El legado: A oscuras

Capítulo 16

-Natalie. 

El eco de una voz me hizo girarme en el sitio. Todo estaba oscuro. No había absolutamente nadie en esa sala negra. 

-Natalie -repitió la voz en un susurro.

-¿Quién eres? 

La voz no habló. El silencio que causó me puso histérica.

-¿Quién eres? -repetí lentamente.

-No soy nadie -su voz hizo eco. 

-Da la cara. 

Miraba en todas las direcciones intentando descubrir a alguna persona entre la oscuridad.

-Yo no tengo rostro, Natalie. 

-Todo el mundo lo tiene. 

-Yo no soy nadie. 

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Saqué un cuchillo que tenía en el cinturón y me puse en guardia. Seguí girando en mi sitio, observando la maleza de una oscuridad grande y siniestra. 

-¿Quieres decirme que en realidad no existes? 

-Sí que existo, sino no me estaría comunicando contigo ahora mismo. 

Sus susurros sonaban como si alguien me hablara al oído, pero el eco me daba a entender que aquella voz sonaba por toda la sala. 

-¿Qué eres? -dije subiendo el cuchillo. 

-Soy tú, y mucho más. Soy todo. 

Apreté la mandíbula. 

-No me lo estás poniendo muy fácil. 

-Soy el bien y el mal, todo depende de quién me tome. Soy realidad, pero también fantasía, dependiendo de quién me imagine -hizo silencio-. Puedo ser el final de lo malo, o el principio de lo bueno. 

Negué con la cabeza confundida. 

-No sé qué me estás queriendo decir.

-Vendrán a por mí. Y en un futuro no muy lejano tú también lo harás. 

-¿Por qué? ¿Por qué iré a por ti? ¿Qué eres? 

-La guerra se acerca. 

La oscuridad se empezó a acercar a mí hasta que finalmente me tragó. 

Mis ojos se abrieron de par en par. Llevé una mano a mi cara quitándome el sudor que la bañaba. Apreté los ojos con fuerza intentando calmar mi respiración acelerada. 

¿Qué demonios había sido eso? ¿Qué significaba aquel sueño? ¿Una guerra? Era un infierno tener ese tipo de sueños en los que no sabes qué narices está pasando. 

Gruñí mientras sacudía mi cabeza intentando apartar todos aquellos pensamientos. 

No sabía qué hora era pero el sueño había abandonado mi cuerpo, así que decidí bajar. Cuando me adentré en el salón pude ver por las cristaleras que evidentemente era de noche. Una cabellera negra me dio la bienvenida, la cual se giró para que unos ojos gélidos me dieran la bienvenida. 

-¿Qué haces tú aquí? -pronunció con su típica voz apática. 

-Lo mismo podría preguntarte yo a ti -dije y me dejé caer en el sillón de al lado. 

Cerré los ojos cansada, con la certeza de que él seguía mirándome. 

-Son las tres de la mañana. 

-¿Y? -abrí un ojo y lo miré. 

-Deberías estar durmiendo -parecía estar enfadado por invadir su espacio personal. 

Me tensé e intenté controlarme para que su tono de voz y su asco hacia mí no me hicieran perder la cabeza. 

-Y tú también deberías estar durmiendo. Deja de echarme en cara todas las cosas que crees que hago mal cuando tú también las haces. 

Sus ojos grises ardieron debido a la furia que le había causado mis palabras. Cada vez estaba más segura de que realmente Jaden me odiaba. 

-¿Quién te crees que eres? -escupió. 

-Nora -me encogí de hombros. 

Mi burla hizo que una sonrisa amarga se escurriera entre sus labios. Mis bello se erizó ante aquella acción. 

-Tú no deberías estar en esta casa. 

Su voz apática y neutra fue lo último que escuché antes de que sus pisadas fuertes y concisas subieran por las escaleras hasta llegar su habitación.

Dejé escapar un suspiro mientas me sobaba la cara. No sabía cómo sentirme. No sabía que debía hacer para que Jaden dejara de mirarme y de tratarme de aquella manera. ¿Acaso había hecho algo mal? El otro día cuando me vino a recoger al instituto fue durante unos segundos un poco más agradable, pero al parecer no podía seguir fingiendo. Él me detestaba por una razón que desconocía.

Suspiré. 

La voz de aquel sueño no dejaba de retumbar en mi cabeza. Era molesta y no paraba de confundirme. Jamás me había sentido tan confundida por un sueño. 

Encendí la televisión y empecé a ver una película para intentar que mi cabeza se concentrara en otra cosa. Poco a poco el sueño se volvió a apoderar de mí hasta que mis párpados se volvieron pesados y se cerraron. Haciendo que la oscuridad se volviera a cernir sobre mí. 

 

(...)

 


-Se le cae la baba -una voz sonó a lo lejos-. Iugh, ¡está babeando en mi cojín! 

-No es tu cojín, Landon. 

-Lo es. 

-No. 

-Sí. 

-No

-Que sí. 

-Landon...-parecía estar perdiendo la paciencia. 

-Reese...-su tono era juguetón. 

-La vais a despertar. 

-Tú te callas, Cole. Si estás aquí es por algo. 

-Pero creo que me estoy arrepintiendo, nos va a matar. 

-Pero si la chica piedra no sabe ni golpear. 

-Oh, créeme -susurró Landon-, sí que lo sabe. 

-¿Preparados? 

-Tres... 

-Dos... 

-Y... 
En el momento en el que abrí mis ojos sentí como mi cara y mi cuerpo se enfriaban debido al agua que me acababan de tirar. Ahogué un grito seguido de unas carcajadas masculinas. Landon, Cole, James y Reese rodeaban el sillón en el que me encontraba mientras se reían del acto que acababan de cometer. Sacudí mis brazos mojados y los miré echando chispas.

-Voy a contar hasta diez -murmuré- para que os podáis esconder bien porque no vais a tener mundo por el que correr. 



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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