El legado 3: El resplandor

Epílogo

"En la vida he sentido muchas sensaciones y sentimientos diferentes pero, sobre todo, he sentido dolor. He sentido el dolor de una ruptura. He sentido el vacío del abandono. He llorado pérdidas. He sufrido al no sentirme suficiente. Al no saber quién era. Me he hundido en la angustia de no querer continuar. De no saber qué pasos seguir.

Sin embargo, fue cuando comencé a vivir cuando lo entendí todo. Entendí que alguien que le teme al dolor, le teme a la vida. Y yo, a pesar de todo, busqué vivir. Me llevó mi tiempo, pero cuando entendí que el dolor forma parte de nuestra existencia, fue cuando comencé a vivir. A valorar cada risa y cada lágrima. A valorar las veces que respiras y las veces que te quedas sin aire. Las personas que se van y las personas que aparecen.

Por esta razón escribo esto, para demostraros que vuestro corazón ha seguido latiendo durante estos cuatro años. El tiempo no se ha parado, la vida no se ha detenido a esperaros, chicos. Mientras vosotros deseabais que el dolor y todo lo demás parara, la vida ha seguido.

Sé que el fin de la guerra no trajo consigo la felicidad. Sé que, más bien, os trajo la miseria. Y ojalá no hubiera sido así. Ojalá vuestras ilusiones no se hubiesen esfumado como arena entre los dedos.

Si pudiera hacer desaparecer vuestro dolor, lo haría sin duda alguna. No sólo por lo mucho que os quiero, sino porque os debo el mundo entero. Porque sé que si no hubieseis aparecido en mi vida nada de lo que soy ahora existiría. Probablemente me habría hundido en una espiral de odio y dolor y me habría terminado destruyendo a mí misma. Pero como todo náufrago, siempre aparece algo a lo que poder agarrarse. Y yo me agarré a vosotros como si me fuese la vida en ello.

Ojalá no tuviese que escribir esto. Ojalá pudiera decíroslo. Me encantaría haceros saber lo orgullosos que estamos de vosotros. Porque aunque no nos veais, nosotros sí que os vemos a vosotros. Cole, mamá y yo nunca os hemos dejado.

Estuvimos el día que James volvió a pintar. Estuvimos el día que Reese comenzó su trabajo como cocinero. Estuvimos en el primer examen universitario de Alex. También cuando Landon se graduó en su carrera. En el primer trabajo de Jaden. Estuvimos siempre. Con Nesha. Con Coe. Incluso con Amed.

Y por supuesto, estuve contigo, Nolan. Y ojalá todas las veces que me quedé a tu lado no hubiesen sido tan tristes. Ojalá no te hubiese visto llorar como lo hiciste, solo y derrotado. Ojalá esto no hubiese terminado así. Pero, quiero que sepas, que después de todo el mal, tú y yo volveremos a encontrarnos, hermanito. Sólo tienes que esperar. Ser fuerte y afrontar el dolor. Cáete. Cáete cuantas veces quieras pero, por favor, no dejes de levantarte. No dejes de luchar."

 

 

Natalie dejó escapar un suspiro de exasperación al sentir que las palabras no hacían justicia a sus pensamientos ni a sus sentimientos. Tuvo que pestañear para ahuyentar las lágrimas. Se llevó el boli a la boca y leyó lo que había escrito. No sabía cómo continuar. El olor a flores y la luz del sol hizo que cerrara los ojos durante unos segundos.

—¿Va todo bien?

En cuanto escuchó la voz de Cole se giró hacia él. Este se sentó en la silla que estaba a su lado. Nat no pudo evitar sentir impotencia al saber que él no se merecía estar allí. Que su final no fue justo. Se entristeció cuando recordó lo que Nolan había perdido: a una madre, una hermana y a un mejor amigo.

—¿Sigues intentando escribir la carta? —ella asintió—. ¿Por qué escribes algo que no sabes si les vas a enviar?

Eso mismo se cuestionaba constantemente Natalie. Podía hacerlo, podía enviarles esta carta. Pero no sabía cuáles serían las consecuencias. Los chicos estaban poco a poco empezando a encauzar sus vidas. Le daba miedo que, si decidía hacerles llegar una carta como esa, pudiese abrir una herida que estaba empezando a cicatrizar.

—Porque quiero dejarlo escrito. Quiero dejar escritas las emociones y los sentimientos que tengo ahora. Y en un futuro, cuando todos volvamos a reunirnos, poder entregarles la carta. Sé que parece una tontería.

Cole observó sus ojos mieles. No le parecía mala idea. Cuando volvió a observar la supuesta carta, Natalie comenzó a tachar cosas.

—¿Pero qué haces?

—No me sale nada. Todo lo que escribo se queda corto. Me desespera no poder encontrar las palabras adecuadas —echó la cabeza hacia atrás y soltó un gruñido. Cole reprimió una sonrisa.

Cole sabía que las palabras no eran siempre la mejor opción. No lo fueron cuando su mano se resbaló de la de Nesha. Quiso decir muchas cosas, pero no encontró palabras para expresarse. Sólo dos y una última mirada.

—No tiene que quedar perfecto, ¿sabes? Sé que suena raro viniendo de mí, pero creo que vas bien.

—¿Bien? He tachado mitad de la carta.

Natalie hizo desaparecer la pequeña hoja que tenía en sus manos para hacer aparecer otra nueva. Quería probar suerte a escribir otra carta, distinta, para una persona en especial. La apoyó en sus piernas y cuando estuvo a punto de empezar a escribir, se detuvo. Había sentido esa sensación en la nuca. Esa que le informó que alguien estaba pensando en ella.

Cole la observó, curioso.

—¿Pasa algo?

—Sí.

—¿Vas a volver a empezar a escribir la carta?

—No, voy a empezar otra distinta. Pero antes necesito hacer algo.

Natalie necesitaba sentirlo en su piel, necesitaba estar expuesta al más puro de sus sentimientos. Se levantó de la silla, con su alma temblando, y avanzó sobre la hierba del prado hasta una luz que apareció ante sus ojos.

—Natalie.

Antes de cruzarla se giró hacia Cole. Este le mostró una expresión apenada.

—Dijiste que lo ibas a dejar ir. Te estás ahogando tú misma.



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En el texto hay: profecia, magia, ellegado

Editado: 07.03.2022

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