El legado: A oscuras

Capítulo 5

Dolor.
 

Empecé a sentir una presión fuerte en mi cuello que me era muy familiar, y que cada vez se intensificaba más y más. Me retorcí en mi asiento mientras escuchaba los gemidos de dolor de mis amigas, y en ese instante lo recordé.
 

—No...—gemí asustada—. Los chips.

—Duele —se quejó Cloe.

—¿Qué está pasando? —preguntó Ámbar con la respiración entrecortada.

La alarma en mi cuerpo se activó. Los chips podrían haberse activado para darnos unas simples descargas, aunque era difícil porque estábamos lejos... O para funcionar como GPS.

No, no puede ser.

Esto no estaba pasando. No podía ser.

Rápidamente intenté dejar el fuerte dolor a un lado y arranqué el coche.

—¿Qué pasa? —preguntó la castaña.

—Debemos irnos, si mi instinto no falla vienen a por nosotras.

—Pero....no, no puede ser —los ojos verdes de Ámbar me miraron asustados.

—No deberíamos haber cantado victoria tan pronto.

Y acto seguido salimos del bosque. En cuanto volvimos a estar en carretera el dolor del cuello empezó a disminuir, lo que significaba que quizás nos estábamos alejando. Mi corazón empezó a latir a un ritmo más lento. Empecé a conducir por una carretera poco transitada, no sé si es que era muy pronto para que los primeros coches del día se dejaran ver, o era por el agrietado asfalto.

Mi cuerpo me gritaba que fuera más deprisa, y en el momento que iba a hacerle caso y a pisar el acelerador, dos hombres corpulentos vestidos de negro aparecieron a solo unos metros. Los gritos de Ámbar y Cloe acompañaron al estrepitoso ruido de las llantas parándose a solo unos centimetros de aquellos hombres. ¿De dónde demonios habían salido?

—¡Marcha atrás! ¡Corre, corre! —gritó Cloe.

Sin pensármelo más, di marcha atrás para dar la vuelta y dejar a aquellos hombres lejos. Nos empezamos a alejar con el corazón latiéndonos en la garganta.

—Natalieesos hombres se han quedado quietos —dijo Ámbar con miedo.

—¿Cómo que se han quedado quietos?

—Pues que no... 

—¡Hay más! —la itnerrumpió Cloe.

Dos hombres empezaron a aparecer a lo lejos, como si se tratara de un truco de magia de mal gusto. Eran casi iguales que los otros, solo que estos eran más delgados. Cada vez nos acercábamos más, y lo único que se me ocurrió hacer fue acelerar. Pisé el acelerador de un pisotón, haciendo así que cada vez nos acercáramos más a ellos a una velocidad considerable.

Apartad o... 

A escasos metros pareció ocurrir todo a cámara lenta. El coche no se paró, pero tampoco los aplastó. El hombre de la derecha alzó la mano bruscamente y lo siguiente que vi fue el suelo desde arriba. Gritamos antes de caer cabeza abajo. Los cristales rotos salieron volando en todas las direcciones posibles, eso fue lo último que oí antes de que un insufrible pitido se apoderara de mis oídos. La sangre me empezó a bajar a la cabeza de una forma realmente molesta. Me desaté el cinturón y caí en el techo del coche. Me clavé cristales en las rodillas pero eso no me impidió salir de allí. Cloe y Ámbar, doloridas, hicieron lo mismo y salieron entre gemidos de dolor del vehículo. La melena roja de Ámbar estaba más despeinada de lo normal. A esta le acompañaba unos cortes en el rostro y en varias partes del cuerpo. Cloe, sin duda se había llevado la peor parte; de su boca descendía una hilera de sangre, tenía el labio partido y cortes en la mayoría de las zonas restantes.

Por un instante miré el coche destrozado. ¿Qué había sucedido para que hubiésemos pasado de estar en el suelo a estar volando por los aires? ¿Esos hombres tendrían algo que ver? Si los licántropos existían, no rehúsaba a pensar que esos hombres no eran humanos.

Agarré sus brazos mientras miraba a lo lejos a los cuatro hombres acercarse poco a poco a pasos lentos.

—Natalie, estás sangran... —dijo Ámbar. Antes de que terminara la frase hablé sin prestar atención a sus palabras.

—Debemos irnos, ¡ya! —grité.

Empecé a correr. Las pisadas de mis amigas me siguieron a la hora de adentrarnos en el bosque. Por un momento pensé en lo que podría pasar si nos cogían, y no iba a permitir que los miles de finales que se pasaron por mi cabeza fueran a suceder.

Contra más rápido corría más daño me hacían las ramas que chocaban contra mi cuerpo, parecía como si intentarán entorpecerme a cada paso que daba.

Mientras corríamos escuché un ruido cerca. Fue en ese momento cuando una fuerza invisible me lanzó por los aires contra el tronco de un árbol. Sentí mis huesos gritar de dolor ante el fuerte golpe. Mis amigas gritaron a lo lejos antes de que dos de esos hombres las agarraran. Mientras Cloe luchaba por no morir asfixiada, Ámbar peleaba mano a mano con uno de los hombres corpulentos.

Quise levantarme para ayudar a mis amigas pero una fuerza invisible me lo impidió. Sentí unas manos posarse en mi cuello y hacer fuerza para impedir que respirara, pero delante de mí no había nadie. Mis manos se dirigieron a mi cuello como si quisiera quitarme las manos de alguien para volver a respirar bien, para dejar pasar al oxígeno hasta mis pulmones.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que dejé de escuchar los gritos de pelea para dar la bienvenida a un silencio terrorífico. Mi visión se empezó a nublar y, por un momento, creí ver esa luz de la que todo el mundo solía hablar. Aquella luz que simbolizaba el final, y el comienzo de una nueva vida. Sólo que esa luz me pareció rara, tal vez real. Parecía tener la silueta de una persona. Con mis últimas fuerzas intenté fijarme en aquella luz; pude ver un rostro mirándome, unos ojos, la nariz, la bocay cuando el tono de aquel rostro pudo coger su opacidad real, me impulsé y le di un cabezazo. El hombre gritó y cayó hacia atrás. Mis pulmones se volvieron a hinchar gracias al oxígeno que los llenó. Me levanté con dificultad mientras tosía, cosa que aprovechó aquel hombre para abalanzarse sobre mí. Caímos al suelo. Él encima de mí me cogió ambos brazos y me los puso encima de la cabeza, impidiendo que me moviera. No tenía fuerza, mis pulmones aún se estaban recuperando de lo ocurrido anteriormente. Intenté ver lo que pasaba más allá, y me encontré con una Cloe cansada intentando esquivar los golpes de su contrincante y con una Ámbar luchadora, intentando vencer para ir a ayudar a su amiga. Y fue en ese momento cuando entendí todo. El hombre que se encontraba encima mía podía haberme asfixiado y así acabar con mi vida, pero sin embargo no lo hizo, apretó lo suficiente como para que me quedara inconsciente y no muriera. Y en ese momento estaba pasando lo mismo; sus manos me sujetaban y sus piernas estaban cada una a un lado de mi cuerpo. Me tenía allí, vulnerable, pero no mostraba signos de querer matarme. Me estaba apartando, no me querían a mí, las querían a ellas.



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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