El legado 3: El resplandor

6. Diferentes caminos

COLE

 

El rostro con el cual Nesha se nos presentó no me dio buena espina, es más, me preocupé al instante en el que noté que algo no iba bien. Incluso su silencio cuando salimos de allí me creó una cierta ansiedad.

Me llevó a su habitación, un lugar tranquilo y privado. Me senté en la cama sin dejar de observarla en ningún momento. Caminaba de un lado a otro, mordiéndose las uñas. No logré ver en ningún momento su contacto visual.

—¿Nesha? —no obtuve reacción—. Nesha, por favor. ¿Puedes mirarme y explicarme qué pasa?

Sus piernas dejaron de moverse. Nesha se quedó frente a mí, de perfil. Noté como sus ojos brillaban bajo la luz de la habitación. Me alarmé.

—Nesha —dije levantándome de la cama y acercándome a ella.

La castaña reaccionó, negando levemente con la cabeza y alejándose de mí.

—No —murmuró.

—¿No? ¿No, qué? ¿Puedes decirme qué te pasa? —tragó saliva—. ¿De qué querías hablar conmigo?

Tras un largo silencio, por fin sus ojos grises me miraron, mostrándome el dolor que había en ellos. Su primera lágrima se clavó hondo en mi corazón, y no pude hacer otra cosa que acercarme nuevamente a ella, y acariciarle el rostro con una de mis manos. 

—Dime qué necesitas y yo te lo daré, Nesha. Dime qué necesitas y te ayudaré.

Por una razón que desconocí, algo empeoró. Sus lágrimas comenzaron a empapar sus mejillas ahora rojas mientras el llanto que quería contener se atascaba en su garganta. Sólo necesitaba que me lo dijera, que me dijera qué le hacía tanto daño y yo la ayudaría. Siempre había sido así. Nesha sabía que pese a cualquier cosa siempre obtendría mi ayuda, y mucho más que eso. Era curioso cómo en tan poco tiempo había conseguido meterse en mi cabeza las veinticuatro horas del día. Jamás nadie había conseguido llegar a tanto.

Cerró los ojos con pésame y muy lentamente separó mi mano de su piel. Aquel gesto me confundió.

—Lo siento, Cole —murmuró ella—. Pero no puedo.

—¿Con qué no puedes?

Su mirada apagada. Sus lágrimas. Estaba mal y sentía que esta vez no podía ayudarla.

—Con esto, Cole —respondió con la voz entrecortada—. No puedo seguir con...esto. 

Al principio no lo entendía, pero después...después comprendí todo. Algo en mí se enfrió cuando entendí el sentido de sus palabras. Muy internamente comencé a negarlo. No, no podría referirse a lo que yo estaba pensando.

—Lo siento, Cole. Pero esto no es lo que yo siento —dijo agarrando mi mano—. No así.

Me quedé paralizado. Miré nuestras manos entrelazadas y, tras unos segundos, la solté. Nesha se mordió el labio. Sabía que estaba intentando aguantar el llanto.

—¿Cómo que no puedes? —dije en un tartamudeo. Mi nerviosismo y mi confusión se estaban apoderando de mí.

—No puedo darte lo que estás buscando. Por mucho que quiera, no puedo.

—Yo pensé...Pensé que todo era correspondido.

Nesha no se atrevió a negarlo, pero lo entendí a la perfección. ¿Entonces todo lo que yo pensé que era no lo era en realidad?

Me alejé de ella unos pasos ante la vergüenza que sentí en cada poro de mi piel. Ya no sólo eran los sentimientos que no me estaban siendo correspondidos, sino la incomodidad que tuvo que estar sintiendo todo aquel tiempo.

—Si pudiera elegir habría elegido amarte, Cole —su voz sonó a mis espaldas—. Pero no puedo. Es algo que se escapa de mi alcance —sus manos acariciaron mis hombros tensos—. Pero no te mereces mi confusión, por eso prefiero decírtelo y no alargarlo más —soltó un suspiro—. Te prometo que lo intenté.

Espaldas a ella, me permití llorar. Le permití a mis lágrimas pintar sus surcos por mis mejillas. Le permití a mi cuerpo temblar. Sus palabras no eran materiales, pero actuaron como tal, como miles de dagas clavándose en mi corazón. Y no porque sus palabras llevaran maldad, porque no fue así, sino porque aquella declaración acabó con toda la vida que había planeado junto a ella. Sus palabras acabaron con cualquier esperanza entre los dos.

Sentí como sus manos temblaban sobre mis hombros y como su frente se apoyaba en mi espalda. Era increíble como a sabiendas de que sentía mi corazón roto, me dolía mucho más saber que aquello también le dolía a ella.

—Mereces a alguien que te sepa amar. Que lo haga sin ningún esfuerzo. Mereces a alguien con quien puedas ser feliz, Cole. Y yo no soy esa persona.

¿Cómo podía decirle que me daba igual? ¿Que yo quería que fuera ella? ¿Que no quería a ninguna chica más? Pese a que quise decírselo, opté por no hacerlo, pues habría sido algo egoísta y yo no quería ser así. No quería atarla a mí.

Tras un breve silencio, se separó de mí, no sin antes depositar un beso en mi espalda. Finalmente se fue. 

 

 

(...)

 

 

 

NATALIE

 

El silencio se adueñó de la sala. Todos contemplaron callados como Owen me miraba con sorpresa en sus ojos. Yo, sin embargo, no sabía muy bien cómo reaccionar. Recordaba el nombre de aquel pelirrojo, incluso algún vago recuerdo, pero por lo demás, no sabía quién era.

—¿Nora?

¿Nora? ¿Por qué me llamaba Nora? El chico comenzó a caminar hacia mí con cautela, como si temiera que aquello no fuese real. Cuando quedó delante de mí, agarró mi rostro, acariciando con su pulgar mi herida del ojo, y tras dudar unos segundos, me abrazó.

Me quedé estática, algo incómoda por aquel extraño acercamiento. Intenté visualizar los pocos recuerdos que me venían de aquel extraño para intentar destensar mi cuerpo y familiarizarme con sus brazos. Mi mirada se fue sin querer hacia Jaden, que miraba la escena con una expresión indescifrable. 

Cuando Owen se separó, James, que se había acercado muy sigilosamente hacia nosotros, lo apartó del pecho un poco más de mí.



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En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

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