El legado 2: Tinieblas

28. Inestabilidad

JADEN

 

Me estaba preparando mentalmente para lo que se vendría en cuanto entrara en el edificio de Fénix. No estaba de humor para nada, ni para muestras de amor, ni para saludos. Para absolutamente nada. 

James se nos adelantó a Helena y a mí cuando nos acercamos a la entrada del edificio cargando con nuestras respectivas mochilas. Los chicos habían salido junto con Adey para darnos la bienvenida. Todos parecían estar más contentos de lo normal, supongo que era por vernos de vuelta después de aquellos tres días fuera.

—¡Habéis vuelto! —exclamó el más pequeño de todos, acercándose como un cervatillo. Una gran sonrisa iluminaba su rostro.

—¿Qué te creías? ¿Que no volveríamos? —inquirió James, despeinando a Alex.

—Que va, simplemente pensé que no llegaríais enteros.

—No seas malo, déjales llegar sin agobios —habló Cole, caminando hacia nosotros.

Alex rodó los ojos, aburrido.

—Está bien. 

Sin perder el ritmo entramos, seguidos de los demás. Adey se posicionó cerca de Helena, las preguntas iban a comenzar ya.

—¿Y bien? ¿Cómo fue?

—¿Puedes dejarme llegar con tranquilidad? ¡No puedes bombardearme con preguntas nada más volver!

El humor de Helena también había cambiado, las ojeras de su rostro indicaban su falta de sueño y cansancio.

—Claro que quiero, es más, lo estoy haciendo ahora.

La castaña se paró de golpe, logrando que Adey y algunos más hicieran lo mismo tras ella.

—Eres un capullo.

—Sabes que no —dijo el ángel, esbozando una sonrisa.

Helena colocó sus manos sobre sus caderas, a la espera de que el ángel decidiese si dejarla pasar sin más preguntas, o bombardearle a cuestiones. Ella parecía querer irse de allí.

—Al menos hazme un rápido resumen.

Helena bufó, cansada. Todos los demás nos quedamos observando.

—Pues el resumen sería nada. Y si eso era todo lo que necesitabas, déjame pasar —ordenó secamente.

—¿Cómo que nada? —Adey frunció el ceño, ya no tan contento como antes.

—Eso. Nada. Lo único que vimos James y yo fue la cantidad de guardias que había, suponemos que todos o la gran mayoría ángeles, pero por lo demás nada. No logramos dar con Magnus Steve.

La conversación no me interesaba en lo absoluto, así que sabiendo que era Helena la que le tendría que dar cualquier tipo de información, me adelanté, acomodando mi única mochila sobre mi hombro y alejándome.

—¿Y tú, Jaden? ¿Tú no descubriste o escuchaste nada? Cualquier mínima cosa nos serviría de ayuda.

La pregunta de Adey me hizo parar en seco.

—¿Jaden? —Helena cuestionó con un tono de voz extraño—. Jaden desapareció por completo cuando nos separamos.

Chasqueé la lengua. No estaba de buen humor para preguntas, ni para más presiones por parte de ninguno. Decidí darme la vuelta, agarrando con fuerza la correa de mi mochila. La mirada de Adey junto con las demás dieron conmigo. El único con un claro nerviosismo fue James, él también había visto a Natalie, pero al parecer estaba dudando de si contarlo o no.

—¿Y bien? ¿Cómo que desapareciste? 

—Decidimos separarnos, ¿verdad? Pues eso fue lo que hice. Separarme. ¿Algo más que quieras preguntarme o echarme en cara? —Adey me observó ceñudo, en silencio—. Bien.

Me di la vuelta nuevamente, con la esperanza de alejarme de ellos e irme a mi habitación o a cualquier lugar para estar solo. Sin embargo, la voz de mi primo me paró.

—¿Jaden? —su mano agarró mi hombro, se había adelantado para acercarse a mí—. ¿Estás bien?

En un gesto brusco moví mi hombro, no quería sentir su tacto. Ni el suyo ni el de nadie.

—Para —demandé con voz dura—. ¿Qué quieres?

—¿Por qué estás tan de mal humor? ¿Qué te pasa?

Antes de que yo mismo hablara, la voz del pelirrojo sonó.

—Ya sabes cómo es, déjale. Que no estuviese de mal humor sería lo extraño —dijo, soltando una risa contagiosa que hizo reír a los demás, excepto a Adey y Helena, que hablaban alejados del resto y parecían no enterarse de la conversación. 

Por primera vez, no pude dejar pasar aquel comentario. No pude disimular lo mucho que me quemó por dentro y me molestó. 

—Claro, porque yo siempre estoy de mal humor —escupí de manera abrupta.

—Tú mismo lo has dicho —Alex sonrió, sin entender la molestia en mi voz.

Cole fue el único que mostró en ese momento una cara de pánico, a veces parecía ser el único que sabía cuando una conversación cambiaba de ambiente. Y aunque supe que el castaño seguramente diría algo para intentar calmar las cosas, me adelanté y seguí hablando. 

—¿Y por qué nunca cojones os preguntáis por qué mierdas estoy de mal humor? ¿Te crees que me gusta estar de mal humor? ¿Te crees que me gusta odiar a todo el mundo? ¿Te crees que me gusta ser un puto desconfiado? 

Había dado unos cuantos pasos hacia Landon, ahora estaba muchos más cerca de él. Por fin había captado mi molestia y mi enfado porque su expresión cambió a una seria, pero sobre todo arrepentida. Landon no quería joder, sólo quería reírse y hacer reír. Él no era malo, pero mi paciencia había llegado a su tope. De todos modos, no era el único que hacía esos comentarios.

—Responde.

—Yo...

—Jaden —James fue en su rescate—, sólo estaba bromeando.

Mi mirada voló hasta el rubio.

—El problema es que siempre es lo mismo. Bromas y más bromas. Siempre habláis de mí como si no estuviese delante de vuestras narices. ¿No os dais cuenta? —solté una risa irónica a pesar de que se me estaba formando un nudo en la garganta—. Si al menos hubieseis intentado entenderme...Pero no lo hacéis, nunca lo habéis hecho.

Me sentía tan inestable emocionalmente que me dio igual mostrarles mis ojos llenos de lágrimas por primera vez. Estaba al borde, así que intentando controlar los pocos arrebatos que me quedaban, me di la vuelta, encontrándome con mi primo Reese, quien me miraba con dolor. Estaba a punto de alejarme doblando la esquina, sin embargo, quise decir una cosa más. Quizá iba a ser un error, pero me daba igual.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.