El legado: A oscuras

Capítulo 21

Ya estábamos casi a principios de noviembre, y es que el tiempo se me había pasado volando. La convivencia con los chicos había mejorado notablemente, incluso empezaba a sentir una agradable afinidad entre ellos y yo. Los días se me pasaban en un abrir y cerrar de ojos a su lado, me divertía más de lo que me gustaba admitir, así que sí, era feliz.

No sólo me lo estaba pasando bien, sino que aquel período de tiempo me estaba sirviendo para ir conociendo todavía más a los chicos.

Para empezar, teníamos a Alex Evans. Con tan solo quince años me había mostrado una madurez digna de admirar en un chico de su edad. Era cariñoso y agradable con cualquier persona, además de un poco tímido. Como ya sabía desde el principio, él vivía con su madre en la ciudad, la cual era maestra del mismo instituto al que asistía su hijo. Alex, según me había contado nunca conoció a su padre. El hombre dejó embarazada a su madre y la abandonó, pero ambos salieron adelante y actualmente eran muy felices. Su madre sabía lo que era su hijo, así que contactó con su mejor amiga de la adolescencia —Helen— y le pidió ayuda, a lo que Helen no dudó en arroparlo con su cariño. 

Después estaba Landon Foster ­—sí, me hace ilusión decir el apellido también—. Él era de lejos, una de las personas más graciosas y alegres que había conocido en mi vida. Su falta de vergüenza para algunas cosas me sacaba más de una sonrisa, cosa que para ser sincera me solía recordar a Cloe. Tenía cierta manía en teñirse el pelo de colores, y es que hacía poco se lo había vuelto a cambiar a un rosa chillón. Por lo poco que había descubierto Landon no fue un gran alumno en el instituto, y según él lo poco que le gustó el instituto fue el hecho de estar con James, los cuales eran mejores amigos desde pequeños, y Amalia. Había vivido toda su vida en un orfanato hasta que un día conoció a Helen y esta, sintiendo el cosquilleó del que me habló, decidió adoptarlo y explicarle su verdadera naturaleza. A sus diecinueve años actuales, trabajaba en una heladería para ganarse su propio dinero y poco más, al parecer no tenía ningún plan para el futuro.

A diferencia de él, Cole Jones sí que tenía su vida planeada. A sus diecinueve años sus estudios en la Universidad eran prioritarios para construir su vida, aunque no sé si esa era la verdadera razón. Como ya me dijo, sus padres murieron cuando era muy pequeño, por lo que su abuela se encargó de él y lo cuidó con todo el amor del mundo. Cuando murió dejándolo solo, Helen dio el paso —Helen ya lo conocía desde que era pequeño— y lo adoptó para hacerse cargo de él y para que tuviera una familia. Ella había tenido con todos ellos aquel cosquilleo que le hacia saber que podrían ser de la manada, por lo que cada vez que le pasaba hacía todo lo posible para conocerlos y mantener contacto con ellos. Supongo que parecía cosa del destino, porque ella sintió lo mismo con mis amigas y yo, y ahora formaba parte de ellos, aunque nunca sabremos por quién de nosotras tres lo sintió realmente. 

En conclusión, no sabía si la única razón de la importancia de sus estudios era por su futuro o por gratitud a su abuela, pero si de algo estaba segura era de que su estudio por la medicina era muy importante para él, ya que me había dicho que su lugar en el mundo era para ayudar a los demás. Así era Cole Jones, un chico tierno y maduro, aunque con una rapidez para molestarse que nos hacía reír a todos de vez en cuando.

Por otro lado estaba el engreído y mujeriego James Ross, el cual tenía un gran don para sacarme de quicio, como ya me había demostrado el primer día que lo conocí. Él, al igual que Landon y Cole tenía diecinueve años, pero a diferencia de estos dos no estudiaba ni trabajaba, cosa que tampoco le molestaba a Helen, ya que según él estaba en un año sabático para aclararse la ideas. Su mejor amigo era Landon, el cual me había contado que James fue de los chicos más populares del instituto y uno de los más deseados, y la verdad es que le creí. Con su mata de pelo rubia, sus ojos grises y su bronceado que dejaba sin habla a chicas y chicos, James era sin duda alguna un chico muy deseado, y sí, cada vez me percataba más cuando salía con los chicos a la calle y las chicas y chicos lo miraban boquiabiertos. Por lo demás no conocía nada más de él, nada de su ámbito familiar, al parecer él quería que siguiese siendo un secreto.

Después teníamos a los dos témpanos de hielo: Reese Hayes con veintiún años y Jaden Adams con veinte. La verdad es que poco había descubierto de estos dos, a mi mirar, eran los más misteriosos de los siete. Lo único que sabía de Reese era que a pesar de que vivía aquí con Helen, tenía una buena relación con sus padres, los cuales vivían en el pueblo. Por lo que había analizado, le gustaba utilizar su comportamiento indiferente e imponente a su favor, como si de esta manera crease una barrera entre él y el mundo exterior. Aunque pareciese imposible, en algún momento esa extraña barrera parecía temblar, mostrando a un Reese interesado en la gente y agradable, aunque eso no dejaba de convertirlo en una figura imponente. Cuando no usaba su mirada fría, utilizaba una más cálida, una llena de diversión que a veces insluso daba más miedo que la otra. A diferencia de él, Jaden era alguien al que me era difícil analizar. Su comportamiento había mejorado hacia mí mucho más desde el día que me dio las gracias por algo que aún desconocía. Él era el que más desapercibido pasaba en todo, aunque algo me decía que él quería que así fuera. No estudiaba ni trabajaba, al igual que Reese y James.

Y por último pero no menor importante estaba Nolan Baker, el más formal de los siete. Nolan que a sus veintidós años solía quedarse siempre al margen, y más en conversaciones que no le interesaban. Solía alejarse de cualquier cosa divertida, aunque quizá era realmente era un soso, pero algo me decía que no. Sabía que sus pensamientos eran al menos un noventa y nueve porciento su hermana, y que quizá eso era lo que le mantenía alejado del mundo real. A pesar de que no me parecía mal que estuviese investigando, en mi opinión era eso lo que muy lentamente le hacia daño. Algo así como clavarse una astilla diminuta en el corazón, imposible de sacar.



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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