El legado de Joseph Beckett

Capítulo 4: Expedición

Sábado 5 de agosto de 2017

Ciudad de Córdoba, Terminal de ómnibus

8.24h 

 

En el sueño

Estaba en una casa que desconocía por completo, no podía controlar mis movimientos ni palabras, sólo estaba como espectador de mí mismo. A mi derecha estaban unas escaleras que parecían llevar a un pasillo, a mi izquierda estaba una pared muy alta, con ventanas antes de llegar al techo, y frente a mí una habitación con una puerta con muchos seguros de metal. Un grupo de personas se estaban escondiendo de algo, porque preocupados se asomaron a la puerta para ver si llegaban sus compañeros, tiraron de mi mano para atraerme a la habitación, retándome de que era un peligro que estuviese ahí.

Pronto se escucharon unos gritos, cerraron la puerta, pusieron todos los seguros y yo me quedé estático, viendo como hacían todo ese esfuerzo por mantenerse escondidos. Me quedé al lado de una chica que no conocía, jamás la había visto hasta ahora, nos escondimos bajo la cama y mirábamos a través de la sabana a la puerta. Se escuchó un tropiezo y un cuerpo rodar por las escaleras hasta dar contra la pared, seguido de gruñidos extraños, el corazón me palpitaba a mil por segundo.

La chica susurraba entre sollozos que trataba de tapar con su boca: "Nos encontraron, nos encontraron..."

Al ver su expresión tan desesperada, supe que afuera estaba sucediendo algo horrible, algo que no sabía qué era pero que temía. Salí con cautela de debajo de la cama, arriba, en la pared, había una pequeña ventana, como de baño. Estaba cerrada y el vidrio parecía ser resistente. Me pare encima de un escritorio, y con cuidado de no hacer ruido, tuve la curiosidad de saber qué tanto se escondía del otro lado.

La ventanita daba la vista a un camino de tierra, una casa rodeada por una cerca de un arbusto. En seguida se escucharon pasos, de muchas personas, y pude ver como huían del monstruo que me había acechado en mi casa, ese de ojos infernales y dientes ardiendo para aniquilar.

Ese mismo que está atacando a alguien del otro lado de la puerta...

Fin del sueño

El sonido de las llaves al apagar el motor del auto, acabó con el silencio que nos rodeaba y me despertó de golpe; Martin se mantuvo quieto mientras aferraba aun sus manos al volante, como si estuviese guardándose algún reproche hacia mí. Preferí apartar la mirada a la ventana, controlándome a mí mismo, los colectivos de larga distancia entraban y salían, debía esperar a mis amigos para ir al nosocomio abandonado. Mi mochila estaba bastante cargada con abrigos, un piloto por si llovía, comida y agua, lo demás eran linternas que había conseguido en una tienda de empeño, al parecer para la vida cotidiana ya no eran útiles porque todos la tenían en sus celulares, todas contaban con pilas nuevas; llevé unas dos cajas de repuesto, Lucas mencionó por nuestro grupo que traería más, no queríamos darle razones a algo "sobrenatural", pero si llegaban a fallar necesitaríamos luz. Leandro nos había dicho que tenía muchos cargadores portátiles, que los llevaba preparados por cualquier emergencia, ya sea de las cámaras o de los celulares.

Había llegado 16 minutos antes, mi padrastro tenía una especie de obsesión con la puntualidad, o tal vez quería hablar de algo.

Suspiró y bajó sus manos a sus piernas, de reojo observaba que se había girado hacia mí, entonces también lo hice.

—Joseph, sé que no fue una buena semana para ambos —murmuró—. Cada uno estuvo por su parte y lamento haberte dejado de lado en las situaciones en las que debí prestar más atención. Sabes que siempre te he apoyado en todo lo que decidías hacer, pese a que ahora a mí no me genere mucha seguridad la actividad que realizan con tus amigos. Y... quiero saber si te encuentras bien, si necesitas que agreguemos más sesiones, hablar con la policía sobre lo que sucedió en la parada del colectivo. Cualquier cosa que necesites, sabes que tienes mi apoyo incondicional, jamás te he negado algo y he tratado de ofrecerte lo mejor —desvió la vista a la ventana, al girarme mis amigos estaban comenzando a llegar—. Sólo quería que lo recordaras, es todo —finalizó con una leve sonrisa.

Sus ojeras y ojos sutilmente enrojecidos, lo acusaban de haber llorado toda la noche, no quise preguntar al respecto, porque también supuse que no quería contarme sus asuntos privados. Por supuesto, ¿quién me creía? Seguro me veía como un niño y tal vez pensaría que no podría entender.

Sólo asentí a lo que me dijo y me despedí con una palmada en su hombro, me incomodaba cuando expresaba sus sentimientos, consideraba la idea que tal vez era porque nunca lo había visto tan cerca, todo lo que sabía de la "vida" era por haber leído demasiado. Me bajé del auto y crucé la calle, casi trotando al ver que otro vehículo se asomaba desde la otra mano.

Leandro se detuvo al verme cruzar y me esperó, guardó su celular y sus auriculares.

—¿Qué tal dormiste ésta vez? —preguntó cuando estrechamos nuestras manos.

—Poco, digamos que pude cerrar los ojos al menos unas dos horas o tres, pero de ahí... ¿descansar? lo dudo —solté su mano.

—Yo tengo una duda, Joe... —comenzamos a caminar a la terminal de ómnibus—. ¿Cómo es que puedes siquiera cerrar un ojo cuando hay "fantasmas" en tu casa?

Dejé soltar un suspiro, sonriendo y bajando la mirada a mis pies. No había mucho que pensar, por supuesto, pero ¿"fantasmas"? ¿En serio, Leandro? Tanto estudio que hemos llevado a cabo para que los llame así. Desperdiciados.

—Pues... ¿conoces los videos sobre "si te ríes pierdes"? —Leandro no pudo evitar soltar una gran carcajada—. Así es, amigo mío. Los veo hasta quedar dormido.

Vaya, mira quien habla de caer bajo.

—No... jodas. Mira a donde te llevan estas apariciones, Joseph. Y decime, sólo por curiosidad, ¿perdiste? —nos sentamos en el piso al llegar cerca de la boletería, aún debíamos esperar a los demás.




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