El legado 3: El resplandor

22. La niña de los colores y la chica de los gritos

NATALIE

 

Corriendo escaleras abajo me encontré con Coe, Amed y Nesha. Los seguí hasta una de las salas de armamento donde Adey estaba ayudando a repartir armas. Guardé un revólver en mi cinturón y cuando quise coger otra pistola, reparé en el arma que Adey aguantaba con una mano y que nadie cogía.

—¿Qué es eso?

Adey me miró directamente.

—Un arco explosivo. La flecha sólo necesita ser lanzada e impactar contra algo para explotar.

—Lo quiero.

Arqueó las cejas pero aún así me lo dio. Era un arco extraño y mucho más pesado a lo que yo había estado acostumbrada. Me coloqué el carcaj a la espalda. Los gritos de Adey nos hicieron salir a todos. No solté el libro en ningún momento.

Lo primero que vi al salir fue irse a los primeros coches y motos de ahí. Cuando divisé a los chicos alrededor de un coche, sin hacer nada, me preocupé.

—¿Se puede saber qué hacéis? —sentía el corazón en la garganta—. ¡Tenemos que irnos ya!

—No arranca —explicó Alex.

—¿Cómo que no arranca?

—Jaden lo está intentando arreglar.

Efectivamente, Jaden había subido el capó del coche. Nadie dijo nada hasta que finalmente se alejó y se sacudió las manos manchadas. Tenía una mancha negra también en la mejilla.

—Nolan, prueba ahora.

El susodicho se metió en el coche, se sentó en el asiento de piloto y arrancó. La mayoría soltaron gritos de celebración mientras se metían rápidamente en la pequeña furgoneta.

—¿Debería llamarte ahora el manitas? —cuestionó James mirando a Jaden—. No sabía que se te dieran bien estas cosas.

—Cállate y sube al coche —le ordenó Jaden.

Los últimos vehículos estaban por salir, nosotros íbamos a ser los últimos. Viendo la capacidad que tenía la furgoneta decidí usar una moto. Me subí encima y con las llaves que ya tenía puestas la hice rugir.

—Espera —Adey se acercó a mí. Me agarró del rostro para colocarme en la oreja un pinganillo—-. Así podrás estar en contacto conmigo. Te escucharé en todo momento, igual que tú a mí.

Asentí.

—Ve con los chicos —le pedí y él no se resistió.

Estaba tan absorta observando a los chicos meterse en la furgoneta que me costó darme cuenta de que faltaba alguien.

—Hazme sitio —dijo Jaden a mi lado.

Alcé la cabeza para mirarle y fruncí el ceño.

—No. Tú ve con ellos, yo estaré bien.

Pero tal y como pensaba, Jaden no aceptó. Sin casi esfuerzo alguno, me agarró de la cintura y me colocó en la parte de atrás de la moto. Aprovechó mi desconcierto para colocarse delante.

—Jaden.

—Ni lo intentes —la furgoneta arrancó con los chicos dentro y Jaden hizo lo mismo. Me agarré con una mano a su cintura mientras con la otra sostenía el libro.

—¿A qué viene esto?

—Ya te lo dije. Tus pasos son mis pasos.

—Jaden —me agarré más fuerte cuando aceleró siguiendo los demás vehículos.

—Estamos juntos en esto, ¿recuerdas?

Pasaron un par de minutos cuando nos unimos a la fila de nuestros vehículos en carretera. Cada pocos segundos iba mirando hacia atrás, vigilando que no nos siguieran. Había colocado el arco en mi espalda, adosado al carcaj, pero debía estar preparada en cualquier momento para usarlo.

—¿Todo bien por ahí detrás? —cuestionó Adey a través del pinganillo.

—Todo bien. ¿Cómo va Helena con los portales?

—Están revisando las cámaras todavía.

—¿Tardarán mucho?

—No lo sé. Por el momento lo único que podemos hacer es alejarnos y ganar tiempo. Con suerte no nos habrán visto irnos y les habremos sacado ventaja.

—Está bien. De todas formas estaré al tanto.

—Perfecto.

Aunque no hacía falta que me agarrara al torso de Jaden, no lo solté en ningún momento. Me gustaba estar cerca de él. Sentía los latidos de su corazón en la palma de mi mano.

—¿Crees que aparecerán en cualquier momento?

—Tardarían.

—¿Pero lo crees?

—Probablemente.

Aceleró un poco más cuando se alejó demasiado de la furgoneta de los chicos.

—¿A qué crees que han venido?

—No lo sé, Jay. Quizá Hera sigue resentida y viene a por ti. O quizá sigue con su plan de verme muerta. Aunque también deberíamos tener en cuenta que sepa lo del libro y quiera arrebatárnoslo.

—Eso no puede pasar.

—Exacto.

Porque si conseguían hacerse con el libro, eso significaría que la ventaja que nosotros teníamos sobre Hera, se esfumaría, y como tal, deberíamos lanzarnos ya mismo a encontrar Judyk antes de que lo hiciera ella misma.

La piel de mi nuca se erizó de repente y una mala sensación se incrustó en mi pecho, como una molesta astilla en la piel. Miré sobre mi hombro pero no vi nada, sólo un vehículo normal y corriente a una distancia considerable.

—¿Va todo bien por ahí? —me preguntó Jaden. Quizá había sentido cómo mi brazo se tensaba alrededor de su torso.

—No los veo.

Pero creo que no tardarán en aparecer, pensé pero no lo dije en alto.

—Natalie, nos vamos a meter en la autopista —me comunicó Adey.

—¿Estás seguro? Si nos encuentran y se inicia una persecución pondríamos las vidas de personas en peligro.

—Es la forma más fácil de que nos pierdan el rastro.

—¿Cuánto queda para llegar a la autopista?

—Un kilómetro y medio.

Otra vez esa sensación en mi nuca.

—No estoy segura de que sea la mejor decisión, Adey.

—No ha sido idea mía. El general Davis y Huang nos encabezan, debemos seguirles.

—No me da buena espina. Creo que están cerca.

—¿Cómo lo sabes?

Porque mi instinto me lo dice, y nunca suele fallar. Eso es lo que pienso para mis adentros pero nunca llega a salir de mi boca, pues cuando vuelvo a mirar sobre mi hombro, diviso unos vehículos negros adelantando al coche de antes.

Son ellos.



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En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

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