El legado: A oscuras

Capítulo 24

Jadeé al sentir aquel dolor punzante en mi espalda que había vuelto desde la pelea en el bosque. Intenté erguirme pero la punzada volvió más fuerte que antes. Había sido tan inteligente que ni siquiera opté por mirarme y sanar mi herida, y ahora me escocía como lo mil infiernos. 

Cuando intenté volver a erguirme la puerta de mi habitación se abrió y la cabellera castaña de Cole apareció tras ella. 

—Owen ha llamado a James para decirle que podrí... ¿Nora? ¿Te encuentras bien? 

Su expresión risueña cambió al ver mi molesta mueca. Rendida, me dejé caer otra vez y dejé salir el aire de mis pulmones.

—No —bufé. 

No tardó en acercarse a mi cama. Sus ojos me escrutaron preocupados. 

—Tengo una pequeña herida en la espalda por lo sucedido ayer —dije y lo miré mientras levantaba una mano— ¿Me ayudas? 

Con suavidad agarró mi mano y tiró de mí para que finalmente pudiera erguirme y quedar sentada en la cama. 

—¿Quieres que te la mire? 

—Por favor —pedí con una pequeña sonrisa. 

Cole asintió y se fue de la habitación. Apenas pasó un minuto cuando entró con un botiquín y se sentó a mi lado. 

—Necesito que te subas la camiseta hasta que pueda ver tu herida. 

Asentí mientras me ponía de espaldas a él y sacaba el brazo del lado de mi espalda afectada de la manga del pijama y le dejaba ver la herida. 

—Joder, ¿cómo te has hecho esto? 

—La mujer tenía unas uñas muy largas —mentí, intentando hacerme la graciosa.

Rebuscó en el botiquín y cuando cogió lo que necesitaba apoyó una de sus manos muy cerca de mi herida. Su tacto era frío.

—Vale, puede que esto te duela —tomó aire— Rectifico, te va a doler.

—Genial —murmuré.

En cuanto una especia de algodón hizo contacto con mi herida, arqueé la espalda y gemí de dolor. Joder, me dolió más que la vez que me la curó Jaden.

—Nora, ¿sabes dónde está...? —Nolan se paró en el umbral de mi puerta. Frunció el ceño— ¿Qué estáis haciendo?

—Estoy intentando desinfectar una herida que se hizo Nora ayer —explicó Cole volviendo a tocarme en esa parte con el algodón.

En cuanto otro quejido se escapó de mis labios, Nolan cruzó la habitación y se paró al lado nuestra.

—Joder, Nora, ¿por qué no nos lo dijiste ayer?

—Se me olvidó.

—¿Se te olvidó que tienes una herida en la espalda del tamaño de las zarpas de un tigre?

—A ver, tampoco hay que exagerar...

—Contigo no estoy hablando —dijo secamente a Cole.

—Sí, se me olvidó —repetí.

Nolan se apartó de Cole y dio la vuelta para quedar delante mía. Sus ojos verdes me escrutaron. 

—¿Tienes alguna herida más?

—No.

—No me mientas, Nora.

—No, no tengo ninguna más, de verdad —hice una mueca cuando Cole volvió a tocarme con aquel algodón—. ¿Puede quedar esto entre nosotros?

Nolan me miró confundido, como si no entendiese el motivo del secretismo.

—No quiero preocupar, y más sabiendo lo exagerado que sois, en específico tú —señalé con mi dedo índice a Nolan— La zarpa de un tigre, dice —reí.

Cole se unió a mi risa que se vio opacada por la mueca que puse al sentir de nuevo aquel escozor.

—Joder.

Nolan sonrió de lado de forma satisfactoria.

—¿Qué decías, Nora?

—Cállate —medio gruñí.

Nolan soltó una carcajada suave pero potente, y casi se me hizo extraño verlo reír, no era muy típico en él. Se veía más guapo y más joven así.

—¿Qué hacéis todos aquí? 

Jaden nos escrutó con su gélida mirada hasta que me miró a mí, y un aire sombrío abrazó su esbelta figura. Mi cuerpo se tensó cuando recordé nuestra última charla, y la culpabilidad no tardó en llegar. Aparté la mirada para clavarla en el torso de Nolan.

—Nada —respondió rápidamente Cole mientras bajaba mi camiseta—. Ya bajamos.

Jaden asintió con la cabeza y se fue.

—Por cierto, ¿qué venias a decirme, Cole?

—Owen ha llamado a James, quiere invitarte a una quedada con sus amigos en su casa.

Las mariposas de mi interior revolotearon contentas. 

 

(...)

 


James aparcó su coche en frente de la mansión de Owen y me miró.

—¿Ya os habéis puesto la etiqueta?

—¿Qué?

Sonrió burlón. 

—Que si Owen y tú sois novios.

—Ah, pues sí —sonreí ampliamente.

Su sonrisa vaciló pero la mantuvo de manera forzosa. Asintió brevemente. 

—Me alegro —volvió su vista al frente—. Se te ve feliz.

—Soy feliz, o al menos eso creo —reí.

James me miró de soslayo y sacudió su pelo, moviendo sus mechones rubios de tonalidad oscura. Curvó una de sus comisuras.

—Anda, ves ya que tu enamorado te está esperando.

Rodé los ojos divertida y cerré la puerta del coche tras salir. La voz de James me hizo girar para mirarlo. Me apuntó con el dedo índice y entrecerró los ojos.

—Nada de alcohol.

—James, voy a estar con Owen y sus amigos, no voy a ninguna fiesta.

—¿De dónde sales tú? A veces siento que vienes de otro planeta —bufó negando con la cabeza—. Una mansión, sin padres y con un par de adolescentes hormonales es el plan perfecto para beber.

—Eres un exagerado.

—¿Exagerado de qué? ¡Es la verdad! Lo que pasa que tú eres un poco rarita, pero yendo al tema —volvió a señalarme de manera acusativa—. Si bebes lo sabré y si te emborrachas lo sabremos todos.

—¿Qué tiene de malo?

—Que eres menor de edad.

—¡Pero si me llevasteis a una fiesta vosotros!

—Sí, donde terminaste borracha y casi drogada. La gente aprende de sus errores.

—Tú sí que eres un error —bufé dándome la vuelta y viendo por última vez su sonrisa divertida.

—¡Retíralo!

Le enseñé mi dedo corazón mientras me alejaba del coche y lo escuchaba reír.

Tras llamar al timbre de la casa, una perfecta figura me dio la bienvenida. Sus comisuras se alzaron mientras se apoyaba con su brazo en el marco de la puerta y me observaba. Yo no hice menos, por lo que mis ojos recorrieron su camiseta blanca y sus pantalones vaqueros. Mis mejillas se sonrojaron levemente cuando su sonrisa se ensanchó tras el repaso que le di.



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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