El legado 2: Tinieblas

27. Dulce velada

NATALIE

 

—Natalie, ¿puedes dejar de moverte? Estoy casi terminando.

—Esto es de lo más incómodo.

—No es para tanto, no exageres.

—No me gusta.

—Pero si estás preciosa.

—¿En serio debo ir con...esto?

Nesha se estaba aguantando la risa, lo sabía, y eso que tenía los ojos cerrados en ese momento para que ella pudiese pintar mis párpados.

—No te rías.

—No me estoy riendo.

—Y deja de mentir. Se te nota en la voz que te estás riendo.

Esta vez sí que dejó salir de sus labios una suave risa que dejé pasar por alto. Esperé durante unos segundos más.

—A ver, abre los ojos.

Hice lo que me pidió. Abrí mis párpados, Nesha escrutó mi rostro con detenimiento, agarrándolo por mi barbilla y girándolo para poder verlo mejor.

—¿Y bien?

—No sé a quién tirarle flores, si a mí por como te he maquillado, o a ti por ser una magnífica modelo —explicó, sonriente.

Me contagié de su gran sonrisa si poder evitarlo. Ella también estaba realmente bonita. Antes de empezar con mi maquillaje se había maquillado a ella misma. Una sombra azul decoraba sutilmente sus párpados, acompañada del color rosado de sus labios pintados junto con el pequeño rubor de sus pómulos. Según me había dicho, había optado por un maquillaje no muy cargado para ella, con colores suaves, y por el contrario había usado colores más oscuros conmigo.

—¿Vas a mirarte al espejo o no?

No hizo falta que me lo volviese a repetir una vez más, antes de que le diese tiempo a retocar cualquier cosa más en mí, me levanté de la cama del cuarto de aquel hotel y caminé hacia el gran espejo que decoraba la lujosa habitación. En cuanto di con mi reflejo, me sorprendí gratamente. Mi cuerpo estaba envuelto en un precioso vestido dorado ceñido a mi cintura que me llegaba hasta los tobillos. La gran abertura por uno de los lados que dejaba una de mis piernas al descubierto y mi espalda desnuda le daban un toque distinto. Fui subiendo mi mirada hasta dar con mi rostro. Nesha tenía un gran talento.

—¿Qué te parece? —cuestionó apoyando su barbilla en mi hombro, observando mi reflejo.

—Creo que no hace falta que te lo diga, ¿no?

—Quién sabe, quizá necesito que infles un poco más mi ego —solté una risotada—. Creo que no te queda mal.

—Me queda muy bien.

—He optado otra vez por una sombra oscura para tus ojos, te marca un poco más las facciones. El eyeliner te lo he hecho de tal forma que le de importancia a tu mirada. Tienes unos ojos preciosos.

—Habló la chica de los ojos grises —Nesha sonrió.

—Perdón, pero yo no soy capaz de fulminar a alguien con la mirada como tú lo haces. En serio, eres intimidante. Seguro que prendes a cualquier persona, y de varias formas distintas.

Entendí su doble sentido, ya no me sorprendía, siempre tenía que decir algo así. Rodé los ojos.

—Bien, ahora sólo te quedan los tacones.

—No, Nesha. Por favor, eso no. Ya los usé en una fiesta y me prometí a mí misma que no volvería a ponerme esos artefactos de tortura.

Ella caminó hacia la cama y cogió los tacones.

—Yo te ayudo.

—No.

—Natalie...

A pesar de mis rotundas negaciones se acercó a mí y agarró una de mis piernas. Tuve que apoyarme en sus hombros cuando se agachó para no perder el equilibrio.

—No pongas el pie así.

—No quiero ponérmelo, Nesha. Me voy a matar con eso.

—¿En serio? ¿Eres capaz de hacer miles de cosas peleando, romper narices, piernas y de todo y no eres capaz de ponerte unos simples tacones?

—Es muy diferente.

—Me da igual.

—Nesha...

Antes de que siguiese con su misión imposible, alguien llamó a la puerta. La castaña me dedicó una mala mirada antes de dejar los tacones en el suelo e ir a abrir, lo que vi me dejó con la boca abierta. Amed y Coe se adentraron en la habitación, ambos vestidos con un smoking. El primero en acercarse totalmente curiosos fue Coe. Su smoking era gris, la camisa de debajo blanca y en su cuello se divisaba una pajarita negra. Los pantalones hacían conjunto con la parte de arriba junto con unos zapatos negros. Mientras nos observaba feliz se acomodó un reloj de oro que llevaba en su muñeca izquierda, supuse que era otro complemento. Tras meses allí el pelo le había crecido un poco a Coe, ya no era una fina capa de cabello castaño. Sus ojos grises nos escanearon. Era una pena que le hubiesen tenido que obligar a quitarse aquellas pequeñas dilataciones para ir a este evento, le quedaban muy bien.

Y por el otro lado estaba Amed. Iba casi igual que Coe, con la diferencia de que su smoking era negro. El tatuaje de su cuello, aquel escorpión, quedaba a la vista. Su cabello negro, el cual se acomodó, estaba peinado hacia atrás de forma natural.

Nesha dio un pequeño grito de alegría cuando los vio tan bien vestidos, porque para que mentir, se veían muy guapos. Se acercó a ellos.

—Estáis jodidamente hermosos y sexys —habló, colocándole el traje mejor a Amed. Este sonrió.

—Sí —dijo, clavando su ojos claros en mí—, vosotras tampoco estáis nada mal.

—¿En serio? ¿Entonces te gusta?

Amed pasó a mirar a su mejor amiga, quien con suma felicidad se alejó un poco de ellos para que pudiesen admirar su vestido azul mejor. Uno simple pero hermoso a su vez, el cual tenía una abertura entre sus dos pechos.

—Sabes que estás genial con cualquier cosa que te pongas, ¿verdad?

La sonrisa de Nesha fue de lo más brillante y tierna. Su hermano, sonrió todavía más cuando vio lo contenta que le ponía aquello a ella.

—¿Entonces estáis ya? —cuestionó el pelinegro, repasándonos una vez más.

—No, Natalie no quiere ponerse los tacones.

En cuanto mi amiga dijo aquello sentí la traición por su parte, Amed me miró con cara de aburrimiento.

—¿En serio? Pues póntelos y vámonos.




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