El legado: A oscuras

Capítulo 31 Parte I

El agua caliente caía sobre mi cuerpo y resbalaba por mi pálido cuerpo desnudo hasta mis pies. Cerré los ojos mientras me aclaraba el cabello y pensaba.

Pensaba y pensaba.

Porque eso es lo único que podía hacer.

Pensé en Owen, en los chicos, en el incendio, en Ámbar y Cloe, hasta que finalmente pensé en mí y en mi forma de volver siempre a esta casa, como si estuviese atada a ella y no pudiese irme. ¿Qué estaba haciendo? 

Enrosqué una toalla en mi cuerpo mientras me observaba mi reflejo en el espejo, sintiendo como el vapor se pegaba a mi piel. Unas pequeñas ojeras resaltaban mis ojos tristes, pues no lucían exactamente bien. La culpabilidad me estaba matando al rememorar cómo los chicos me habían estrechado entre sus brazos, temblando, y al mismo tiempo aliviados al verme con vida.

Abrí la puerta del baño avanzando por el pasillo hasta que Cole y Landon subieron por las escaleras y me vieron. Exclamaron al mismo tiempo, Landon tapándose los ojos y Cole dándose la vuelta de un salto.

—¡Nora, qué haces! —exclamó el castaño.

—Caminar hacia mi habitación —respondí con calma. Ni siquiera me importó que me viesen con una simple toalla, tenía muchas cosas en la cabeza.

—Pe-pero estás...

—¿Solo vosotros podéis pasearos en toalla?

—Yo nunca lo he hecho —murmuró Cole.

—Culpable —sonrió Landon con los ojos aún tapados.

Blanqueé los ojos y caminé escaleras arriba, hacia mi habitación, dejando al dúo allí en el pasillo.

Al entrar, lo primero que vi fue la mochila que había preparado para irme, la cual a regañadientes volvía a esconder en mi armario. Solté un suspiro pesado mientras me quitaba la toalla y empezaba a vestirme con un cúmulo de pensamientos en mi cabeza.

Cogí el collar de mi escritorio y me puse frente al espejo para ponérmelo en el cuello, en el sitio donde había estado reposando todos estos días. Acaricié la piedra verde y sonreí nostálgica. Era lo único de él que me quedaba. La verdad es que ninguno de los dos nos habíamos mandando mensajes, cosa que agradecí y que supe ver como una manera de pasar página.

Lo echaba de menos.

Cuando bajé al salón y vi a Helen pensativa en uno de los sillones me acerqué a ella y sin previo aviso la abracé, pues la culpabilidad que sentía por lo muy asustada y rota que había estado al creer que realmente me había muerto me estaba destrozando.

—¿Estás enfadada conmigo? —murmuré.

—No, cariño. El enfado no cabe en el pecho de una madre cuando solo hay preocupación en él —dijo con su voz aterciopelada mientras acariciaba mi cabello—. Nos has salvado, Nora. A Alex, a Hailey, a todos esos estudiantes y a mí, y aunque quizá tuviese que estar también enfadada como Nolan ante ese acto, no puedo negar que estoy orgullosa de ti —bajó su mirada para mirarme con una sonrisa—. Aunque debes saber que no necesitas volver as hacer algo así, y no quiero que vuelvas a arriesgarte de esa manera.

—Quizá yo no lo necesite, pero, ¿ y la gente?

Helen sonrió achicando sus ojos azules sin decir nada. En ese momento, las pisadas de alguien entrando al salón nos hicieron mover la cabeza para observar en esa dirección.

—¿Podemos hablar? —preguntó Nolan mirándome a los ojos.

—Claro.

Le sonreí una última vez a Helen y seguí a su hijo hacia el exterior de la casa. Nolan se paseó de un lado a otro antes suspirar y finalmente mirarme.

—Perdón por haberme enfadado.

—No pasa nada.

—Sí que pasa, y por eso te pido perdón, Nora. Pero también te pido que me entiendas, yo pensé...pensamos que...

—Lo sé, Nolan, lo sé. Entiendo tu enfado, si tú hubieses hecho alguna escena suicida seguramente también me habría enfadado contigo.

Para mi sorpresa una de sus comisuras se elevó.

—Acabas de admitir lo suicida que ha sido lo que has hecho.

—Bueno —rodé los ojos divertida—, tampoco es para tanto.

Nolan copió mi gesto, mirándome con toda atención y con unos ojos pensativos. Soltó una carcajada por algo que seguramente se le había pasado por la cabeza y la sacudió con diversión.

—¿Qué pasa? —quise saber—. ¿De qué te ríes?

—Me rio de mí. Sabes que tú y yo no tuvimos uno de los mejores comienzos, ¿no?

—Lo sé, me echaste una pequeña bronca.

—Lo sé, la verdad es que no me hacia mucha gracia que mi madre hubiese metido a una desconocida en casa, aunque ya sabes, es lo que tiene el cosquilleo.

—¿Y qué piensas ahora? —alcé mi barbilla con socarronería—. ¿Te sigue pareciendo mala idea?

—La peor de todas.

—¡Eh! —lo empujé suavemente mientras él reía.

 

REESE


Abrí la puerta de la casa de mis padres y entré en silencio, aún sabiendo que seguramente la única que estaría sería mi prima. Silbé caminando hacia la nevera y me cogí una cerveza para saciar un poco mi sed. En cuanto no vi a Hailey por la planta baja, decidí subir las escaleras e ir a su habitación. Llamé dando dos golpes a la puerta de su habitación cuando su voz sonó al otro lado. Asomé la cabeza.

—Hey —sonreí—. ¿Le dirás a tu primito favorito quién fue tu cita?

Hailey me sonrió metida en su cama y arropada hasta el cuello. 

—Claro, en cuanto tenga otro primo se lo diré.

Bufé divertido mientras cerraba la puerta, coloqué la cerveza en su escritorio y caminé hacia ella, dándome cuenta de como su piel más morena que la de Jaden lucía más pálida de lo normal.

—¿Te encuentras bien?

—Me duele mucho la cabeza —susurro formando una mueca.

Toqué su frente con mi mano para ver si tenía fiebre, pero no fue el caso.

—No pareces tener fiebre —le informé—. ¿No será por lo sucedido hoy, no?

Ella negó con la cabeza.

—Oye —dije adoptando una postura más seria pero de confianza, sin ser temible—, ¿te encuentras bien?



#15095 en Fantasía
#33538 en Novela romántica

En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.