El legado: A oscuras

Capítulo 10

—Sí, bueno, he decidido quedarme una temporada larga, la verdad. 

—Ya veo, ¿y tus amigas? —preguntó con curiosidad. 

Tragué saliva nerviosa, intentando que no se notara como todas las mentiras que iban saliendo por mi boca iban formando poco a poco una bola de todas ellas cada vez más grande. 

—Ámbar y Cloe han decidido seguir otro camino —miré al suelo dolida. 

Quizá fue por mi tono, o quizá porque no es del tipo de personas que se entrometen en todo pero decidió no preguntar más. 

—Pues menos mal que salía ahora del instituto porque sino no te habría vuelto a ver —ensanchó su sonrisa. 

—¿Y qué hacías aquí? —miré a dicho edificio para, después dirigir mi vista otra vez hacia ella. 

—Oh, soy la directora y la verdad es que llevo unos días bastante liada, con esto de que vuelven a empezar las clasesya sabes. 

—Oh, sí sí, claro. Eh es normal. 

Nos quedamos unos segundos en silencio sin saber qué decir. Sus ojos marrones me miraban sonrientes y yo lo único que podía regalarle era una sonrisa de incomodidad. 

—¿Y tú qué hacías? —quiso saber. Seguramente había estado aguantando las ganas de preguntármelo, por eso pareció soltarlo de sopetón. 

—Estaba paseando. Bueno, la verdad es que no sé muy bien lo que hacía —reí nerviosa. 

—¿Tienes algún sitio donde quedarte? 

—He estado todo este tiempo hospedada en un hotel, pero no tenía previsto quedarme más, así que ahora estoy sin nada.

La mentira me salió tan fluida y tan normal que hasta yo me la creí. 

—¿Quieres venir conmigo? Puedes quedarte en mi casa el tiempo que desees, no podría dejarte tirada. 

—¿No sería una molestia? 

—No —negó con la cabeza—, por supuesto que no, es más, me encantaría. 

¿Cómo podía ser tan generosa esta mujer? Apenas nos conocíamos y sin embargo me estaba ofreciendo un sitio donde dormir. Debo decir que aún no se me olvidaba su comportamiento extraño y sus ganas de ayudarnos la primera vez que la vi, la mala espina que me dio y las ganas de marcharme que tenía. Pero ahora no tenía nada más que perder y necesitaba un techo bajo el que dormir. 

Antes de hablar asentí intentando que se me notara más tímida de lo normal. 

—Está bien. 

—¡Qué bien! —se acercó a mí y me abrazo. Me quedé inmóvil—. Seguro que los chicos se pondrán muy contentos. 

Espera espera, un momento ¿cómo que chicos? 

*
*


El hecho de que no tuviera maleta ni ninguna otra pertenencia le pareció muy raro, pero lo pasó por alto. Apenas tardamos en llegar diez minutos en coche cuando aparcó delante de la gran mansión. Salí del coche al mismo tiempo que ella y caminamos hacia la entrada. 

—Si no me equivoco puede que esté Reese, a no ser que haya salido para hacer algo. 

No respondí a lo que dijo, es más, casi ni le presté atención, lo único que podía hacer era mirar a mi alrededor. Cuando nos adentramos en su casa me asaltaron recuerdos de la primera vez que estuve allí con

Ámbar y Cloe. Sonreí con nostalgia. 

—¿Reese? —exclamó. 

—¡Hola, Helen! —sonó una voz grave. Provenía del piso de arriba. 

La mujer de ojos marrones se giró y me puso una mano en la espalda para guiarme. 

—Ven, te lo voy a presentar —le sonreí de acuerdo, aunque en el fondo no quería conocer a nadie más. 

La seguí escaleras arriba deslizando mi mano por la suave barandilla hasta que llegamos a un gran y gigantesco pasillo con un montón de puertas. Caminamos al final y golpeó suavemente la de la derecha. 

—¿Reese? Te quiero presentar a alguien —pude escuchar cómo se levantaba gracias a los muelles del colchón—, y necesito que estés presentable. 

—De acuerdo, un momento¡Ya está! 

Antes de que ella abriera la puerta el chico se adelantó. Lo único que pude ver antes de que Helen me tapara los ojos fue un chico con el torso desnudo y sin pantalones. Mis mejillas empezaron a arder. 

—¡Reese! ¡Te he dicho que estuvieras presentable! —ahogó un grito. 

—Y lo estoy, ¿no lo ves? Tampoco es para tanto. 

—Haz el favor de ponerte al menos unos pantalones —escuché la puerta cerrarse. 

Helen por fin me quitó su mano y me sonrió con ¿vergüenza? 

—Perdónalo, Reese es bueno, él es así —rió. 

—Tranquila —sonreí. 

La puerta se volvió a abrir llamándonos así la atención. El chico llamado Reese miró a Helen hasta que le dio su aprobación a regañadientes y entonces pasó a mirarme a mí. Tenía el cabello negro azabache con algunos rizos. Sus ojos azules me escanearon de arriba a abajo al igual que yo a él. Me fije en el piercing negro que tenía en el lado derecho de su nariz. Seguía teniendo el torso al descubierto, lo que me dio las vistas de una piel blanca, pero no tanto como la mía. Ahora que me fijaba en él me di cuenta de que su brazo izquierdo estaba tatuado y alguna parte de su pecho también. Era realmente alto, e intimidante. 

—Nora, te presento a Reese, uno de los chicos —me sonrió—. Reess, Nora va a pasar con nosotros una temporada, así que más te vale estar presentable todos los días —esto último sonó como una amigable advertencia. 

Helen amenazó con la mirada de manera divertida a Reese, el cual le miraba serio, demasiado serio hasta que terminó curvando sus labios en una pequeña sonrisa. Dirigió su mirada a mí. 

—Encantado Nora —acercó su mano hacia mí para ser estrechada. 

La observé dudosa hasta que al final me aventuré y la estreché tímidamente. A pesar de lo intimidantes que eran sus ojos le miré directamente a ellos, cosa que le hizo sonreír un poco más. Vio que no me echaba para atrás. 

—Reese, ¿la llevas al salón mientras le preparo la habitación? 

—Sí, claro. 

—Bien —nos sonrió antes de irse a la planta de arriba. 

—Bueno —empezó a decir Reese—, sígueme. 

Aunque empezó a andar hacia las escaleras yo me quedé inmóvil en mi sitio. Aún no se había puesto la camiseta, y eso me incomodaba. 



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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