El legado 3: El resplandor

2. Ave Fénix

ADEY

 

—No puedes marcharte.

—¿Por qué?

—¿Qué piensas hacer fuera? ¿Eh? ¿Adónde piensas irte?

Natalie había venido a buscarme para pedirme lo que más temía que pasara. Buscaba irse. Tras ella, Nolan y Jaden lucían como sus dos perros guardianes. No participaban en la conversación pero lo escuchaban todo.

—A cualquier sitio —respondió Nat. Tanto ella como yo nos dimos cuenta de la estupidez que dijo.

—Bien, si me das una buena explicación de lo que harás fuera de Fénix entonces te dejaré marchar.

—¿Que me dejarás marchar? —su mirada era crítica—. ¿Es que acaso soy una prisionera?

—No eres mi prisionera. Sólo estoy intentando protegerte, así que vamos. Dime que harás cuando salgas, dónde irás y cómo te buscarás la vida. Adelante. Deleítame con tu respuesta.

Me crucé de brazos, observándola con total atención. Ella frunció el ceño, quizá había notado cierta burla en mis palabras, pero me dio igual. Casi notaba como intentaba buscar cualquier idea válida. Los segundos pasaban, y la respuesta no parecía llegar.

—No tienes ningún hogar fuera de aquí —Nolan quiso hablar para desmentir lo que había dicho, pero con la mirada que le lancé le hice callar—. No tienes trabajo, nunca has trabajado. No has tenido vida laboral. Dudo que supieras sobrevivir al mundo que te espera ahí fuera.

—¿Piensas que soy una inútil? —su tono de voz mostró indignación.

—No es lo que intento explicarte, Natalie. Has vivido toda tu vida alejada del mundo, conforme te vayamos explicando lo irás entendiendo.

Ella apretó sus labios en una fina línea. Nolan y Jaden la observaban, seguro que estaban rezando para que cambiase de idea y decidiese quedarse.

—¿Y mis padres? —preguntó ella de repente.

Nolan se tensó. Se me hizo imposible no mirar al castaño, cediéndole la palabra.

—Mamá murió —explicó en un murmuro—. Murió hace casi dos meses.

Las facciones de Natalie se tensaron. Su mirada se perdió. Quizá no recordaba nada, quizá no lograba dar con los recuerdos, pero juré ver aflicción en su mirada.

—¿Cómo se llamaba? —preguntó de espaldas a él.

—Helen.

Jaden miró hacia el techo, tomó una gran bocanada de aire.

—¿Y mi padre?

—Tu padre murió hace tiempo. Apenas era un bebé cuando sucedió —expliqué esta vez yo.

—¿Cómo lo sabes? —habló Jaden—. ¿Acaso sabes quién fue su padre?

—Tengo ojos por todas partes. Ojos y oídos.

No pasé por alto la desconfianza que me mostraron sus ojos grises.

—Es más —dije, acercando mi mano a una de las manos de Nat. Agarré su muñeca, observando la pulsera que todavía llevaba—, esto es un regalo de él.

Sus ojos mieles analizaron el amuleto, acariciaron la mariposa azul. Sabía que estaba haciendo todo lo posible por recordar.

—Entiendo tu posición, Natalie, lo sabes bien. Si no quiero que te marches es porque no voy a permitir que tu vida vuelva a estar en peligro. Que seas un ángel, no te hace completamente inmortal. Una espada de diamante, bien clavada en tu corazón podría arrebatarte la vida, y entonces sí que no habría marcha atrás.

Con toda su atención todavía en su pulsera, dijo:

—¿Por qué parece que soy importante?

—Porque lo eres. Todavía no te hemos contado ni una octava parte de todo lo que debes saber. Así que hagamos esto. Tú te quedas aquí, vives en Fénix, te amoldas a los entrenamientos, a la vida aquí dentro y si llega un momento en el que no puedes más, yo mismo buscaré sacarte de aquí durante un pequeño periodo de tiempo, para que ordenes tus ideas —por fin me miró nuevamente a los ojos—. Pero primero inténtalo.

Su mirada me puso nervioso, saber que estaba pensando en la decisión que me iba a dar disparaba mis pulsaciones. Sin embargo, pude respirar con total alivio cuando finalmente asintió, no muy convencida.

—Está bien.

Le sonreí.

—Te dejo lo que queda de día para que te muevas dentro de Fénix como quieras. Antes de la cena te iré a buscar a tu habitación. Hablaremos entonces de tus entrenamientos.

—¿Entrenamientos? ¿De lucha?

Asentí.

—Eres una de las mejores guerreras que jamás he conocido, no te será difícil volver a entrenar.

Ella soltó una risa sin gracia.

—Me cuesta creerlo. 

Natalie terminó yéndose, y para mi sorpresa, Nolan se mantuvo quieto al lado de Jaden. Ambos estaban mojados, llenos de barro. El trueno que sonó de fondo me hizo recordar la gran tormenta que estaba cayendo.

—Me alegra saber que has podido calmarte —le dije, y realmente me alegraba.

—Nada que un par de puñetazos no puedan hacer —dijo él. Una de las comisuras de Jaden se alzó con timidez.

—No hace falta que os diga nada, ¿verdad? Podéis acercaros a Natalie, pero si os da señales de que no quiere veros, no la sigáis. Dejad que ella vaya a vosotros.

—¿Y si nunca viene?

—Debéis respetar lo que ella quiera.

Nolan asintió, un poco cabizbajo.

—Y ahora idos a ducharos, por favor. Dais asco.

 

 

 

(...)

 

 

 

NATALIE

 

Me estaba comenzando a agobiar. Ya no se trataba de todo lo que estaba pasando, sino de esa sensación que aparecía a cada rato, ese hormigueo en las yemas de mis dedos. No sabía por qué aparecía, pero era molesto.

Después de la charla que tuve con Adey, pasé un buen rato en mi habitación, sola. Aproveché a mirar mi reflejo en el espejo. Recordaba cómo era, pero cuando me miré, mi piel relucía como el mármol. Todas aquellas pequeñas pecas, manchas o lunares que yo había tenido por todo mi cuerpo, desaparecieron. Mi cuerpo era como un lienzo en blanco, y algo me decía que quizá tenía que ver con lo que ahora era. Un ángel.



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En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

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