El legado 2: Tinieblas

40. Cuenta atrás

JADEN

 

Si bien el problema había empezado como una pequeña mancha, ahora, como era de esperar, había empeorado. Ahora aquello se extendía por casi todo el brazo de Natalie, y eso tan solo en una semana más. Ella me decía que no le causaba dolor, que no había nada malo en ello, pero se estaba mintiendo a ella misma. La observaba entrenar, analizaba sus movimientos, la fuerza de más que tenía que ejercer, sus movimientos patosos y lentos. La escuchaba maldecir en silencio y agobiarse ante su bajo rendimiento. Las cosas no hacían más que empeorar. 

—Si vas a babear por mi hermana al menos que no se note tanto —comentó Nolan colocándose a mi lado.

Lo observé de reojo, su comentario no causó nada en mí. Nolan no había vuelto hacer comentarios al respecto desde que se enteró del beso entre Natalie y yo. Si le molestaba lo que supuestamente teníamos, no se notaba. 

—¿No notas a Nat diferente? —inquirí.

Ambos nos encontrábamos en la entrada de la cabaña, observando como Natalie y Nesha entrenaban. Se me hacía raro ver como parecía que la castaña acertaba más en sus movimientos. 

—Estará cansada —respondió—. ¿O es que acaso no lo estamos todos?

Lo cierto es que yo también me había estado sintiendo muy cansado últimamente, pero sabía que lo de Natalie era diferente. 

—Sus movimientos son torpes, no se concentra lo suficiente. Ya lleva días recibiendo bastantes golpes porque no logra esquivarlos bien. 

Nolan frunció el ceño, como si no hubiese notado nada de lo que yo le acababa de decir. Entonces comenzó a andar hacia ellas, alejándose de mí. Lo seguí.

—¿Cómo vais, chicas? —preguntó, haciendo que estas pararan de entrenar. 

—Bastante bien —respondió Nesha entre jadeos.

—Eso lo dirás tú —comentó Natalie, apoyándose en sus rodillas.

—¿Tan cansada estás?

La pelinegra no respondió, cerró los ojos con fuerzas y, tras tomar una gran bocanada de aire se irguió y se fue hacia la cabaña.

—¿He dicho algo malo? 

No tardé en seguir los pasos de Natalie hasta mi habitación, que aunque habíamos vuelto a dar el cambiazo y ahora Reese volvía a dormir conmigo, ella la utilizaba por el baño muchas veces.

—¿Natalie? —cerré la puerta—. ¿Qué te pasa?

Se adentró en el baño y comenzó a quitarse la camiseta sin contestarme. Cuando dejó su piel al descubierto quise apartar la mirada. Me acerqué con cautela, observando como las venas de la parte baja de su cuello se veían ahora negras.

—Eso no lo tenías así ayer.

—Lo sé. 

—Natalie, me prometiste que intentarías hacer algo.

—¿Crees que acaso no lo he intentado? ¿Por qué crees que últimamente he estado acompañando tantas veces a Adey a Fénix? Intento buscar información sobre esto pero no encuentro nada. 

—Natalie, respira un poco...

—¡No puedo respirar! —exclamó, volviéndose hacia mí—. ¿No ves que esto no para de crecer? Apenas puedo mover bien este brazo, me siento una inútil. 

Esperé a que se calmara un poco para darle la vuelta y dejar que apoyara la espalda en el lavamanos. Observó sin decir nada como cogía su brazo e iba ejerciendo presión en partes de su piel. No paró de mostrar muecas de dolor. 

—Natalie.

—No digas nada, por favor.

—Sabes que esto no es bueno. Desde que te apareció lo sabías.

—Claro que lo sé, Jaden. ¿Pero qué quieres que haga?

—¡Pedir ayuda! ¡Te prometí no decir nada, y no sé si me voy a arrepentir de ello!

Sus ojos mieles se clavaron de mí, no vi nada en ellos, pero por alguna extraña razón me sirvió para tranquilizarme un poco. 

—En realidad...hay algo —murmuró.

—¿A qué te refieres con que hay algo?

—Ni siquiera sé si es verdad.

—Suéltalo —pedí, impaciente.

—Coe encontró y cree en la posibilidad de que mi magia sea tan escasa que necesite absorberla. 

—¿Cómo se absorbe la magia?

—No lo sé, jamás he hecho eso. Adey cree que no es factible eso, pero yo estoy en duda.

—¿Crees que quizá tú absorbes magia? —ella asintió—. ¿Y qué de bueno tiene eso en todo este problema?

—En que puede servir para revertir un hechizo. Tiene bastantes cosas buenas, lo ley en los libros. 

Una pequeña esperanza nació en mi interior. No quería ilusionarme más de lo debido.

—¿Pero estás segura de que puedes absorber magia? 

—No estoy completamente segura. Adey me hace dudar, dice que jamás ha conocido a un a hechicera con cualidades así. Dice que es casi imposible. 

—Casi imposible pero no imposible —dije—. Dime cómo podemos intentar que hagas eso.

—En los libros pone que se necesita de objetos mágicos o seres cargados de magia, es decir, seres sobrenaturales. Quizá pueda intentar con el colgante de Owen o de la pulsera de mi padre. Podría...

—Prueba conmigo —dije de repente.

—¿Cómo? —me miró como si estuviese loco—. ¿Contigo?

—Natalie, soy el Lobo Blanco, creo que eso me convierte en una de las fuentes de magia más grandes. ¿Qué me dices?

—¿Y si funciona y te hago daño?

—No vas a hacerme daño. Confía en mí. 

Natalie dudó, lo veía en sus ojos, en sus facciones. Ella quería decir que no, pero su miedo a que aquello empeorara la estaba poniendo entre la espada y la pared. 

—¿Jaden? 

Ambos escuchamos como Reese entraba, así que rápidamente salí del baño y cerré la puerta.

—Te estaba buscando —dijo cuando me vio—. ¿Está Natalie allí?

—Sí, ¿por qué?

—Os estamos esperando para cenar. Dejad de besuquearos y venid a comer.

Ya después de cenar y de acostar a los niños, pedí a Reese que esta noche me dejara dormir con Natalie. Cuando la pelinegra entró en mi habitación con un gesto de confusión le di dos suaves golpes al colchón, invitándola a tumbarse. 

—No sabía que me solías echar tanto de menos por las noches —bromeó ella, acercándose. 




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