El legado 3: El resplandor

5. Una mirada diferente

NATALIE

 

Sentía las manos de la enfermera tomarme el rostro y alzarme la barbilla. Ni siquiera la miraba y estaba segura que ella y su compañera se estaban intercambiando miradas de confusión por mi extraña herida. Era un ángel, debía haberse curado ya.

—¿Todo va bien? —cuestionó Cole tras ellas. Él y James se hallaban de brazos cruzados, mirándome.

—¿Habéis informado a Adey de esto? —preguntó la enfermera, analizando mi herida.

—Ya lo sabe.

—Me preocupa.

—Nos acabáis de decir que no es grave.

—La herida no lo es, le dejará una buena cicatriz pero nada más. Lo que más me preocupa es que no se haya sanado. No es normal.

Cole y James se miraron con nerviosismo y no dijeron nada más. Supongo que no sabían cuánto podían contar sobre lo sucedido.

Mientras me desinfectaban la herida, mi vista se perdió en la nada. No podía dejar de pensar en lo sucedido. En mi espada atravesando el torso de aquel hombre. En mis manos teñidas de sangre. En el olor. El caos. Y la muerte. Tampoco se me olvidaban aquellos nuevos recuerdos que cada vez que volvía a recordar me producían constantes pinchazos en la cabeza. Pero me daba igual, recordar a aquellas chicas, a Ámbar y a Cloe no me hacía sentirme tan mal pese a que tenía en mente también sus muertes. 

Dolía. Pero muchos de los recuerdos me transmitían paz.

Cuando salí de la enfermería con los chicos me sentí de lo más pequeña a su lado. Unas horas atrás me había ido sin siquiera mirarlos y ahora allí estaba, asustada y confundida.

—¿Has hablado con Adey de algo más? —preguntó Cole.

—¿De algo más?

—Supongo que todavía querrás irte.

Abrí la boca, pero las palabras no salían. James y Cole me observaron mientras avanzábamos por el pasillo.

—No sé...Yo no sé qué quiero.

—No te preocupes, Nat —dijo el castaño—. Supongo que tienes miedo. No estabas preparada para lo que te ha pasado, al menos la Natalie de ahora.

—¿Y la Natalie de antes?

Ambos sonrieron, pero fue James quién respondió:

—La Natalie de antes estaba preparada para cualquier cosa.

Lo hizo sonar como si antes yo fuera la persona más fuerte del mundo, y lo dudaba mucho.

—El otro día mencionaste a Ámbar —le dije a James—. ¿De qué la conoces si no vivías con nosotras en la central?

Cole pasó a mirar al rubio con curiosidad.

—Pues de qué la voy a conocer —rio—. De lo de siempre. Lo normal. ¿No?

—¿Qué? —Cole frunció el ceño—. Creo que lo que James intenta decir es que nos hablabas tanto de ellas que casi era como si también las hubiésemos conocido.

—¿Entonces jamás las conocisteis en persona?

—Yo sí —respondió James. Una diminuta sonrisa curvó sus labios—. Fui al primero de los siete que conociste. Allí nació lo de chica piedra.

Entrecerré los ojos.

—Algo me dice que no me fuiste de lo más agradable.

Su risa algo maligna pero divertida confirmó mis sospechas. A mitad del camino nos encontramos a Jaden en mitad del pasillo, con los brazos cruzados, como si nos hubiese estado esperando. Su mirada me heló al instante.

—Llegas a dar miedo, ¿lo sabías? —James lo observó de arriba a abajo—. ¿Qué haces allí parado?

Me observó, serio e intimidante.

—Buscaba a Natalie.

—¿A mí?

—Hasta donde yo sé te llamas Natalie, ¿no?

Lo fulminé con la mirada. Cole y James se comenzaron a alejar.

—Entonces os dejamos solos —dijo Cole, mirándome—. Búscanos si necesitas algo.

Ni siquiera me había dado tiempo a decidir si quería hablar con Jaden cuando ambos nos quedamos solos, el uno frente al otro.

—¿Y bien? ¿Qué quieres?

No movió ni un músculo cuando dijo:

—Noto poca ilusión en tus palabras.

—Me pregunto por qué será —ironicé rodando los ojos.

Me crucé de brazos al ver que no tenía pensado moverse. Pese a su fría expresión, vi como una de sus comisuras luchaba por no elevarse.

—Te va a dejar una buena cicatriz —dijo mirando mi herida—. ¿Te duele?

—No.

Asintió.

—¿Damos un paseo?

Alcé las cejas, extrañada.

—¿Un paseo? No pareces un chico de paseos.

—Y no lo soy.

Sus piernas comenzaron a andar a grandes pasos, cosa que me dificultó seguirle el ritmo al principio. Le seguí pese a que no tenía ganas de hablar, y mucho menos con él.

—¿Me vas a decir ya qué quieres? —inquirí, inquieta.

—Siento que no tienes muchas ganas de hablar conmigo.

—La verdad es que no —dije con total sinceridad.

Se paró en seco, obligándome a hacer lo mismo a su lado. Se volvió hacia mí y me miró con una intensidad que me hizo temblar internamente.

—Y sin embargo, aquí estás.

Antes de que me diera tiempo a abrir la boca, se disculpó un momento, pidiéndome que lo esperara allí. Solté un suspiro en cuanto me dejó sola y me apoyé en la pared, pues sentía mis piernas temblar. Fruncí el ceño, sin entender aquellas reacciones de mi cuerpo. 

Tardé en darme cuenta que tenía decenas de miradas sobre mí, de gente que iba y venía, de personas en otra salas que conectaban con el pasillo. Me sentí observada, y en busca de una salida, agarré el pomo de la puerta más cercana que tenía. En cuanto la abrí un poco, la oscuridad llegó a mí, demostrándome que estaba vacía. Al encendí la luz, mis ojos analizaron el cuarto infantil en el que me hallaba. Había estanterías llenas de libros, muñecos y peluches. En medio había una mesa pequeña y unas sillas del mismo tamaño de colores. Sobre la mesa se hallaba algún que otro lápiz de color y dibujos.

—Lo de quedarte en el sitio era muy complicado, ¿verdad? —le escuché decir a Jaden a mis espaldas. No le hice caso.

—¿Qué es esto?

—Una habitación.

Ante su para nada eficiente respuesta me giré hacia él.

—¿Qué clase de respuesta te esperabas?



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En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

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