El legado 3: El resplandor

18. Ojalá parar el tiempo

NATALIE

Owen había cambiado demasiado, y no me había dado cuenta hasta ahora que por fin podía recordarlo. Tenía una barba de apenas unos días que cubría su mentón y que lo hacía lucir algo más maduro. Su pelo rojo también estaba más largo. Incluso su cuerpo estaba algo más tonificado, aunque eso supuse que se debía a sus ahora entrenamientos en Fénix.

Estaba entrenando con su clase. Con un bastón de combate, hecho de madera, copiaba los mismos movimientos que hacía su instructor. Lo noté algo perdido pero por su expresión de concentración sabía que estaba intentándolo de verdad. 

Cuando se les dio un descanso, Owen llevó rápidamente su mirada hacia Adey y yo. En cuanto lo vi acercarse a mí con una sonrisa, me adelanté y corrí a darle un fuerte abrazo. Al principio se quedó estático cuando rodeé su cuello con mis brazos. Es más, no reaccionó hasta que me separé de él y vio mi gigantesca sonrisa.

—¿Estás bien?

—Estoy más que bien —le aseguré. 

—¿Segura? —preguntó, extrañado.

Yo asentí. Adey se acercó a nosotros.

—Natalie ya recuerda.

Sus palabras hicieron que los ojos de Owen se abrieran debido a la sorpresa. Me miró al instante, para corroborar lo que Adey le acababa de comunicar. Yo asentí. Entonces fue él quien me abrazó con fuerza, elevándome del suelo. 

Cuando me dejó de nuevo en el suelo, sus ojos marrones brillaron eufóricos.

—¿Absolutamente todo? ¿Recuerdas todo?

—Todo —le aseguré, riéndome.

—Bueno, princesa —carraspeó Adey—. Avísame si necesitas algo —dijo a modo de despedida.

Antes de darse la vuelta me guiñó el ojo. 

—¿Y cómo? 

Tenía tantas cosas que explicarle y contarle que iba a necesitar un sitio más privado que aquel. Unos muchachos pasaron por detrás de Owen, uno de ellos le revolvió el pelo. Owen se giró y alcanzó a darle con el bastón en las piernas. Los tres, incluido Owen saltaron en risotadas.

—Vaya. ¿Nuevos amigos?

Owen volvió a mirarme, apoyó el bastón en el suelo y su barbilla en la punta de ese. 

—Eso parece.

—No lo sabía. Me alegro mucho, Owen —dije con mi más total sinceridad. 

Owen no dejó de sonreírme ni de mirarme. 

—¿Te queda todavía mucho tiempo de clase?

—¿Por qué?

—Para esperarte. Creo que tenemos mucho de lo que hablar ahora que por fin estoy entera, con recuerdos incluidos —bromeé. 

Owen miró a su instructor y después a mí.

—Hablemos ahora.

—¿Ahora? Pero tu clase no ha terminado.

—No pasará nada por perderme la media hora que queda —dijo dejando su bastón de combate apoyado en la pared—. No podría decirte que no, de todos modos.

Decidimos que ir a su habitación sería el sitio más privado que tendríamos para hablar. Mientras él se cambiaba de ropa en el baño, yo me senté en su cama a la espera de que saliera. 

No sé durante cuánto tiempo estuvimos hablando. ¿Una hora? ¿Dos? El caso es que en todo momento tuvimos algo de lo que hablar, la mayoría fue sobre mí. Owen quiso saber toda la verdad que nunca le dije sobre mi vida, desde los pocos recuerdos que tenía con Nolan y Helen de pequeña hasta ahora. El ambiente fue como una atracción rusa, lleno de subidas y bajadas, de temas delicados y de temas de los que pudimos sacar provecho para reirnos un rato. 

Había querido mucho a Owen, tanto que me había dolido no haberle dicho la verdad nunca. Por ello siempre supe, y creo que lo seguía pensando, que él nunca se había enamorado de Natalie Johnson, sino de Nora. Una chica rota y con la necesidad de buscar focos de luz que alejaran la oscuridad de ella. 

Cuando dejé de hablar, con la garganta algo seca, Owen se quedó fijamente mirándome. Sabía que ahora tenía toda o al menos casi toda la información de mi vida en su mente, yendo y viniendo. Probablemente le costaría procesar todo. 

Lo único que no le había contado había sido lo que había pasado aquella noche respecto al libro. Ni siquiera me había dado tiempo a contárselo a los chicos, pues en cuanto me desperté tuve la necesidad de ir a ver a Owen. 

—Tu vida ha sido una auténtica locura —fue lo primero que dijo. 

—Cuando te acostumbras no lo ves tan loco. 

—Lo siento, yo todavía me estoy acostumbrando a esto de ser un brujo, ¿sabes?

Solté una carcajada. 

—¿Es muy difícil?

—Bueno, tengo pegado al culo a tu amigo Adey casi todo el día. Pero por lo demás todo va bien.

—¿Tan pegado al culo lo tienes?

—Creo que le da miedo que queme algo otra vez. 

Había estado riéndome tanto que me dolía la mandíbula. Incluso en aquella situación, sabiendo que Owen formaba parte de mi mismo mundo, era todavía una de las únicas personas que me hacían sentir normal por pequeños momentos. 



#8231 en Fantasía
#18704 en Novela romántica

En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.