El legado 3: El resplandor

14. Un recuerdo doloroso

NATALIE

 

No supe a la velocidad a la que iba el tiempo hasta llegamos a las deseadas Navidades. Seguimos entrenándonos para no desacostumbrarnos, y cuando los demás hacían vida en el salón y hablaban, yo me encerraba en mi habitación e intentaba hacer cualquier cosa para averiguar el motivo por el cuál el libro estaba en blanco.

Había estado tan ocupada con el libro, que ni siquiera me percaté de lo mucho que me había estado alejando de los demás. Cuando escuché risas en el salón, fuertes y vibrantes, una enorme tristeza me abrumó.

Cerré el libro de golpe, negada a seguir mirando por hora páginas en blanco que no parecían ofrecernos ninguna ayuda. Me agarré la cabeza con ambas manos y cerré los ojos. De repente el corazón me empezó a latir con demasiada fuerza.

La mayoría estaban abajo, riéndose. Se les notaba algo más felices. Yo quería divertirme. También quería reírme.

Estuve tan absorta en mis pensamientos que me costó reaccionar cuando se abrió la puerta. Afortunadamente no entró ni Nesha, ni Coe, ni Amed, quienes no sabían nada del libro todavía. Nolan clavó sus ojos verdes en mí, y tras cerrar la puerta, se acercó.

—Hoy tampoco has comido.

—Comeré más tarde —dije, volviendo a abrir el libro. Solía hacer eso, centrarme de nuevo en aquellas hojas blancas, como gesto de despedida. Normalmente se iban y me dejaban estar tranquila. Pero Nolan no hizo eso.

Se acercó al escritorio de mi habitación, donde me hallaba sentada.

—Llevas semanas con esto, Nat.

—Necesito saber por qué no hay nada escrito. Tiene que haber una explicación.

—¿Y Adey? ¿No sabe nada?

Me encogí de hombros.

—Cuando entreno por las mañanas con Elaine él se lleva el libro e intenta hacer algo, pero no avanzamos.

Y hablando de Elaine, ni yo me había atrevido a hablar del tema de su recuerdo, ni ella parecía querer hablar de ello. Quizá sería mejor así.

—Creo que deberías tomarte un descanso.

—Un descanso —repetí.

—Sí. Casi no te relacionas con nosotros. Vives encerrada en tu habitación.

—¿Y para qué querría salir de mi habitación? Aquí tengo la suficiente privacidad para intentar estudiar...

—¿...páginas en blanco? ¿Y cómo narices se estudia eso?

Solté un suspiro lleno de cansancio.

—Quería darte una cosa —hasta que no dije eso, no me giré a mirarlo a mi lado. Vi como tenía en sus manos lo que parecía ser una foto—. Quería que la vieras.

Cuando Nolan me dejó ver la fotografía, mis ojos dieron a parar primero en la figura más central y de menor tamaño que las demás. Era yo. Verme en aquella fotografía hizo que la piel se me erizara y que los ojos, por una razón que desconocía, se humedecieran. Era más pequeña, seguramente era de hacía un año atrás. No tenía la media melena de ahora, tenía el pelo largo. Estaba más pálida y ninguna cicatriz decoraba mi ojo. Tenía las mejillas algo sonrojadas, parecía una muñequita.

A mi lado derecho estaba James, con una perfecta sonrisa, como si se estuviera riendo. Tenía uno de sus brazos detrás de mí, en el respaldo del sillón. Al otro lado estaba Jaden, no iba a mentir, quizá me quedé observándolo más de lo normal. Estaba con sus manos entrelazadas tras su nuca. Sus labios estaban apretados, parecía querer retener una sonrisa. Se le marcaba la nuez de la garganta. Estaba hermoso.

Encima de nosotros estaba Landon, estirado sobre nuestras piernas, riéndose. Se me hizo extraño verle con el cabello azul. Sin duda se veía mucho mejor con su pelo natural. Era mucho más él.

Detrás del sillón estaban Reese, Nolan y Cole de pie. En medio, Cole parecía reírse seguramente porque Alex estaba subido a su espalda. A un lado del castaño, estaba Nolan, recto, con las manos tras su espalda.

—Estás muy serio —dije.

Y por último, al otro lado, Reese aparecía con una ceja enarcada. Su sonrisa era maliciosa.

Fue curioso ver lo mucho que habíamos cambiado la mayoría, aunque en un caso se me hizo más triste. Me dolía ver la sonrisa de Alex de la foto. Apenas lo había visto reírse.

Miré la foto otra vez, nos repasé a todos, buscando quedarme con cada gesto, cada sonrisa y cada mirada.

Necesitaba inmortalizar esa foto en mi mente. 

Cuando dirigí mi mirada a Nolan, este me sonreía con una ternura que tocó en lo más hondo de mi corazón.

—Quédatela, tenemos algunas copias más de esa foto.

—¿Seguro? —pregunté, dudosa.

—Sí —asintió.

—Pero es tuya.

—En realidad no —tragó saliva—. Era de mamá. Es la que tenía en su habitación.

Negué.

—Entonces no —dije, quería devolvérsela pero Nolan no la cogió—. Esta foto tiene mucho valor sentimental. No puedo, Nolan.

—Quédatela —insistió—. Quiero que te la quedes.

Se alejó de mí, mostrándome que no iba a quedársela él. Tras un largo silencio, solté un suspiro.

—Gracias.

—De nada —dijo, sonriéndome—. Pero no sólo venía para esto. Alex y Landon quieren decorar la casa. Por eso me gustaría que bajaras, que te alejaras un rato de ese libro y que pasaras un rato con nosotros.

Miré el libro, cerrado sobre la mesa, y después volví a mirar a Nolan.

—Está bien —cedí.

Quizá me vendría bien darme un respiro y estar un rato con los chicos. Tras esconder el libro y salir de mi habitación, intenté deshacerme de todo el estrés que tenía. Debía estar sonriente con ellos, no les quería amargar con mis caras largas.

Cuando llegué al salón, me encontré con un espectáculo de cajas esparcidas por todos lados.

—¡Natalie! —exclamó Landon al verme—. ¡Por fin sales de tu cueva!

A su lado Alex parecía estar ayudándole a sacar la decoración de Navidad. En el sillón Jaden, Reese y Cole no parecían estar muy ilusionados por decorar la casa. Vi a través del cristal a Amed y a Coe, los cuales parecían estar utilizando su tiempo en entrenar.



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En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

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