El legado: A oscuras

Capítulo 18

Mis pies descalzos caminaban por el bosque con un sigilo digno de admirar. Las hojas y ramas crujían bajo ellos mientras yo me dedicaba a estar al tanto de cualquier tipo ruido que escuchaba. 

¿Dónde se habría metido? 

Reese había desaparecido en su forma lobuna por el espeso bosque sin dejar rastro, y yo estaba allí, intentando saber dónde se había metido. Lo que menos entendía era cómo podía haber salido de su celda. La puerta de la mía al parecer no se había cerrado bien, ¿pero que la suya tampoco lo hubiese hecho? No sé, no lo comprendía. Además, la trampilla también había quedado abierta. 

Escuché un ruido a lo lejos que me hizo pararme en el sitio. Me agaché para escodcer mi menudo cuerpo entre unos matorrales, y miré a lo lejos intentando visibilizar alguna sombra entre los árboles, pero nada. 

Me estaba empezando a impacientar. Helen me había informado que cuando un licántropo estaba en fase su yo racional dejaba de estar al mando para dejar salir a su yo animal, lo que quería decir que Reese podría atacarme sin saber que soy yo, o peor aún, matar a algún inocente. Cosa de la que no se enteraría porque al siguiente día no recordaría nada de lo sucedido.

De repente, a lo lejos pude ver como la silueta de un lobo se movía lentamente, como quien se acerca a su presa con cautela para no asustarla. Rápidamente, me dejé rodar por el suelo hasta colocarme tras la gruesa madera del tronco de un árbol. Escuché un gruñido y supe perfectamente que me había oído. 

-Genial -murmuré y asomé la cabeza por el tronco para observar como me miraba a lo lejos mientras caminaba hacia mí-, no puedo estarme quieta no, siempre tengo que pasar a la acción. 

Los ojos azules del lobo seguían fijos en el tronco en el que estaba mientras sus patas intentaban hacer el mínimo de ruido al caminar. El corazón se me aceleró a pesar de que no temía por mi vida, pero sí me daba pavor lo que él podría hacer y de lo que se arrepentiría mañana. 

Las voces de unos adolescentes sonaron a lo lejos haciendo que lobito Reese girara su cabeza hacia el sonido con las orejas en alto. Gruñó. 

Mierda. Mierda. 

-Piensa rápido... -volví a asomar mi cabeza y vi como Reese comenzaba a alejarse hacia el sonido-. Pues nada, toca enfadar al lobito. 

Salí de mi escondite y grité para llamar su atención. Reese me miró y agachó un poco su cuerpo mientras abría sus fauces y me enseñaba sus afilados dientes. Las voces volvieron a sonar a lo lejos llamando de nuevo la atención de Reese. 

-Espero que no me mates -murmuré mientras cogía una piedra del suelo. 

No me lo pensé y se la lancé dándole de lleno en la cabeza. Se giró furioso hacia mí y supe cuando sus garras se clavaron en la tierra que debía echarme a correr en ese mismo instante, así que eso es lo que hice. 

Mis piernas se movían con una gran agilidad mientras intentaba controlar mi agitada respiración. Casi gruñí debido a las infinitas ramas que chocaban contra mi cuerpo interponiéndose en mi camino. La oscuridad en ese momento me fue un impedimento para correr con total agilidad por el penumbroso bosque.

Él no estaba muy lejos.

Es más, estaba más cerca de lo que parecía.

Escuché como dejó escapar un gruñido a tan solo unos metros de mí.

Bien Natalie, tú y tu don de meterte en líos.

Giré haciendo que su cuerpo chocará con un tronco y salté para agarrarme de la rama de un árbol. Antes de que pudiera escalar más, sus colmillos se clavaron en mi pierna y tiraron de mí hasta caer al suelo. Rodé pero rápidamente me estabilicé intentando no pensar en el dolor de mi pierna y quedé de cuclillas a unos metros de él. Ladeé la cabeza como si mi yo animal estuviese comenzando a salir ante sus amenazantes gruñidos. 

-Lobito Reese, no gruñas, porque como juguemos a gruñir te vas a ir con la cola entre las patas. 

Sus patas comenzaron a acercarse con cautela mientras la sombra de su figura parecía crecer ante mí, temible y furiosa. Sentí como la energía de mi interior se empezaba a acumular esperando a que él diera un paso en falso y tuviese que dejarla escapar para transformarme. Sinceramente, pensé que pasaría eso, pero al parecer me equivoqué. 

Antes de que Reese se tirara sobre mí, una sombra blanca se abalanzó sobre él apartándolo de mí. Un lobo blanco le mordió y Reese se alejó de él con miedo pero, sin embargo, no huyó, sino que se tumbó en el suelo con la cabeza mirando al suelo, sumiso.

¿Pero qué...? 

Mis ojos se abrieron de par en par cuando el lobo, que no era un lobo normal se giró hacia mí, furioso. Sus ojos grises me congelaron en el sitio y su aura de poder casi me hizo agachar la cabeza, pero no lo hice. 

Otra vez tenía ante mí al famoso Lobo Blanco del que me habían hablando. 

Su gruñido feroz fue una clara advertencia de que me fuera corriendo de allí, así que eso fue lo que hice, tras ver que él parecía poder dominar perfectamente a Reese. 

No sé como me guíe para llegar a la trampilla y bajar las escaleras corriendo, pero terminé adentrándome en mi celda cerrando la puerta tras de mí la puerta con la respiración acelerada. Me dejé caer en el suelo impactada por lo que había visto. 

El Lobo Blanco parecía haber controlado a Reese sin ningún tipo de problema, con su aura de poder que me era increíble poderosa. Por eso supuse que estaría en buenas manos de aquel desconocido.

 

(...)

 


En cuanto comencé a escuchar los ruidos de los chicos vistiéndose me levanté con la llave en las manos y abrí la puerta de la celda. 

No había podido dormir en toda la noche a pesar que estaba bastante acostumbrada a dormir en el suelo de una celda. La herida que me había hecho Reese no había parado de dolerme a pesar de que. por suerte, no me había hecho ninguna herida grave. No era gran cosa comparada con las muchas heridas que había tenido pero dolía igual. 



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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