El legado: A oscuras

Capítulo 2

—¿Y si robamos comida de alguna tienda?

—¿Cómo puedes decir eso Cloe?

—Venga ya Ámbar, hemos hecho cosas mucho peores —pusó los ojos en blanco.

—¿Y? No vamos a robar —se negó la pelirroja cruzándose de brazos.

—¿Por qué no?

—¿Y si os callais las dos un rato y me hacéis un favor? Me esta empezando a doler la cabeza —dije por fin.

Llevaba una hora conduciendo sin saber hacía dónde íbamos. Mi único objetivo era encontrar algo de comer y de beber, pues con este calor necesitábamos hidratarnos ya que hacía horas que no comíamos. Como mínimo, necesitaba que Cloe y Ámbar comieran algo, aunque fuera poco.

—Que plasta —espetó la pequeña.

Una pequeña risa se me escapó.

—Dejadme pensar a mí, ¿vale? Ya se me ocurrirá algo.

Las chicas no dijeron nada, tan sólo suspiraron derrotadas. Estiré el brazo y encendí lo que parecía la radio. Al instante una canción relajante empezó a llenar el ambiente y todas nos sumimos en un agradable silencio. Por el espejo retrovisor pude apreciar como Ámbar cerraba los ojos y se perdía en sus pensamientos, mientras que la pequeña Cloe miraba por la única ventanilla intacta con la mirada perdida. Sentí un pequeño pero intenso dolor en el pecho al recordar que ellas habían sufrido tanto como yo en aquel infierno, o incluso más.

Mis manos agarraron con más fuerza el volante, y en ese instante me juré a mi misma que las protegería, porque ellas eran mi única familia. Mi manada.

Pasaron unos minutos en los que Cloe y Ámbar se dejaron vencer por el cansancio y el sueño. Mientras, yo seguía pensando cómo y dónde conseguir comida. Necesitaba saber al menos hacia dónde estaba yendo, pues tenía la sensación de que estaba dando vueltas sin sentido. De repente, mientras conducía por la carretera, un cartel azulado me llamó la atención. "Camping Bourgos" ponía. En cuanto lo leí, una pequeña sonrisa apareció en mi rostro. Bingo. Ya tenía un plan.

Giré justo como decía el cartel y me metí por un camino rocoso que se encontraba en medio del monte. Los baches hicieron despertar a las chicas, las cuales me miraron.

—¿A dónde nos llevas Nat? —bostezó Ámbar.

—Creo que tengo un plan —sonreí victoriosa.

—Ya tardabas —dijo alegremente Cloe.

Un poco más adelante nos encontramos con un montón de coches aparcados en frente de lo que sería la entrada al camping, así que seguí conduciendo. El camino rocoso cada vez se iba haciendo menos visible, hasta que llegó un punto en el que dejó de existir para dar lugar a un bonito suelo verdoso. Estábamos en frente de un preciso bosque.

Aparqué el coche bajo la sombra de un árbol y me desaté el cinturón.

—¿Se puede saber cuál es el plan? —quiso saber Ámbar.

—Claro, seguidme.

Salimos del coche cerrando todas las puertas y empecé a andar mientras las chicas me seguían un tanto intrigadas. De pronto, me giré y ambas se pararon de golpe para no chocar conmigo.

—¿Pero que haces? —frunció el ceño Cloe.

—El plan.

Los dos pares de ojos me miraron curiosos esperando a que les contará lo que me traía entre manos.

—Vamos a robar —dije después de unos segundos.

A Ámbar se le desencajó la mandíbula mientras que la morena empezó a dar saltitos de alegría.

—¡Lo sabía! —gritó—. ¿Lo ves Ámbar? Robar era la solución.

—¿Estas bromeando Natalie? —me preguntó dejando de lado el comentario de Cloe—. Ahora somos libres, lo que quiere decir que aquí, en el exterior, en la realidad, si robamos ya estamos cometiendo un delito.

—Pero un animal no comete delitos, ¿no?

Esa pregunta pareció confundirles, pues ambas fruncieron el ceño pensativas.

—Quiero decir, los lobos son animales salvajes que merodean por el bosque, ¿no? Y quizás tengan hambre y les de por adentrarse en un camping para coger algo de comida.

Les había contado el plan de una forma indirecta y, aunque pareció que les costaba pillarlo, al final entendieron lo que les quería decir.

—¡Qué guay! —gritó Cloe emocionada. 
Reí y miré a Ámbar que aún seguía pensando con la vista fija en la hierba. Me acerqué a ella y puse mi mano en su hombro para llamar su atención.

—Unos lobos no tienen DNI, no son humanos y para ellos robar no es un delito —sonreí—. Vamos Ámbar, aprovechemos lo único que tenemos para sobrevivir. No vamos a hacerle daño a nadie, tan sólo cogeremos comida.

Su mirada conecto con la mía, y se quedó callada unos segundos hasta que finalmente accedió.

—Vale, esta bien. Tú ganas.

Sonreí y la abracé, a lo que ella me respondió de la misma forma.

Unos minutos después nos encontrábamos las tres mirando al frente.

—¿Quién lo hace primero? —preguntó Ámbar un tanto inquieta.

—¿Quieres verme el culo Ámbar? —Cloe sonrió de forma divertida y reí.

Este era el plan. Aunque, por si no os habíais enterado, os voy a contar nuestro gran secreto. El motivo por el cuál hemos estado viviendo entre cuatro paredes desde que eramos pequeñas sin poder salir al exterior. El gran secreto por el cual somos tan diferentes, y especiales. Veréis, somos aquello que la gente se niega a creer. Somos criaturas misteriosas que viven en la parte oscura del mundo por temor a que se les persiga en busca de sus cabezas. Somos todas esas leyendas y mitos en persona de las que tanto se habla pero que para la mayoría, no son reales. Somos, nada más y nada menos que licántropos. Personas con un poder especial, capaces de poder transformarnos en un animal majestuoso, o como otros dirían, un monstruo. Apenas conozco nuestra historia, porque estoy segura de que tenemos una. Sólo sé que hay una raza de seres que tiene la culpa de que nuestra raza exista. Al parecer nos convirtieron en esto, haciendo así que nuestros hijos se llevaran nuestro legado por los pescados que un día hicieron nuestros antepasados. Pero si soy sincera, estoy orgullosa de lo que soy. Somos más fuertes y rápidos, más resistentes, tenemos los sentidos más desarrollados... por eso mi pregunta siempre ha sido, ¿cuál es nuestro verdadero castigo?



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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