El legado: A oscuras

Capítulo 32 Parte II

La vergüenza y el asco que sentí hacia mí misma cuando salí de la mansión con la mochila que ya había preparado hacía días bajo las miradas de dolor, decepción, ira y frustración de los chicos no tuvo  ni punto de comparación con ll dolor que pensé que sentiría. No pude ni mirar a los ojos a Helen cuando abandoné la casa.

En cuanto cerraron la puerta a mis espaldas me quedé paralizada en el sitio, con el pecho doliéndome como nunca y con los ojos escociéndome como pocas veces me había sucedido. Se lo había dicho, ya estaba todo hecho a pesar de que ahora de alguna manera estaban atados a mí. Ahora que sabían de dónde procedía yo, sentía que los había atado a mi pasado. 

Solté una bocanada de aire intentando hacer caso omiso a los lamentos de tristeza de Alex y comencé a alejarme con pasos pesados de la casa, agarrando con fuerza mi colgante y odiándome a mí misma por todas mis estúpidas acciones y decisiones. Por haber escapado de la central y haberlas matado a ellas, porque sí, lo que sucedió fue por mi culpa. Por haberme enamorado y sentirme tan débil. Por haber conocido a los chicos y haberlos engañado. 

Me adentré en el bosque y sin ganas de absolutamente nada me dejé caer al suelo, apoyándome en el tronco de un árbol. Me quité la mochila y observé el dinero que me había dado Jaden el pasado día y lo que Helen me había dado minutos antes de irme. Incluso a sabiendas de mi traición seguía siendo buena conmigo. Cogí una manzana que me había guardado y comencé a morderla, hambrienta, como si la comida pudiese rellenar el vacío de mi pecho. Pero no podía. Nada podía.

No tardé mucho en rememorar todo lo ocurrido en los últimos meses y en echarme a llorar. Mi vida no era normal, yo no había nacido para vivir una vida humana, sino para vivir una miseria de vida que yo no había podido elegir. Había nacido para ser alguien que la gente había creado y moldeado a su gusto para sus únicos fines. Esa era yo, el medio para un fin. Nada más.

Sintiendo mi alma cansada, dejé que mis párpados se cerraran y mi cuerpo se relajara hasta tal punto de quedarme dormida.

 

(...)

 


Escuché el ruido de hojas rompiéndose bajo las pisadas de alguien. Cuando abrí los ojos me encontré unas piernas en mi campo de visión. Fruncí el ceño confundida y comencé a alzar la mirada hasta que finalmente llegué al rostro de la persona que me observaba.

—No me lo puedo creer —murmuré cansada.

Volví a cerrar los ojos.

—Haciendo uso de tu inteligencia y quedándote dormida en medio del bosque. ¿Debería aplaudirte?

—No, deberías irte. Eso es lo que deberías hacer —espeté sin ánimos de mantener una conversación.

Él tan solo suspiró y se agachó hasta quedar a mi misma altura. Abrí los ojos y admiré el gris de sus iris a la espera de que hablara.

—No voy a dejar que te quedes aquí, ¿lo sabes, no?

—Si fueras inteligente lo harías. Ya has visto la expresión de Helen cuando he mencionado a Elaine. No soy buena para vosotros.

Jaden apretó sus labios sin apartar la vista.

—Venga, levanta —dijo agarrando mi mochila y poniéndose de pie.

—No.

—Levántate o te cogeré yo mismo —dijo sin ningún ápice de broma en su voz.

—Déjame en paz.

—Levántate, es la última vez que te lo pido.

—Dirás que me lo ordenas. 

Me quedé quieta, mirándolo mientras él se contenía de soltar algún improperio. Pensé que se iba a terminar yendo hasta que se inclinó hacia mí para cogerme en brazos, no obstante yo me aparté y de mala gana me levanté.

—¿Contento?

—No. Sígueme —su voz sonó seca.

—Para —demandé—. ¿Qué se supone que estás haciendo?

—Ayudarte. De nada.

—No te he pedido que me ayudes.

—Prefiero hacerlo antes de que por tu estupidez te maten.

—Oh, gracias —ironicé.

—De nada.

Solté un pesado suspiro, agobiada y confundida ante su repentina ayuda. Jaden notó que dejaba de caminar porque se giró y alzó una ceja, a la espera de que siguiese caminando.

—¿Me vas a hacer una pataleta?

—¿Cómo piensas ayudarme? 

—Sigueme y te lo contaré. Preferiría no estar mucho tiempo aquí fuera, además, te vas a congelar.

—No tengo frío.

—Ajá.

Giró sobre sus talones y siguió su camino. Sabiendo que esta vez no se iba a parar para esperarme decidí seguirlo en silencio. Sabía lo que estaba haciendo.

En cuanto llegamos a la mansión, de la cual no salía ningún tipo de luz supe que todos estarían dormidos. Jaden me devolvió la mochila y señaló la ventana de su cuarto.

—Ves allí, te abriré la ventana para que entres. No hagas ruido.

Cuando el se adentró en la mansión yo fui al lado de la casa donde se situaba la ventana de su cuarto. Al minuto esta se abrió y la cabeza de Jaden se asomó.

—Dame la mano —dijo acercándola para poder subir.

Rodé los ojos, aburrida y le lancé mi mochila la cual cogió sin ninguna dificultad.

—Aparta.

Sin rechistar hizo lo que le pedí y se apartó. De un salto logré agarrarme a la ventana y entrar en total silencio. Jaden alzó las cejas sorprendido pero aún así no dijo nada. En silenció se acercó a su armario y lo abrió, para seguidamente sacar un saco de dormir, el cual empezó a acomodar en el suelo.

—¿Tengo que dormir en tu habitación?

—Espero que eso no sea una queja.

—No lo es, lo digo por ti. ¿Podrás soportar mi existencia tanto rato estando ambos en una misma habitación?

Me fulminó con la mirada.

—Si te callas, sí.

Por primera vez en todo ese rato mis labios se elevaron en una diminuta sonrisa. Jaden abrió el saco de dormir y en cuanto quiso meterse en él lo detuve.

—¿Qué haces?

—¿Meterme en el saco?

—¿Y tu cama?

—Allí duermes tú —respondió con obviedad.

Negué con la cabeza y lo aparté.



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En el texto hay: adolescentes, hombre lobo, brujas

Editado: 15.05.2021

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