El legado 3: El resplandor

21. Sin debilidades que valgan

LANDON

 

—Ay, ay, ay. ¡Auch!

—Joder, Landon —gruñó James—. ¿No ves que te estoy intentando ayudar? Vamos, camina.

—¡Me haces daño! ¡No puedo caminar tan rápido!

James desistió en su intento de ayudarme. Me soltó y se alejó unos pasos de mí.

—Pues anda tú solito.

—Rencoroso —solté, cruzándome de brazos.

Mi equilibrio falló, me tambaleé hacia un lado, pero por suerte pude apoyarme en la pared. James esbozó una sonrisa burlesca.

—¿Necesitas ayuda?

—¡Por supuesto que necesito ayuda! ¿No ves que me duele demasiado el pie?

—Es que a quién se le ocurre —bufó James—. Que quieras que dicha persona te rompa en la cama lo acepto, ¿pero que te rompa entrenando?

Mis mejillas se encendieron al instante. Intenté alargar mi brazo para pegarle, pero James dio un paso hacia atrás con una sonrisa divertida y maligna.

—¡Llevas así toda la semana! —le chisté—. ¡Deja de hacer esos comentarios!

Pero James no dejó de sonreír. Sus ojos grises brillaron con diversión.

—Ahora en serio, Landon, voy a tener que obligar a Coe a pagarme por los daños que te ha hecho.

—¿No debería pagarme a mí?

Nop —negó—. Soy yo el que te soporta y el que te tiene que cuidar, sin duda los daños me los llevo yo.

Le fulminé con la mirada.

—Y no me digas que no. Llevo desde la mañana ayudándote a ir de un sitio a otro.

—Es tu obligación.

—¿Mi obligación? ¡No soy tu niñera!

—Pero sí mi mejor amigo.

Le mostré mi mejor sonrisa junto con unos ojitos de corderito, pero fue imposible hacerle cambiar de opinión.

—De acuerdo, entonces voy a recurrir a tirarme en medio del sillón y a gritar. Gritaré mucho.

—No harás eso —al parecer no se lo tragó. Se cruzó de brazos—. Vas a despertar a mucha gente, y seguro que te has percatado de lo amargados que están estos franceses.

Yo sonreí. Y él se asustó.

—Para —ordenó—. No hagas nada.

—¿Ahora sí me crees?

Chasqueó la lengua.

—Conozco bien esa mirada —a regañadientes se acercó a mí y volvió a dejar que me apoyara en él—. Admito que me habría gustado dejarte tirado aquí, el espectáculo habría sido increíble.

—Pero me quieres demasiado como para hacerme algo así —bromeé mientras avanzábamos.

—No —rio—. Es que quiero irme ya a dormir. Con todas estas mierdas uno no puede dormir ni sus trece horas diarias.

La verdad es que había sido impresionante ver como James se adaptaba a un horario muy contrario al suyo. Él amaba dormir, dormía más que vivía, y con los entrenamientos era imposible que pudiese dormir tanto o hacer el vago. Para ser sincero, no pensé que James pudiese acostumbrarse, pero una vez más me había sorprendido.

James me soltó cuando por fin llegamos a la habitación que él y yo compartíamos.

—¿Vas a cambiarte tú solo de ropa o resulta que ahora te has roto los brazos?

Solté una risa.

—Con eso puedo yo sólo.

James se dio la vuelta con la intención de cerrar la puerta, pero entonces apareció una figura conocida que hizo aparecer una sensación cálida en mi pecho. Y también en mis mejillas.

—Vaya, Coe —James le sonrió—. ¿Vienes a ayudar al tullido?

Mostró unos dientes perfectos cuando sonrió en un gesto divertido. Cuando su mirada se chocó con la mía, su sonrisa se hizo algo más pequeña, pero de alguna manera, mostraba un sentimiento más grande. No me salió decirle nada.

—Vale, entiendo —James nos miró a ambos—. Este es el momento en el que yo digo que me he olvidado los apuntes de matemáticas, ¿verdad? —con un gesto animó a entrar a Coe en la habitación. Cuando él salió me guiñó el ojo—. Ahora vuelvo, portaos bien.

Cuando se escuchó el ruido de la puerta cerrándose fue cuando mis nervios crecieron. Coe no se movió de su sitio, pero tampoco dejó de mirarme. Jamás pensé que mirar a una persona a los ojos transmitiría tanta adrenalina.

Finalmente se movió y se acercó hasta mí. Se agachó y agarró mi pie izquierdo, el que me dolía. Entonces reaccioné.

—Vaya, que maleducado por mi parte —reí con nerviosismo—. No te he dicho hola.

Coe alzó su mirada hacia mí. Sonrió.

—Hola —murmuré.

Aunque él no lo dijo, supe que en ese instante me estaba devolviendo el saludo.

Me quitó el zapato y bajó un poco mi calcetín para poder observar mejor mi tobillo.

—Sí, lo tengo un poco hinchado. Pero estoy bien, tranquilo, no…¡Auch!

Volvió a mirarme, esta vez un poco preocupado. Apartó su mano de mi tobillo.

—Vale, eso ha dolido un poco.

Y entonces volvió a sonreír. Y yo hice lo mismo.

—Pero en serio, estoy bien. Sólo un par de malos gestos en el entrenamiento, nada más. Mañana seguro que la hinchazón ya se me ha bajado.

Por la mueca que puso no parecía del todo seguro. Se señaló a sí mismo y alzó sus cejas, cuestionando algo que supe captar enseguida.

—Oh, ¡no! No has sido tú, me hice daño yo sólo.

Volvió a darse con el dedo índice en el pecho.

—Eso sí, fue cuando entrenaba contigo. Pero te repito, fui yo. Copié tu gesto mal. Creo que cuando te hice la llave cargué demasiado peso y me hice daño.

Asintió con la cabeza, asimilando la información.

—Pero no pasa nada —repetí—. De verdad, tampoco duele tanto.

Su expresión mostró duda.

—Lo digo de verdad.

Más duda.

—¡Qué lo digo en serio!

Mi grito hizo que esbozara una sonrisa gigantesca. Levantó sus manos en señal de paz y se levantó. Nuestras miradas volvieron a encontrarse durante unos segundos hasta que él dio un paso hacia atrás, y por su posición corporal supe que me estaba diciendo que se iba a ir.

Durante aquella semana James me había estado ayudando. Ahora que él sabía que Coe me atraía no dejaba de incordiar, aunque también intentaba tranquilizarme y darme algún que otro consejo. A veces me entraban dudas de si estaba entendiendo sus miradas o de si me estaba equivocando y Coe no quería nada conmigo en ese aspecto. Es más, lo más probable es que sucediera lo último.



#8206 en Fantasía
#18643 en Novela romántica

En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.