El legado 2: Tinieblas

22. Abrazos, promesas y errores

JADEN

 

Reese se separó de mí para mirarme a la cara y, seguidamente, volver a abrazarme con fuerza. Su abrazo era casi asfixiante, pero no me importaba, hacía demasiado tiempo que no lo veía.

—¡Joder! ¡No me lo puedo creer! —me volvió a dejar respirar, mirándome a la cara mientras me agarraba por la nuca, al igual que yo a él. Ambos sonreíamos, hecho histórico—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado? ¡Joder! —miró detrás mía, buscando a alguien—. ¿Y Natalie?

Nada más decir eso, mi sonrisa se esfumó y mi característico humor volvió.

—Es una historia un tanto larga.

Debió entender mi cambio de expresión, porque asintió sin querer entrar en detalle. Aproveché aquel momento tan íntimo entre ambos para analizar a mi primo. No había cambiado mucho, seguía casi igual. El brillo malicioso de sus ojos azules, su pelo negro ligeramente despeinado e incluso el piercing de su nariz, lo que me recordaba lo mucho que hacía que yo no me ponía el mío en el labio. A excepción de la última vez que lo vi, tenía una escasa barba de apenas días y unas ojeras un poco marcadas, por cansancio o falta de sueño quizá.

—Te veo bien —dijo, sonriente—. Te veo como nuevo, primito. Supongo que tienes muchas cosas que contarme, ¿verdad?

—Unas pocas —alcé una de mis comisuras—. Y creo que tú también.

—Oh, ya lo creo.

—¿Dónde está Hailey?

Fomó una mueca.

—Creo que esa es una de las tantas cosas que debo decirte.

—¿Qué? —inquirí, preocupado—. ¿Dónde está mi hermana, Reese?

—Tranquilízate, está bien.

—¿Dónde está? —insistí.

—Jaden...

Si no me lo iba a decir lo descubriría yo sólo. Esquivé a Reese y caminé dirección a la puerta, pero antes de que saliese de allí, Adey me bloqueó el camino.

—Cálmate —pidió, de forma relajada—. Todo está bien. Tuvimos que tomar una decisión.

—¿Qué clase de decisión?

—Nadie quería que tu hermana formase parte de esto, así que la mandamos a Francia junto con tus tíos.

Están en un lugar seguro junto con algunos de mis hombres y mujeres. Te puedo asegurar que no les va a pasar nada, ni a tus tíos ni a tu hermana.

No se si fue por la calma que me transmitieron sus palabras llenas de confianza y seguridad, o la idea de que mi hermana estuviese lejos de todo esto, pero de alguna forma u otra pude tranquilizarme. No obstante, no saber nada de ella me asfixiaba. 

—¿Podré hablar con ella?

—No te lo puedo asegurar, pero intentaré que os podáis comunicar sin poneros en peligro el uno al otro.

Asentí.

—Gracias.

—Bien —Reese dio una fuerte palmada—. Y ahora, creo que es hora de que veas a los chicos.

No me dio tiempo a responder cuando me agarró del brazo y tiró de mí, guiándome por unos pasillos que eran totalmente desconocidos para mí. Al igual que en Scorpion, había gente, pero a diferencia de la otra, ninguno de ellos parecían estar criticándome con la mirada. Es más, la mayoría ni siquiera le daba mucho valor a mi presencia, y aquello me agradaba.

—¿Están todos aquí? 

—Sí, estamos todos. Ahora mismo están en la sala de entrenamiento, pegándose entre ellos, ya sabes, todo un espectáculo que admirar —vaciló.

—Espera, espera —dije, soltándome de su agarre y quedándome en medio del pasillo—. ¿Seguro que querrán verme?

Él frunció el ceño, confuso.

—¿Por qué no iban a querer verte?

—¿En serio quieres que te responda a esa pregunta?

—¿Eres imbécil? —escupió de repente.

—Eh...vaya, gracias. No pensé que te alegraría tanto verme de vuelta.

—No seas sarcástico ahora y deja de joder. Los humanos cometemos errores, errar es normal, ¿o es que te crees que todos somos unos santos?

—Pero lo mío fue diferente.

—Pero no por ello peor, así que sígueme, se alegraran de verte.

Reese siguió andando. Tragué saliva, nervioso, e intentando dejar mis sentimientos negativos a un lado, lo seguí. Tardamos un minuto en llegar a la sala, la cual tenía las puertas entreabiertas. Antes de entrar escuché los gritos y exclamaciones de queja de Cole, y las risotadas de Landon y James. Los farfullos de Alex y las palabras llenas de impaciencia de Nolan.

—¡Para! ¡Se suponía que no me pegarías! —aquel era Cole.

Me asomé por la puerta y observé la escena. Él y James se hallaban frente a frente, el primero sobándose la cara, y el segundo, ocultando su clara diversión.

—¡Si no te pego no te defiendes!

—¡Ya no siento mi cara!

—No exageres —Alex, que los miraba desde una esquina, rodó los ojos. Cuando reparé en él tuve que fijarme más de lo normal, pues había dado un gran cambiazo.

Las risotadas de Landon, que se tocaba la tripa sentado en el suelo, lo llevaron a ser el centro de atención. Cole lo miró mal.

—¿De qué te ríes?

—¡De ti!

El castaño se giró hacia Nolan, quien se tocaba la cara con desespero. 

—Quiero pegarle, ¿puedo?

—Si no das ni una, Cole —se burló James.

—¿Sabéis qué? Haced lo que os de la gana, yo me voy. ¡No puedo más!

El mayor de todos soltó un resoplido y avanzó hacia la puerta, pasando una mano por su pelo con la vista en el suelo. Cuando alzó la mirada a tan sólo unos metros de mí y reparó en mi figura, se quedó estático. No supe muy bien cómo tomármelo. 

—¿Jaden?

No fue él quién dijo aquello, sino Alex, que al parecer también me había visto. Los demás que habían estado absortos en su pelea absurda, se giraron en mi dirección. En cuanto me vieron, las palabras cesaron y un incómodo silencio se extendió.

Las inseguridades no tardaron en aparecer en mi mente. ¿Y si en realidad no me querían allí? ¿Y si ya no formaba parte de la familia? La cagué, cometí uno de los mayores errores de mi vida y, aunque me arrepentía, no sabía si ellos sabrían perdonarme.




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