El legado 2: Tinieblas

21. Guerra interna

Narrador omnisciente

 

Elaine conducía rápidamente, no le gustaba dejar las cosas para el último momento, y mucho menos las importantes. Cuando pensó que ya se había alejado lo suficiente de Scorpion aparcó a un lado de la carretera y agarró el móvil que había dejado en el asiento del copiloto. Marcó el único número que tenía agendado. Él no tardo en cogerlo.

—¿Elaine? —la voz de Josh sonó al otro lado.

—Soy yo. ¿Cómo va todo por la central?

—Todo bien. Tus hombres son como perros, no hay orden que no acaten —por la forma en la que lo dijo, supo que seguramente él estaría esbozando una de esas sonrisas que tanto le gustaban a ella.

—Mis hombres me dan igual. ¿Cómo estás tú?

—Contando los días para que todo esto acabe.

El corazón de Elaine dio un vuelco. A veces le incomodaban que las simples palabras de Josh pudiesen tener tanto poder sobre ella.

Odiaba mostrar debilidad, pero si era por él, entonces ser débil no le importaba tanto.

—Josh...

—Quiero irme contigo, lejos, muy lejos.

—Sabes que no podemos, no hasta que todo termine.

—Lo sé —murmuró él—. Y ahora dime qué quieres que haga, porque sé que me llamas por algo importante. Sólo dime que no tiene que ver con Johnson.

—Tiene que ver justamente con ella —respondí, agarrando con fuerza el volante—. Y con Adams también. Natalie me ha pedido un favor, y en mi opinión, ese favor es necesario.

—¿Qué tipo de favor es ese? ¿Vas a hacer que me manche las manos?

—Sabes que no.

—¿Entonces?

—Vas a hacer de niñera.

Aquello produjo una gran carcajada por parte del castaño. Su risa duró unos segundos, Elaine enarcó una ceja, esperando que su ataque de risa parara.

—¿Desde cuándo nos hemos vuelto tan blandos, cariño?

—Deja de reírte y escúchame —el silencio al otro lado de la línea le dejó continuar—. Adams no puede seguir en Scorpion, es un obstáculo emocional y sentimental para Johnson.

—Entiendo —murmuró—. ¿Y qué pretendes que haga?

—Te lo llevarás. Ni Scorpion ni Hera lo echarán de menos, les es indiferente, así que no montarán ningún tipo de rescate.

Elaine le terminó de comentar y de explicar lo que ya había planeado con Natalie. Era algo fácil y rápido, no les supondría muchos problemas. Cuando estuvo a punto de colgar la llamada, la voz grave de Josh la paró.

Elaine no se quejó, echaba de menos hablar con él.

—Sólo dime una última cosa. Hay otra razón por la que le estás ayudando, ¿verdad? —Elaine se mantuvo callada. Lo conocía tan bien que ya sabía lo que le diría—. Te recuerdan a nosotros, ¿es eso?

No pudo evitar soltar aquel suspiro que parecía haber estado reteniendo. Sus ojos grises se clavaron en la carretera, idos.

—Es inevitable —dijo después de unos segundos. Su voz no perdió aquel matiz de seriedad, no quería parecer débil. 

—Así que empatía —concluyó él.

—Cuando miro a Adams no puedo evitar verte a ti, tan perdido y confuso. Y cuando miró a Johnson no hago más que verme a mí, tan rota y sola. 

—No dejes que eso te haga ir por mal camino, Elaine. No sientas pena.

—No es pena —negó, a pesar de que él no la podía ver—. Simplemente nos veo a nosotros. Es como si al ayudarlos a ellos pudiese ver cómo nos habría ido si también hubiésemos sido rescatados.

Silencio. Pensamientos. Recuerdos. Dolor.

—¿Y qué opinas? —inquirió Josh pasados unos segundos.

—Que están jodidos —sonrió ella—. Tan jodidos como nosotros.

La suave risa que él soltó fue como un aleteo en el pecho de Elaine.

—Pues bien. Si tú y sólo tú me lo pides, seré bueno, amor.


 

(...)

 


NATALIE

 

Mis puños chocaban con fuerza y rudeza contra el saco de boxeo. Estaba aprovechando a sacar todas mis mierdas a base de golpes mientras todos desayunaban en el comedor. Pasearme por allí después de lo sucedido anoche no era algo que quisiese hacer. No quería ver a Jaden, después del beso no sabía qué debía hacer. ¿Sacaría él el tema? ¿Pasaría de todo? ¿Habría sentido lo mismo o había sido yo la única que parecía haberse quemado de aquella manera tan amena? 

Aquello no podía ser.

Contra más puñetazos soltaba, más me dolían los puños y más fuerte deseaba darle al saco. Mi respiración estaba tan acelerada que sólo pude pensar en el largo rato que debía llevar así para estar tan agitada.

Como si yo misma quisiera atormentarme más, pequeños flashbacks acudieron a mi mente. Cloe y Ámbar, su sangre, sus ojos, sus vidas escurriéndose entre mis brazos. Los chicos. Su dolor. Su odio. Su asco. La decepción en sus ojos. Mi vida, la cual había sido toda una farsa. Helen, mi madre, a quien no había podido volver a ver. Ni siquiera había podido abrazarla.

El cúmulo de sentimientos que sentí me hizo golpear una última vez el saco de boxeo, con tanta fuerza que terminé rompiendo su cuelgue, desplazándolo unos metros hacia el suelo. El ruido que hizo al chocar contra el suelo retumbó en la estancia.

—Yo no pienso comprar otro.

Hasta que no escuché aquella voz no me giré en dirección la puerta. No supe en qué momento había llegado Amed allí sin ser oído por mí.

—No me has escuchado, ¿eh? —en sus labios asomó una sonrisita victoriosa.

—No puedo estar a todo —refuté, intentando calmar mi respiración. Tampoco quería darle la satisfacción de estar tan despistada.

Él sacudió su cabeza, su expresión volvió a su forma. Tan serio como siempre, con la única diferencia de que ya no estaba aquel sentimiento de repudio en su mirada, sino una simple y gran indiferencia. Avanzábamos poco a poco, pero al menos avanzábamos. No me quejaba, de todas formas Jaden y yo tuvimos un comienzo similar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.