El legado 2: Tinieblas

34. Explosión de poder

NATALIE

 

No había dormido en toda la noche por dos razones, la primera es que me era imposible conciliar el sueño con las manos atadas a la pared estando en aquella posición tan incómoda, y la segunda era porque ni de coña me dormiría con el enemigo cerca. 

Las chicas desconocidas tampoco habían cesado, sus llantos seguían, sus miedos se veían reflejados en sus miradas. Nesha había sido la única que había logrado cerrar los ojos y quedarse profundamente dormida.

Llevé mi mirada hacia arriba, donde mis manos encadenadas se hallaban  pegadas a la pared. Hice fuerza, como si de esa manera sintiese que podría desatarme, pero no.

—Nesha —la llamé—. Nesha, despierta —no parecía reaccionar—. ¿Nesha?

Me callé en cuanto la puerta se abrió y dos hombres entraron directos hacia las chicas. Las desataron y comenzaron a tirar de ellas, las cuales suplicaban porque no se las llevaran. Mi piel se erizó con una muy mala sensación cuando tras cerrar la puerta, todavía pude escuchar sus gritos por el pasillo. ¿Qué les estaban haciendo?

—¡Nesha! —exclamé, impaciente—. Despierta, joder.

Esa vez sí que pareció escucharme, pues murmuró algo que no entendí y poco a poco comenzó a levantar su cabeza y a abrir sus ojos. Su aspecto era horrible, tenía unas ojeras que se notaban a kilómetros de distancia, y su piel estaba mucho más pálida de lo normal.

—¿Nat? —susurró con voz ronca.

—Nesha —intenté moverme hacia ella, pero las cadenas me lo impedían—. Nesha, ¿estás bien?

Parecía estar en otro mundo. Por un momento pensé que no me había escuchado.

—Tengo mucha sed, me quema la piel. Esto es...—soltó un quejido—. Duele mucho.

—¿Puedes aguantar?

Dejo caer su cabeza hacia delante, volvió a cerrar los ojos.

—No me queda de otra.

Mientras yo me notaba llena de energía a pesar de lo que había dicho Magnus sobre las cadenas, Nesha estaba muy mal. No paraba de arrepentirme de haberla engañado para salir de Scorpion, si no hubiésemos salido no nos habrían capturado. Sin embargo, nos habrían pillado igualmente gracias al GPS que llevaba la bala. Eso me hizo acordarme del disparo en la pierna que recibí antes de llegar allí. Llevé mi mirada hacia la zona, en la cual el pantalón tenía un agujero pero no hallé signos de ninguna herida.

Los minutos pasaron, Nesha volvió a quedarse inconsciente mientras yo intentaba de cualquier forma liberarme de las cadenas. Estar allí, en aquella habitación mugrienta y oscura, encadenada como un animal no hacía más que agobiarme. Pasó un largo rato hasta que Nesha comenzó a despertar nuevamente, pero esta vez, con muecas de dolor.

—Mierda —jadeó, intentando llevarse las manos a la cabeza.

Apretaba sus párpados con fuerza mientras movía su cabeza.

—¿Nesha?

—Esto duele mucho. Oh, mierda. ¿Qué me está pasando?

—Nesha, aguanta. ¿Qué ocurre? 

—Siento...—un gemido de dolor salió de entre sus labios—. Siento como si...

Su cuerpo, que estaba retorciéndose de dolor se paró de golpe y su cabeza volvió a caer hacia delante, rendida. Su cabello me tapo la visión de su rostro, así que me concentré en los fuertes latidos de su corazón que parecían calmarse poco a poco.

—¿Nesha? —no respondió, ni siquiera se movió—. Dime por favor que estás bien.

Cuando volvió a elevar su cabeza, me encontré con que algo no iba bien. Sus preciosos ojos con aquellos iris grises, pasaron a ser simplemente dos pozos blancos. Al principio me asusté, no sabía qué le estaba pasando, pero rápidamente hice memoria. Recordé aquella vampira y aquel ángel con los que luché hacía meses. Recordé como al igual que Nesha en aquel momento, habían tenido los ojos completamente blancos. Y también recordé lo que Adey me explicó sobre aquello.

—Y si te fijas en sus ojos los tiene blancos, lo que significa que está bajo la orden de un brujo —recordé las palabras que había pronunciado aquel día Adey.

¿Bajo la orden de un brujo? ¿Nesha estaba siendo controlada?

—Natalie —pronunció su voz, de una forma un tanto robótica—. No tenemos mucho tiempo. Necesito que me digas todo lo que sabes sobre dónde estáis.

—¿Quién demonios eres tú? ¿Qué le está pasando a Nesha?

—Maldita estúpida —murmuró.

No entendía nada. Por unos segundos mi cabeza divagó por las posibles razones que explicaran lo que le estaba pasando a Nesha, hasta que caí en lo que no había sabido ver desde el principio. 

"Yo, con mis manos teñidas de la sangre más oscura, y mi alma desnuda ante el poder que tú hoy me das, juro darte mi más fiel lealtad. Te serviré en cada batalla hasta que la muerte de por acabada mi vida y endulzaré tu gloria para que tú y sólo tú llegues a la victoria decidida. Seré la espada que acabe con el enemigo si tú me dejas ser, seré la mano que ahogue en súplicas la vida de aquellos que no te dejan florecer, y seré tu más fiel halcón, dándote mis ojos para que puedas ver y mis garras para que puedas hacer temer."

Aquello no era más que un maldito juramento. Un juramento que permitía que la persona a la que le juraban lealtad les pudiese controlar.

—¿Agatha?

—Cierra la boca, maldita estúpida.

Nesha, o mejor dicho, Agatha en el cuerpo de mi amiga, alzó la cabeza y admiró sus manos esposadas contra la pared para seguidamente observar todo su alrededor.

—Estamos organizando un rescate, sólo necesitamos saber dónde os tienen.

—No lo sé.

—¿Cuántos son?

—No lo sé.

—¿Rehenes?

—He visto unas cinco chicas, pero creo que hay más personas aquí dentro. No sé más.

—¿Y se supone que tú eres nuestra salvación? —preguntó con asco. 

Antes de que me diese tiempo a responder escuché unas pisadas acercándose a la puerta. Mandé callar a Agatha, la cual hizo que Nesha volviese a cerrar los ojos, como si estuviese dormida. 




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