El legado 2: Tinieblas

26. ¿Ascensión?

Meses más tarde...

LANDON

Con mis músculos tensos de tanto entrenar y mi piel sudada del esfuerzo, me acerqué al gran espejo de la sala de entrenamiento para observar mi figura y mi rostro, reparando en mi ya cabello de color natural. Había sido un gran paso, pero lo había logrado. Este era el verdadero Landon, no aquel que se pintaba el cabello de diferentes colores con tal de esconder sus inseguridades. Poco a poco iba avanzando.

También era notable el cambio que había sufrido mi anatomía desde que todo aquello empezó. Antes me describía como un chico delgaducho, pero en el momento en el que mis ojos observaron mi propio reflejo, analicé el aumento del volumen de mis músculos. No hizo falta que me subiera la camiseta para saber que también habían empezado a notarse mis abdominales.

Mi rostro estaba rojo y sudado, tuve que estirar la parte de abajo de mi camiseta hacia este para secármelo un poco. Creo que no había sido muy buena idea entrenar tan duro después de la luna llena.

Mis pensamientos pararon cuando la figura de alguien se escabulló por la puerta y entró en la sala. En cuanto sus ojos grises repararon en mi presencia, paró en seco.

—Pensé que te habías ido tú también a dormir después de la transformación.

—Ya ves que no —sonreí de lado.

Jaden entrecerró sus ojos, pensativo, pero no tardó en encogerse de hombros como siempre hacía. Eso era algo que me gustaba de él, no era como los demás, pidiendo explicaciones de todo, simplemente escuchaba y se limitaba a asentir.

Caminó lentamente hacia una de las paredes donde se hallaban las pesas mientras se tocaba el piercing del labio. Cuando volvió de Scorpion el agujero de su labio ya se había cerrado, por lo que decidió volvérselo a hacer.

—Tú tampoco pareces querer descansar —hablé, Jaden giró un poco su cuerpo para verme mejor—. Es más, de todos, pareces ser siempre el que menos cansado está.

—Puede ser. Quién sabe, quizá sois todos una panda de flojos que no aguanta como es debido un para nada dolorosa transformación llena de huesos rotos.

Solté una suave carcajada ante su frase irónica, y aunque él no elevó las comisuras de sus labios en una sonrisa, supe por su mirada que interiormente, él también estaba sonriendo. A pesar de que ya habían pasado meses desde que Jaden había vuelto, las conversaciones de este tipo con él todavía se me hacían extrañas. Antes de todo aquello era casi inimaginable hablar con él, se mantenía demasiado alejado de todo.

—¿Y bien? —preguntó, comenzando a subir y bajar una de las pesas pequeñas con su brazo izquierdo—. ¿Qué haces aquí?

—Entrenar.

Rodó los ojos.

—Me refiero al por qué de ello. Lo más lógico sería guardar un poco de reposo si estás cansado.

—Lo sé.

Volví a girarme hacia el espejo, adoptando una expresión pensativa. Jaden me observó con la curiosidad de un felino desde su sitio.

—Hacía mucho que no me sentía así. Bueno, no —sacudí mi cabeza—. Jamás me había sentido como ahora.

—¿Y cómo te sientes?

—Seguro de mí mismo —respondí, mirándolo desde el reflejo del espejo. Él asintió, escuchándome con atención—. Cuando era pequeño jamás me sentí así. Mis pensamientos no eran buenos —dije y sentí rememorar cada segundo de sufrimiento, cada lágrima—, no eran felices, y mucho menos eran sanos. Mi autoestima siempre estuvo por los suelos, sufrí de depresión y ansiedad por varios años, era como mantener el equilibrio en un hilo. Terminas cayendo, y yo caí.

El recuerdo amargo de aquel día seguía intacto en mi mente. Casi podía recordar los últimos pensamientos que pensé y las últimas palabras que quise decir.

Perdóname, James.

Me obligué a pestañear antes de que mis ojos se humedecieran más. La expresión de Jaden pareció suavizarse con aquello, e incluso dejó de hacer lo que estaba haciendo.

—Por eso he venido aquí. Entrenar no sólo me ayuda a evadirme de todo, sino que físicamente me ayuda a verme mejor. ¿Sabes? Ahora no soy un pelirrojo delgaducho, me veo bien. Y sé que tú también lo notas, no dejas de mirarme —finalicé, bromeando con una falsa prepotencia. No quería entristecer el ambiente.

Aquello hizo que el pelinegro elevara unos milímetros una de sus comisuras.

—Ser un delgaducho, como tú dices, no está mal. Yo también soy un delgaducho.

—No es cierto. Yo era como un palo antes, y tú sin embargo tienes los hombros anchos, el abdomen marcado, pero sin exagerar, las piernas fuertes, la espalda igual...

Conforme fui describiéndolo, su sonrisa creció, y aquello no hizo más que sorprenderme.

—No sabría decirte quién observa más a quién —dijo, con la diversión en sus ojos.

No tardé en percatarme y en sentir como me ponía rojo ante aquello. Casi pareció como si la vida quisiese echarme una mano cuando Adey entró en la sala y fijó su mirada en Jaden.

—¿Puedes acompañarme? Necesito hablar contigo.

Asintió como respuesta, volviendo a una expresión neutral y abandonando la estancia tras el ángel. Solté el aire que había estado reteniendo en mis pulmones.

 

***
 

ADEY

Caminé por los pasillos, guiando a Jaden hasta mi despacho, o al menos la sala que funcionaba como tal. Cuando entramos cerró la puerta y se quedó en silencio, esperando a que comenzara la conversación.

—Ya han pasado meses. Estamos en agosto y no sabemos nada sobre Natalie.

—Créeme, lo sé.

Su tono fue seco y cortante, el tema de Natalie no le ilusionaba mucho.

—Mira, Jaden —tomé aire—. Saber su ubicación exacta es muy importante. Si sabemos dónde está podemos idear cualquier plan para sacarla de allí.




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