El legado 3: El resplandor

19. Locuras de enamorados

NATALIE

 

Paz. Eso es lo que se respiraba en la habitación.

Llevábamos una semana y media en Francia. Sí, Francia. Una amiga de Adey de la coalición nos había ofrecido un sitio en el que estar durante el tiempo que necesitáramos. Durante estos días retomamos los entrenamientos, más duros y estrictos. Por otro lado, Jaden y yo habíamos tenido mucho más tiempo juntos para disfrutar. Y para disfrutarnos.

Me removí en la cama eso hizo que el brazo de Jaden, aferrado a mi cintura, me acercara más hacia él. Sonreí.

Unos minutos después agarré su brazo y lo aparté de mi cintura con cuidado, intentando no despertarlo. De la misma forma me levanté de la cama y cogí mi camiseta blanca que estaba en el suelo y me la puse.

Me giré para mirar a Jaden, tan tranquilo y relajado sobre el colchón. Dormía de lado, con su brazo derecho algo más estirado, como si hubiese buscado volver a tomarme de la cintura. La sábana le llegaba por la cintura, dejando ver los trazos de tinta negra que se extendían por su brazo izquierdo y por la mitad de su torso. Me dieron ganas de peinar su cabello blanco hacia atrás pero me resistí, no quería despertarlo.

Estiré la camiseta blanca que Jaden me había dejado lo más posible y posé mi mirada en el gran espejo que teníamos en la habitación. El sitio que nos había dejado aquella chica, Arianne, era como un hotel rural, y digo como porque en realidad lo utilizaba como una pequeña base. Era grande, pero no había más de cien personas allí.

Nuestra habitación era gigantesca, de una reluciente madera. A un lado teníamos un baño privado y al otro un gran espejo que cubría la mayor parte de la pared. Cuando me acerqué a este, admiré mi reflejo de pies a cabeza. Mi cabello volvía a sobrepasar un poco mis hombros desde la última vez que me lo había cortado estando en Scorpion. Mi tez ya no tenía la misma palidez que hacía un año, mis mejillas tenían un ligero color que ayudaba a darle más vida a mi rostro.

Para cuando me fijé en la cicatriz de mi ojo izquierdo algo en mi flaqueó. Yo no solía ser una chica muy insegura. Me gustaba mi cuerpo, lograba incluso admirarlo. Por eso se me hizo raro ver mi cicatriz como si pudiera ser un defecto en mí.

—No, Natalie.

Me giré en cuento escuché la voz ronca y adormilada de Jaden. Abrí la boca para darle los buenos días pero no me dejó hablar.

—Sé lo que estás pensando.

Rodé los ojos y me di la vuelta de nuevo hacia el espejo para que no se viera mi sonrisa.

—Cómo no.

A través del espejo observé cómo se colocaba los calzoncillos y se levantaba para venir hacia mí. Su cuerpo se pegó a mi espalda y seguidamente apoyó su barbilla en mi cabeza, mirando mi reflejo.

—¿Mmm? —murmuré, queriendo saber qué le había hecho venir tan rápido hacia mí.

—¿Qué te mirabas tanto?

—¿Acaso no puedo hacerlo? ¿Es un delito?

—Si fuera un delito creo que estaría condenado a pena de muerte —bromeó, sacando a relucir sus hoyuelos cuando sonrió.

Rodé los ojos, disimulando el rubor de mis mejillas.

—Te mirabas la cicatriz, ¿verdad? —asentí levemente. Ya no me sorprendía que supiera todos mis pensamientos con tan solo mirarme.

—¿Crees que me hace ver mal o que...?

Jaden no me dejó terminar la frase, me dio la vuelta hacia él. Con una mano me agarró de la cadera y con la otra acarició mi cicatriz de arriba a abajo. Parecía embelesado mientras lo hacía. Finalizó acariciando mi ceja.

—¿En serio acabas de hacer la pregunta que acabo de escuchar?

—No quiero que me veas mal.

Jaden echó su cabeza hacia atrás y miró al techo, como si suplicara paciencia.

—¿Cómo te voy a ver mal? —sus ojos conectaron con los míos de nuevo—. ¿Tú te ves mal? ¿Te provoca algún tipo de inseguridad?

No sólo se suavizaron sus facciones, sino que también su tono de voz. La forma que tuvo de preguntarme aquello me hizo derretirme de amor. Parecía realmente preocupado por mí.

—Sé sincera.

Miré mi reflejo sobre mi hombro.

—Se me hace raro.

—¿Pero te ves bien?

Jaden se separó de mí y se colocó enfrente, al lado del espejo con los brazos cruzados. No disimuló su mirada hambrienta sobre mí.

—Mi ego dice que me veo bien con todo.

Él soltó una carcajada que hizo vibrar cada molécula de mi ser.

—Dile a tu ego que le doy toda la razón.

Con una sonrisa gigantesca me acerqué a él. Su sonrisa se ensanchó de una forma coqueta cuando coloqué mi mano sobre su pecho y le miré a los ojos. Mi magia se revoloteó al tenerlo tan cerca, así que voluntariamente dejé que mi mano brillara sobre su pecho desnudo.

—¿Dónde ha quedado el témpano de hielo que conocí hace un año?

—Hace mucho que se derritió.

Agarró mi mano que había apoyado en su pecho y tiró de mí hacia el baño.

—Oh, no —negué—. No me voy a duchar contigo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—¡Te duchas con agua helada en pleno invierno!

—Siempre me ducho con agua fría.

—Yo necesito agua caliente.

Jaden rodó los ojos.

—Está bien. Haré una excepción esta vez.

Se acercó a la ducha y abrió el grifo, el agua comenzó a salir. En cuanto me miró y vi aquel brillo perverso en su mirada, supe lo que iba a hacer. Me di la vuelta para irme, pero fue más rápido. Rodeó mi cintura con su brazo y me elevó. Me metió con él a la fuerza y me colocó bajo el agua.

—¡Jaden! —chillé—. ¡El agua! ¡Quema, quema, quema!

Tal como supuse, no tardó en cerrar el grifo. Me miró con preocupación.

—¿Estás bien?

Sonreí. Antes de que pudiera detenerme cambié las tornas y lo coloqué a él bajo el agua antes de volver a abrir el grifo. Cerró los ojos cuando su cabello blanco, ahora mojado, le tapó los ojos.

—Eres una embustera.

—Lo sé —reí.

Abrió sus ojos, los cuales repasaron la forma en que la camiseta blanca se me pegaba al torso y a mi pecho desnudo. Noté la tensión en sus facciones y en su cuerpo en cuanto alzó la mirada hacia mí rostro.



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En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

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