El legado: A oscuras

Capítulo 3

Sentí un eco de voces, o mejor dicho de risas. La cabeza me dolía y apenas podía moverme. En cuanto diferencié las voces de Ámbar y Cloe empecé a abrir mis ojos lentamente. Veía un tanto borroso, por lo que parpadeé unas cuantas veces hasta tener una mejor visión del techo blanco de una casa. Me llevé una mano a la frente topándome con un trapo mojado que hasta hora no había sentido. Me acomodé hasta quedarme sentada en el sofá con el trapo entre mis manos. ¿Qué había pasado? Mi mente en ese momento no me sirvió de mucha ayuda pues apenas podía pensar. Lo último que recordaba era estar llamando a la casa de una mujer, y después de eso tan sólo veía negro.

En cuanto volví a oír las voces de mis amigas, giré la cabeza hacia el sitio de donde provenían para verlas sentadas cómodamente en una gran mesa con comida. Estas hablaban animadamente una en frente de la otra mientras engullian la comida. En ese instante un chico entró por la puerta y se acercó a ellas. Se sentó en la silla que presidía la gran mesa y les regaló una sonrisa. Ámbar enrojeció y apartó la mirada del chico para fijarla en la comida. ¿Quién narices era ese? Y peor aún, ¿por qué estábamos en la casa de unos desconocidos?

Mi mirada se quedó fija en el chico que, junto a mis amigas, parecía no haberme visto.

—¿Y tú quién eres? —solté.

Las voces se apagaron en cuanto esas palabras salieron de mi boca. Mis amigas giraron la cabeza para mirarme, y el chico tan sólo ladeó la cabeza en mi dirección. Este último elevó las cejas y se señaló a si mismo.

—¿Yo? —preguntó con una estúpida sonrisa en el rostro.

Mi expresión neutra cambió para dar paso a mi ceño fruncido dedicado al desconocido. Abrí la boca para responderle pero, antes de que mis labios escupieran las palabras, escuché unos gritos de alegría, y lo siguiente que vi fue a Ámbar abrazarme. Me quedé un tanto confusa pero terminé devolviéndole el abrazo. Se separó de mí y me miró a los ojos con una expresión más seria.

—Nos pegaste un susto de muerte.

—¿Yo? -pregunté confundida—. Pero si no he hecho nada.

—Sí, tú y tu gran sentido de la estupidez.

Sonreí de medio lado aunque no sabía de dónde venía su enfado.

—Siento decirte que no recuerdo nada Ámbar, así que ilumíname amiga.

Se cruzó de brazos y me observó para ver si estaba diciendo la verdad o simplemente estaba mintiendo para reírme de ella.

—Pues resulta que hace apenas media hora te desmayaste, y menos mal que estaba James para cogerte porque sino te habrías dado un gran golpe contra el suelo.

—Un momento, ¿James? ¿Quién narices es...?

Antes de terminar la frase me vino a la mente el chico de antes, así que dirigí mi mirada hacia dónde hace un momento estaba el chico. Al parecer no se había movido de su sitio, y para colmos seguía sonriéndome.

—¿Eso responde a tu pregunta?

Y gruñí.
Y él sonrió aún más.

Por unos segundos me paré a observarlo. Su cabello era rubio oscuro, acompañando de algunos mechones más marrones. Tenía unos ojos grises junto con unas pestañas rubias y cortitas. Sus labios eran finos y de un tono rosado, sin hablar de su perfecto pero no muy llamativo bronceado.

Una voz femenina pareció llamar al tal James por lo que se levantó y desapareció por la puerta. Por un momento me quedé con la mirada fija en el sitio donde el chico había desaparecido hasta que me recordé a mi misma que le tenía que echar la bronca a Ámbar, así que la miré.

—¿Ya te sabes su nombre y todo? ¿Pero en qué diablos piensas, Ámbar? ¡Es un desconocido! -esto último lo dije entre dientes.

—Pues estos desconocidos nos han ayudado. Además, yo soy la mayor, no deberías echarme la bronca -se cruzó de brazos.

—Si pensaras más no tendría que reñirte amiga mía.

Le regalé una sonrisa divertida a lo que ella respondió gruñendo. En cuanto me di cuenta de que aún no había hablado con Cloe giré la cabeza es su dirección. La morena se encontraba concentrada en la comida.

—Adoro tu manera de preocuparte por mí.

Ella pareció saber que esas palabras iban para ella, y aunque no me miró, me dijo:

—Perdón, pero la comida me estaba llamando a gritos —habló con la boca llena.

Hice una mueca de repulsión pero me fue imposible aguantar la risa. En cuanto me levanté del sillón para estirarme, una mujer, la que al parecer nos había abierto la puerta, entró en el salón junto con el tal James. La mujer posó su mirada en mí y me sonrió mientras se acercaba.

—¿Cómo te encuentras?

—Eh...mejor, sí, gracias.

Cogió el trapo que al parecer aún llevaba en las manos y asintió.

—¿Tienes hambre? Creo que deberías comer algo.

—No, la verdad es que...

—Sí, la verdad es que sí que deberías comer algo. Aún tienes mala cara -me interrumpió Ámbar.

Ella sonrió esperando a que dijera algo. Aunque en el fondo ella sabía que la estaba matando con la mirada, intenté poner mi mejor sonrisa y asentí mirando a la mujer.

—Quizás me venga bien.

—Ahora mismo te traigo algo cielo —sonrió.

—Gracias...

La mujer salió escopeteada por la puerta en busca de algo de comida. Yo, un tanto incómoda, me senté en frente de Cloe que aún seguía comiendo.

—¿Pero cómo puede ser que comas tanto, niña?

Esas palabras no salieron de mi boca, sino de la de James que miraba a Cloe con aire divertido.

—Me gusta comer.

—No, a ti te gusta tragar —rectificó la pelirroja.

James soltó una risa ronca y seguidamente miró a Ámbar. Esta se ruborizó y miro hacia otro lado, en vez de a los ojos grises del chico.

¿En serio Ámbar?

De repente, en medio del silencio se escucho un ruido. Un enorme y ruidoso eructo. Miré a la morena que se limpiaba la boca con el antebrazo y que después apartó el plato. Por un momento olvidé que estábamos en la casa de unos desconocidos y bajé la guardia, brindándole a mi amiga una divertida sonrisa. Esta chica no le tenía vergüenza a nada.



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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