El Legado de las Sombras

Capítulo 17: La Prueba de la Niebla

La luz del amanecer apenas comenzaba a filtrarse a través de las ventanas de la mansión Devereaux cuando Emily, John y Sophie se prepararon para partir en busca del Cáliz de la Luz. Con el espectro Elanor habiendo proporcionado la pista crucial, el grupo sabía que el tiempo apremiaba. La misión que tenían por delante no solo era de vital importancia, sino también peligrosa.

Las primeras horas del día se convirtieron en una búsqueda frenética por antiguos textos y mapas que pudieran darles una idea de la ubicación del Cáliz. Después de revisar los documentos, descubrieron que el artefacto estaba escondido en un monasterio abandonado, ubicado en un remoto valle rodeado por densos bosques y neblinas.

Se despidieron de la mansión, que, aunque ahora más tranquila, seguía cargada con un aura inquietante. Con mapas en mano y un profundo sentido de urgencia, se dirigieron hacia el monasterio, sin saber que su viaje les enfrentaría a un nuevo tipo de terror.

El viaje hacia el monasterio fue largo y agotador. El camino serpenteaba a través de un espeso bosque, donde el aire estaba cargado de humedad y el sol apenas lograba atravesar la espesa capa de nubes. La niebla se asentó sobre el paisaje, envolviendo todo en un manto grisáceo y opresivo. La atmósfera estaba cargada de un silencio perturbador, interrumpido solo por el ocasional crujido de ramas bajo los pies del grupo.

Cuando finalmente llegaron al monasterio, el lugar se alzaba como una sombra siniestra en medio de la niebla. Las ruinas eran imponentes y desoladas, con paredes de piedra desgastadas por el tiempo y torres derrumbadas que se alzaban en el aire como garras amenazantes. El monasterio parecía estar aguardando, como un guardián que esperaba la llegada de los intrusos.

La familia Devereaux cruzó el umbral de la entrada principal, que chirrió ominosamente al abrirse. El interior estaba oscuro y lleno de polvo, con grandes columnas que se alzaban como gigantes petrificados. Los rayos de luz que penetraban a través de las ventanas rotas creaban sombras inquietantes que danzaban en las paredes.

Emily, John y Sophie avanzaron con cautela, sintiendo una creciente sensación de opresión. Mientras exploraban el interior, notaron que el aire se volvía cada vez más denso, y un frío glacial comenzó a calarles los huesos. La niebla parecía haberse infiltrado en el monasterio, envolviéndolo en un manto de terror.

De repente, un ruido estruendoso resonó a través de los pasillos. El suelo tembló ligeramente, y las columnas parecieron crujir bajo una presión invisible. La familia se detuvo en seco, con los corazones acelerados. La niebla en el suelo comenzó a elevarse, formando figuras espectrales que se deslizaban y retorcían como sombras vivientes.

—¿Qué es eso? —preguntó John, su voz temblando.

Sophie observó las figuras con creciente alarma. —Son espíritus atrapados en la niebla. Parece que el monasterio está protegido por una forma de magia que mantiene a los espectros en su lugar. Pero esta niebla también parece estar manipulada por algo más oscuro.

Las figuras espectrales empezaron a acercarse, y sus formas difusas parecían distorsionarse en un torbellino de terror. Los susurros provenientes de las sombras se convirtieron en gritos agonizantes, llenos de desesperación y sufrimiento. El frío se volvía casi insoportable, y la sensación de claustrofobia aumentaba con cada paso que daban.

En medio de este caos, un espectro apareció, una figura etérea con una apariencia de nobleza y tristeza. Sus ojos brillaban con una luz azulada y su presencia irradiaba una calma perturbadora. A pesar de su aspecto espectral, parecía tener una intención benevolente.

—¡No temáis! —dijo el espectro con una voz resonante y serena—. Soy el Prior Gregory. El monasterio está protegido por antiguos encantamientos que mantienen a los espíritus atrapados en la niebla. Solo aquellos que demuestren su valor podrán encontrar el Cáliz.

La familia Devereaux, aunque sorprendida por la aparición del Prior Gregory, se sintió aliviada al ver un aliado. Gregory explicó que el monasterio estaba lleno de trampas y pruebas que los desafiarían tanto física como mentalmente. La niebla no solo servía como un obstáculo, sino también como un medio para probar su determinación y coraje.

—Para llegar al Cáliz, debéis superar las pruebas de la niebla. Solo así podréis encontrar el santuario donde se guarda el artefacto —explicó Gregory—. Pero debéis tener cuidado. La niebla puede distorsionar la realidad y llevaros por caminos peligrosos.

Con las instrucciones del Prior Gregory en mente, la familia continuó su avance a través del monasterio. La niebla parecía cambiar de forma y densidad, creando ilusiones y distorsionando los pasillos. Cada esquina parecía esconder un nuevo desafío, desde trampas ocultas hasta ilusiones aterradoras que trataban de desorientar y aterrorizar.

A medida que enfrentaban estas pruebas, el Prior Gregory se mantenía a su lado, ayudando a guiarles a través de los peligros. Sin embargo, su tiempo con ellos era limitado. A medida que la familia se adentraba más en el monasterio, la niebla comenzó a engullirlo, y su forma se desvaneció lentamente.

—Debéis apresuraros —dijo Gregory, mientras su figura se desvanecía en la niebla—. La oscuridad está creciendo y no os queda mucho tiempo.

Con la desaparición del Prior Gregory, la familia se encontró sola en el monasterio, enfrentando las pruebas finales de la niebla. La atmósfera se volvía cada vez más opresiva, y los gritos de los espíritus atrapados resonaban en sus oídos.

Finalmente, después de superar numerosos desafíos y pruebas, llegaron a una cámara oculta, iluminada por una luz dorada que contrastaba con la oscuridad que les rodeaba. En el centro de la cámara, sobre un pedestal de piedra, descansaba el Cáliz de la Luz, resplandeciendo con un brillo cálido y reconfortante.

La familia Devereaux, aunque agotada y temblando por el frío, sintió un profundo alivio al encontrar el artefacto. Sabían que su próxima tarea sería usar el Cáliz para contrarrestar la influencia de la Sombra de la Eternidad y traer el equilibrio de vuelta a su vida y a la mansión.




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