino te llame así —comenté, ladeando una sonrisa—. No hay quien te entienda, Adams.

Sacudió la cabeza, intentando retener la pequeña curvatura que se estaba formando en sus labios.

—¿Por qué te empeñas en no sonreír?

—No es lo mío. 

—Deberías hacerlo más.

Los músculos de su espalda se relajaron cuando sonrió por completo y se dio la vuelta, apoyándose en el lavamanos. Sus mejillas tomaron un color rosado.

—¿Me estás piropeando, Johnson? —bromeó, intentando hacerme flaquear.




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