El legado: A oscuras

Capítulo 9

Hoy, era sin duda el día más aburrido de estas cuatro semanas. Frida me dijo ayer por la noche que no estaría al día siguiente porque se iría por un asunto privado. Me había levantado a las ocho, había desayunado y acto seguido me puse a hacer ejercicios. Horas después no había nada que pudiese mantenerme ocupada. Maldita Frida, su ausencia se notaba más de lo que me imaginaba. 

Estaba sentada en el sillón, mirando a la pared de enfrente, con la mente totalmente en blanco. La parte mala de no saber qué hacer físicamente, es que entonces tu cerebro se encarga de hacer las cosas él mismo, y fue en ese momento cuando la tristeza que creía haber superado vino a mi mente para llenarme de recuerdos del pasado. 

Cloe, Ámbar y yo estábamos en la sala de juegos, donde siempre nos llevaban para poder ver películas y dibujos por la televisión. Cloe agarraba con fuerza su peluche favorito, un conejo con las orejas caídas, el cual llevaba siempre con ella. Ámbar era la que más atención estaba prestando a la película. En ella se empezó a describir un sitio llamado cárcel, donde iban los malos. Dormían en celdas, pequeñas habitaciones con apenas cosas, comían en un gran comedor todos juntos y nunca podían salir de allí. 

—Cárcel... —murmuré para mí misma para intentar acordarme de esa palabra. 

Ámbar giró la cabeza para mirarme curiosa, pero cuando la protagonista de la película habló, volvió a centrar toda su atención en ella. Giré mi rostro admirando así su perfil. Estaba claro que Ámbar adoraba las películas, su cara siempre era de admiración cuando veía una, fuese cual fuese. Cloe, sin embargo, se solía aburrir con casi todas, a no ser que fueran de acción. Miré a la castaña de reojo para confirmar que a lo único que le prestaba atención era a su peluche. Mi mirada volvió a dar con la televisión, donde se veía a la protagonista de la película tumbada en una cama pequeña. ¿Ese era su castigo por haberse portado mal? ¿La cárcel? 

Estuve casi todo el rato que duró la película reuniendo características de la película que se parecieran a mi realidad, y encontré bastantes. Llegué a pensar tanto que llegué a una conclusión; esto era como una cárcel. 

Cuando la película terminó Ámbar se estiró en su sitio y después se levantó y despertó a Cloe. 

—Chicas —ambas me miraron—, ¿estamos en una cárcel? —sonó más como una afirmación. 

—¿Una cárcel? —Ámbar me miró— Nat, eso es una película. 

Me levanté asustada. ¿Y si eso era cierto? ¿Y si era eso una cárcel? Elaine dijo que sería como nuestra nueva mamá, pero estaba claro que ni de lejos lo sería. Mis padres murieron y nadie podría jamás reemplazarlos. 

—Ámbar, ¡la cárcel de la película es casi como esto! 

Ámbar formó una línea recta con sus labios mientras fruncia el ceño. En ese momento la puerta de la sala se abrió y entró Elaine. 

—¿Os ha gustado la película, chicas? —nos sonrió con la sonrisa más falsa de su vida. 

Ninguna contestó. Ámbar sin lugar a duda estaba pensando en lo mismo que yo. Elaine cambió su expresión cuando vio la mirada perdida de Ámbar y mi rostro malhumorado. 

—¡Cárcel! —exclamó la pequeña Cloe. 

—¿Cómo dices? —Elaine se agachó para mirar de frente a la niña de ojos azules que agarraba con entusiasmo su conejo de peluche. 

—Nat —me señaló—, Nat dice que estamos en la cárcel, ¿eso es verdad ma...? 

—Ni se te ocurra llamarla mamá —mi voz sonó autoritaria. Cloe me miró e hizo un pequeño puchero. 

—¿Qué acabas de decir? —Elaine se levantó y con su gran altura hizo casi sombra a mi pequeño cuerpo. Su rostro de pocos amigos sin duda nos intimidó, pero yo no perdí mi postura. 

Me crucé de brazos mientras la miraba. 

—Tú nunca serás nuestra mamá. 

Cogió una gran bocanada de aire, sonrió y se agachó para mirarme desde la misma altura. 

—¿Qué dices, Natalie? 

—No tienes derecho a aprovechar que Cloe no tiene recuerdos de nada para que crea que tú eres su madre —su sonrisa vaciló. 

—No me aprovecho de nada, Natalie. ¿Por qué piensas tan mal de mí? 

—¿Y por qué no debería hacerlo? Estamos en una maldita cárcel. 

La sonrisa de Elaine se esfumó. Dirigió su mirada a la televisión y cayó en la cuenta de dónde provenía aquel pensamiento mío. 

—Así que todo esto por una película... Bien. 

Se levantó y caminó hasta la televisión, la cual desenchufó. 

—Os he dado de todo Natalie, incluso mi cariño. Os he enseñado todo lo que sabéis, ¡y os enseñaré más! ¿Qué más necesitas para saber que este es vuestro hogar? 

En ese momento tenía tres pares de ojos mirándome. Unos verdes, deseando que no metiera la pata, otros azules mirándome con curiosidad y, por último, unos grises esperando una respuesta. 

—Quiero salir de la cárcel —era una orden. 

Elaine me asesinó con la mirada. 

—A partir de hoy se han acabado las películas, solo usaréis la televisión para ver documentales en la hora de estudios. 

El rostro de Ámbar se entristeció, por mi culpa. 

—Y ahora a cenar. Excepto tú Natalie, tú te vas a venir conmigo. ¿Quieres que te enseñe lo que es una cárcel de verdad? 

Elaine me llevó por los pasillos hasta una puerta gris de metal. En cuanto la abrió el lugar se tornó más oscuro y sombrío. Me cogió del brazo con fuerza y me llevó con ella hacia dentro. En ese lugar había celdas, con sus barrotes de hierro, aunque eran más grandes que en la película. 

—Esto —pronunció—, esto es una cárcel. 

No quise alzar la vista, no quería enfrentarla, porque si lo hacía explotaría. 



#15105 en Fantasía
#33555 en Novela romántica

En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.