El legado 2: Tinieblas

18. Hijos del caos

NATALIE

 

Caminaba junto a Jaden, ambos teníamos nuestras respectivas bandejas mientras avanzábamos hacia la mesa. Nesha y Coe nos saludaron con una sonrisa, mientras que Amed no hizo más que fusilarnos con la mirada.

—Os tengo dicho que...

—Sí, sí, sí —dije, con la intención de que Amed se callara.

Escuché como soltaba un gruñido de molestia mientras con la mirada me miraba sentarme frente a él. A mi lado se colocó Jaden, en silencio.

—¿Se puede saber dónde os habéis metido?

—¿A ti qué te importa lo que hagamos?

—No me importa, pero me repercute.

—Lo que Amed quiere decir —saltó Nesha, en forma de rescate para su amigo y de tratado de paz entre los tres—, es que acaban de nombrar a las personas que van a ir hoy a la misión.

—¿Misión? —Jaden frunció el ceño.

—Han escogido a unos pocos del grupo B para que vayan con los del A. Creo que no he escuchado tu nombre, pero sé que Elaine te estaba buscando, y no parecía muy contenta.

Jaden chasqueó la lengua, y sin decir nada volvió a fijar su vista en el plato.

—Natalie —Nesha pasó a mirarme a mí—. Te han puesto con Amed y Coe para la misión.

—¿Y tú?

—Al parecer no soy de mucha ayuda —comentó, encogiéndose de brazos, como si no le importase en lo más mínimo. Sabía que para ella era muy importante Scorpion, y que no contaran con ella la destrozaba.

—¿No nos pueden cambiar? Ve tú y yo me quedo.

—Es una orden directa de Hera —habló Amed sin perder tiempo en mirarme—. No creo que quieras desobedecer una orden de ella.

Nesha me regaló una pequeña sonrisa en forma de agradecimiento. Su hermano Coe le dio un disimulado golpecito en el hombro para llamar su atención, y con una mirada se lo dijo todo. Ambos eran muy tiernos.

Cuando terminamos de comer nos dirigimos a la planta de arriba donde según me habían dicho me darían un traje especial para la misión. Todavía no se me había informado la causa por la cual se ejecutaría, no obstante, no perdí más tiempo.

—¿Por qué siempre debes ir a las misiones? —cuestionó Jaden, desde que nos lo habían dicho no parecía muy contento.

—No lo sé.

—Sólo te exponen. Te ponen en peligro.

—Nadie dijo que fuese fácil, Jaden. No me puedo quejar. 

De repente, sentí como se paraba y como su mano se cerraba agarrando mi muñeca para, seguidamente tirar de mí hacia él, dándome la vuelta. Su rostro serio me observó.

—Déjame ir contigo.

—¿Qué? No —contesté sin pensármelo. 

—Si pides que yo te acompañe quizá me dejen.

—No estás preparado, Jaden.

—¿Y tú sí?

—Llevo preparada desde hace años.

—¿Qué más te da, Natalie? Sólo déjame ir.

—No podría perdonarme si algo te ocurriera, Jay.

Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal, como si aquello hubiese creado en él una sensación completamente sorprendente. Me quedé callada. No me arrepentía de lo que había dicho, porque era verdad, sin embargo, sentía que en esas simples ocho palabras había más sentimientos de los necesarios.

—Yo....—comenzó diciendo, mas una voz lo interrumpió.

—Adams.

El susodicho se giró en cuanto escuchó aquel llamado. Elaine nos observaba a unos metros de distancia.

—Necesito que vengas conmigo.

—¿Para qué?

—No preguntes, sólo sígueme.

Jaden volvió a mirarme a mí, sus pupilas se agrandaron. Se mordió su labio inferior con nerviosismo, y por cómo me miraba, sabía que quería decirme algo. Sonreí.

—Estate tranquilo. Voy a estar bien.

—Adams, no tengo todo el día —la voz de Elaine sonó más demandante. Se cruzó de brazos, esperando a que él la siguiese.

Jaden dudó de lo que fuese que estuviese pensando. Movió la pierna con la intención de dar un paso hacia mí no muy decidido, pero terminó reculando. Aquello me extrañó.

—Cuídate, por favor.

Dicho aquello, se dio la vuelta y se marchó tras Elaine, perdiéndose por los pasillos. Me quedé unos segundos observando un punto fijo de la nada, sintiendo una sensación extraña por todo mi cuerpo.

Minutos después me encontraba frente al ascensor que nos subiría hasta la cabaña. Nos habíamos preparado con unos trajes especiales cómodos y, sobre todo, que no nos dificultaban los movimientos. Mientras esperábamos Coe, dos chicos más y yo a que Amed viniese, Nesha apareció de repente un poco más feliz que antes.

—¡Hola! —exclamó dando saltitos—. ¿Estáis nerviosos?

—¿Por qué debería estarlo?

—Ya sabes, dar lo mejor de ti, impresionar...Ese tipo de cosas. Hay que dar una buena imagen.

—Yo no hago ese tipo de cosas —dije frunciendo el ceño—. ¿Cuándo vas a una misión solo tienes en la cabeza ese tipo de cosas?

—Es difícil, pero sí. Sino no me tomarían en serio.

Nesha pasó a mirar a su hermano, quien asintió con la cabeza, dándole la razón. Me transmitía una gran tristeza que Nesha tuviese que impresionar para que como mujer la pudiesen tomar en serio.

—¿Estáis esperando a Amed?

Coe asintió en respuesta. Como si el susodicho nos hubiese escuchado, apareció al final del pasillo, hablando con Keia quien se hallaba de espalda a nosotros. El pelinegro nos miró desde su lugar, o mejor dicho, me miró a mí. No supe descifrar si aquella mirada era mala o buena. 

—Por cierto, Natalie, ¿le dijiste algo a Amed ayer?

—¿A qué viene esa pregunta?

—Sé que cuando salisteis de la sala donde estaba Struch hablasteis de algo. Desde ese momento noto a Amed un poco más...

—¿Cabreado con la vida? Porque no me extrañaría.

—No —negó con la cabeza—, al contrario. Lo noto extraño, más calmado y más indiferente a todo.

—Eso es bueno, ¿no?

—Pues...

—¿De qué estáis hablando?

La voz de Amed nos hizo girarnos a todos. Con una ceja enarcada los repasó, como si dudara de cualquiera de nuestras intenciones.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.