El legado 3: El resplandor

16. Más que magia

JADEN

 

Un agudo dolor me recorrió las extremidades cuando sentí que empezaba a despertarme. Mis brazos gritaban de dolor, y en general todo mi cuerpo se sentía entumecido. El olor a sangre ayudó poco a poco a que mis sentidos se despertaran.

Comencé escuchando ruidos a lo lejos, parecían voces, pero no estaba seguro. Cuando mi cerebro comenzó a procesar la información que le estaban facilitando todos mis sentidos, recordé de forma brusca, como el golpe de un latigazo, lo último que había ocurrido.

Abrí mis ojos de golpe, pese a que los sentía demasiado pesados, y enfoqué mi visión. Tardé unos pocos segundos en analizar lo que parecía la planta de una pequeña fábrica vacía. Las tonalidades grises y la falta de luz hacían que se me dificultará buscar algo que me pudiera dar cualquier pista para saber dónde demonios estaba.

Cuando quise levantarme entendí el porqué del dolor y la tensión que sentía en absolutamente todo mi cuerpo. Tenía los brazos atados, estirados por unas fuertes cadenas hacia arriba, lo que me impedía bajarlos o moverlos. Yo estaba de rodillas en el suelo, con los tobillos atados, impidiendo que pudiera levantarme.

Hice fuerza con mi cuerpo y tiré de mis brazos al mismo tiempo, como si así pudiese escapar. Pero no. No podía.

Algo húmedo se resbaló de mi rostro hacia el suelo, creando el ruido de una gota cayendo al agua. Ante mí había un charco de agua sucia con rastros de sangre. De mi sangre. Tenía uno de mis pómulos algo hinchados, un corte en el labio y la nariz ensangrentada.

Las voces de antes las escuché más nítidas, seguramente acercándose. Unos metros a mi derecha había una puerta, la única abierta, que llevaba a una sala poco iluminada. Debía salir de allí.

Alcé mi cabeza hacia arriba, observando las cadenas que me mantenían atado. Posiblemente si me convertía podría romperlas y escapar. Un ruido lejano tensó mi cuerpo y observé nuevamente la puerta abierta. Tenía que hacerlo ya.

Fijé mi mirada en el suelo grisáceo y le pedí internamente a mi que hiciera un esfuerzo. Con la magia creciendo en mi interior, esperé unos segundos hasta que se acumuló toda, y cuando procedí a soltarla…Nada pasó. Mi cuerpo no se había transformado como siempre sucedía. Volví a mirar las cadenas.

—Son antimagia, querido —escuché decir a una voz a lo lejos.

Maldije antes de llevar mi mirada hacia delante, donde a lo lejos observé una figura femenina caminando hacia mí. Estaba tan oscuro que no supe de dónde había salido. Conforme se iba acercando, observé más personas tras ella. Estas se pararon a unos cuantos metros y comenzaron a trazar figuras extrañas en el suelo.

Cuando ella se acercó, tuve que alzar mi cabeza para poder mirarla. Hera me sonrió.

Las pocas veces que la había visto se había solido mostrar con expresiones frías y distantes, como una persona seria y desgraciada, pero ahora la cosa había cambiado. Ahora ella me sonreía de forma victoriosa, como quien sabe que ha ganado mucho antes de empezar a jugar.

—Quién me iba a decir que un ser ordinario como tú tendría algo tan prometedor.

De entre la oscuridad surgió otra figura que caminó hacia nosotros, hasta posicionarse al lado de Hera.

—¿Isac?

Él sólo sonrió.

—Álzalo —le ordenó Hera.

Isac pasó por mi lado y comenzó a tocar una serie de trastos detrás de mí que segundos después hicieron que mi cuerpo se comenzara a elevar. Ahogué un grito cuando mis brazos sintieron todo el peso de mi cuerpo. No pude colocar mis pies en el suelo hasta que no me elevaron lo suficiente para quedar de pie, con los brazos todavía atados y tirantes.

Hera, manteniendo todavía su sonrisa, pasó su pulgar por mi frente sudada.

—Será un inmenso regalo para mí ver cómo se romperá cuando le envíe tu cabeza en una caja.

Sabía bien a quién se estaba refiriendo. La bilis subió por mi garganta sólo de imaginar a Natalie con el rostro húmedo y los ojos rojos y llorosos.

—La has imaginado, ¿verdad? ¿No es una imagen preciosa? —soltó una risa perversa—. La debilidad humana retratada en una simple escena. Es maravilloso.

Isac volvió a aparecer a su lado.

—¿Siempre has sido así de callado? —Hera me agarró de la barbilla para girar mi cabeza hacia los lazos, observando mi rostro.

Antes de que siguiera toqueteándome, me aparté con un brusco movimiento. Su sonrisa no cedió. Cuando volví a centrar mi mirada en las mujeres y hombres que trazaban figuras sobre el suelo, el miedo se apoderó de mí. Hera siguió mi mirada.

—Estás a punto de ser espectador de uno de los rituales de magia negra más poderosos.

—¿Qué están haciendo? —pregunté a regañadientes.

—¿Ellos? Sólo están preparando las fichas del juego —sonrió, mirando a Isac. Cuando ancló sus ojos en los míos, sus pupilas se dilataron—-. Yo me encargaré de moverlas y de hacer que todo encaje.

Una mujer la llamó y Hera no tardó en ir. Isac la observó alejarse mientras se colocaba a mi lado.

—¿Por qué haces esto? —le pregunté—. ¿Por qué luchar por ella?

Isac no respondió.

—¿Qué pretende hacer?

Una vez más, hizo caso omiso a mi pregunta. Analicé los signos desconocidos que trazaban en el suelo y la cantidad de personas que presenciaban la escena. Inquietado, comencé a pensar en lo que Hera buscaba hacer.

Un ritual…

Recordé lo que me había dicho Isac con la figura de Reese y entonces lo entendí todo.

Ella te absorberá toda tu magia hasta que no quede nada valioso en ti.

—Piensa absorber mi magia, ¿verdad? —miré a Isac, quien no reaccionó—. Eso es lo que va a hacer.

Una sonrisa burlesca curvó sus labios. Aquello fue la afirmación que necesitaba para saber que había dado en el blanco.

Y cuando no le sirviera para nada más, se encargaría de utilizarme para exterminar a todos los licántropos del mundo.



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En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

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