El legado: A oscuras

Capítulo 4

Ámbar
 


En cuanto Natalie cerró la puerta del coche, cogió una gran bocanada de aire que al rato expulsó. Desde que habíamos salido de la mansión no le había quitado el ojo de encima, estaba muy inquieta y nerviosa, y por primera vez no lo supo disimular.

—¿Nos vas a decir qué demonios te pasa? —giró su cabeza a la derecha para mirarme. Fruncí el ceño—. Estás muy alterada, Natalie.

Me miró pensativa. Por una vez me pregunté qué demonios se le estaría pasando por la cabeza en ese instante. Ella siempre había tenido un carácter fuerte y decidido, pocas veces se mostraba débil, por eso verla tan alterada en ese momento se me hizo raro.

Su mano derecha que reposaba en una de sus piernas, empezó a moverse en forma de tic nervioso. Dirigí mi mirada a Cloe que también miraba a la morena con una expresión de desconcierto.

—Nat, escúpelo —ordenó Cloe.

—Sólo creo que a veces mis paranoias me pueden a mí misma —dijo finalmente.

¿Sus paranoias? ¿A qué narices se refería con eso? Yo sabía que Natalie siempre le daba muchas vueltas a las cosas, sabía que pensaba y reflexionaba, pero nunca pensé que podía llegar a tener paranoias. Al menos no tantas como para estar tan nerviosa y preocupada.

—¿Por qué dices eso? —pregunté confundida.

Suspiró cansada y sus hombros se relajaron un poco.

—¿Habéis visto el coche negro que se acercaba a la mansión? —asentí junto con Cloe—. ¿Y no os ha dado mala espina?

—¿Por qué nos iba a dar mala espina? Era un coche normal y corriente con unos chicos dentro.

Sus ojos marrón café me miraron junto con una mueca.

—Pero en el caso de que ellos fueran el enemigo nos habrían tenido acorraladas, y si os llega a pasar algo...

Dejó la frase en el aire, y aún así no hizo falta que dijera más, sabíamos a lo que se refería. Por un momento pensé lo peor y eso hizo que los pelos se me pusieran de punta.

Si de preocupación se trataba, Natalie se llevaba la guinda del pastel. Era obvio que todas nos preocupábamos por nuestro bienestar, pero por algún motivo, yo sabía que lo que sentía Natalie era muy diferente. Ella siempre, tanto de forma directa como indirecta, había luchado por nosotras, nos había protegido, había luchado por nuestro bienestar, y como era de esperar, se había preocupado por nosotras. Nunca había llegado a demostrar sus sentimientos al cien por cien debido a su carácter, por eso se me hizo raro la forma en la que pronunció esas palabras. Nos dio a entender que por un momento tuvo miedo. Y a pesar de que mis labios quisieron hacer una mueca, luché y elevé un poco las comisuras de mis labios.

—Natalie, no nos va a pasar nada, ni a ti ni a nosotras —posó su vista en el volante—. Ahora estamos lejos del pasado, disfrutemos de la vida, aunque disfrutar sea desmayarse por absurdos golpes de calor.

Sus labios temblaron intentando sonreír, pero al parecer no fue suficiente.

—Lo sé Ámbar, pero esto... esto es diferente. Antes estábamos encerradas y nadie nos podía hacer daño, excepto los de allí dentro, y ahora sin embargo, estamos aquí fuera —suspiró—. Ahora todo el mundo es el enemigo, ¿No os dais cuenta? —su mirada se paseó de mí a Cloe— Somos unas novatas en lo que se refiere a "vivir la vida", el mundo esta lleno de personas que no sabemos qué secretos esconden, y podríamos estar rodeados de nuestro verdadero enemigo. ¿Y si no sabemos que alguien sabe qué somos? ¿Y si nos exponemos y eso nos conduce a la muerte? ¿Y si nos vuelven a capturar? La señora de esa mansión podría haber sido perfectamente una aliada del bando contrario y aún así, sin saberlo, le habríais dicho vuestros nombres y habríais bajado la guardia ante una dulce mirada y una encantadora sonrisa.

Cloe y yo nos mantuvimos en silencio. Unos segundos después de procesar toda la información maldecí en mi interior. Maldecí haber sido tan patosa y descuidada, y es que Natalie siempre había tenido ese don. El don de pensar antes de actuar, de saber qué sería lo mejor y qué no. Yo nunca me habría imaginado todas esas cosas, y ahora que lo pienso me siento inútil.

—¿Por eso le dijiste que te llamabas Nora? —preguntó Cloe dudosa.

Nat asintió enseguida.

—Sé que no sirve de mucho pero algo es algo —dijo con un semblante un poco más despreocupado.

—Oh...—murmuró Cloe.

Nos volvimos a sumergir en un intenso silencio. No era incómodo, al contrario, cada una se veía envuelta en un cúmulo de pensamientos que, de alguna panera, transmitían paz.

—Bueno —me aclaré la garganta— por una vez pensemos en lo bueno, esa mujer nos ha dado un techo y comida durante unos minutos. Nos ha ayudado.

Me fijé en Natalie que asintió para si misma.

—Sí, quizás tengas razón —sonrió.

—Eso es Nat, mira el lado positivo de la vida, ¡y no te amargues! —dijo con una pizca de ilusión Cloe.

Su comentario le hizo sonreír más, como siempre. Si de subir el ánimo de Natalie se trataba, nosotras éramos las indicadas.

—Vale lo admito, la comida estaba buena.

¿Verdaaad? —Cloe alargó la palabra—. Esa mujer hace magia.

—Sí, fue agradable —sonreí.

En ese instante Natalie giró su cabeza y me miró con los ojos entrecerrados escrutándome con la mirada.

—¿Quién fue agradable?

—¿Eh?

Mi confusión hizo que su expresión se tornara divertida.

—¿Fue agradable Helen o James?

Mis ojos se abrieron como platos y mis mejillas se sonrojaron. Nat alzó las cejas de forma divertida y Cloe se echó hacia delante para mirarme mejor.

—¡Se ha sonrojado! ¡Oh Dios, parece un tomate! ¿Qué me he perdido, chicas?

—Nada, no te has perdido nada —dije atándome el cinturón—. ¿Nos vamos ya?


***


—Mierda la gasolina —maldijo Natalie.



#15098 en Fantasía
#33544 en Novela romántica

En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.