Eiden hizo el amago de levantarse pero Luan acercó aún más la daga a su cuello, obligándolo a mantenerse acostado.
—Me presento —sonrió— soy el príncipe Eiden del reino de Onix, y quisiera concretar una reunión con la Reina lo más pronto posible, se trata de un tema urgente.
—¿Para qué quieres reunirte con ella?
—Es un asunto confidencial.
—¿De verdad esperas que te lleve ante ella sin saber tus intenciones? habla o morirás aquí.
Eiden vaciló un momento. —Una alianza.
—¿Alianza? —Luan sonrió burlonamente— imposible, nunca pasará, Luna no se alía con reinos exteriores.
Eiden frunció el ceño. —No lo creeré hasta que la Reina lo diga.
—Créelo porque lo digo yo, me presento, soy Luan, príncipe de Luna.
El pelinegro alzó las cejas sorprendido, por sus ropas y manera de actuar lo último que hubiese pasado por su cabeza era que el chico frente a él pertenecería a la realeza.
—Entiendo su política de no alianzas, pero si me dieran la oportunidad de explicar mis razones se que podríamos llegar a un acuerdo beneficioso para ambas partes.
—¿Para ambas partes? ¿Qué podría ganar Luna de un reino como el tuyo?
—Pero-
—Ya te dije que no, Luna no ayuda a ningún reino, no se lo merecen.
—¿No merecerlo? ¿Que puedes llegar a saber tu sobre si Onix merece algo o no? ¿Conoces nuestra historia? ¿Nos has visitado? ¿Has convivido con mi gente? —Luan apretó los labios— No, no has hecho nada de eso, así que por favor no hables de mi reino como si lo conocieras, ten un poco de educación y respeto, es decepcionante que un príncipe hable así.
Luan abrió su boca pero nada logró salir de ella ya que un guardia llegó corriendo hasta su lado.
—Joven príncipe, hemos detectado a alguien tratando de infiltrarse en Luna.
—Lo sé, ya lo tengo controlado —movió su cabeza apuntando al pelinegro.
El guardia tragó saliva. —No me refiero a él, es una chica, estaba armada pero ya está contenida y en camino al palacio.
Luan se giró a Eiden y clavó la daga con fuerza en el césped, a centímetros de su oreja.
—¿Con quien más viniste?
—Solo con ella, es mi amiga, por favor no le hagan daño, no representa una amenaza.
—No te creo.
—Pero-
—Sin embargo, aqui tenemos un protocolo para estas situaciones, si tu amiga no a hecho nada tonto, no le pasara nada —giro hacia el guardia— dame tus esposas, yo me encargaré de el, y ve a informarle a la reina sobre el otro infiltrado por favor.
El guardia acató la orden y le dio sus esposas, las cuales Luan no demoró en poner en las muñecas del pelinegro, asegurándose de que no estuvieran muy ajustadas.
—¿Está seguro que quiere encargarse de él solo?
—Si, no te preocupes.
—Me retiro entonces —dijo antes de desaparecer entre la frondosidad de los árboles.
Luan se levantó y tomó el brazo de Eiden para ayudarlo a pararse.
—Bien, vamos a ver a la Reina, invasor —mencionó antes de comenzar a caminar entre los árboles.
Eiden suspiro y comenzó a seguir al castaño, quedando a su lado, mientras que al otro lado iba Coco, el cual recibía caricias de parte de Luan de vez en cuando.
El castaño se movía con naturalidad en la frondosidad del bosque, caminando sin dudar de sus pasos, como si estuviera siguiendo un sendero.
Ya llevaban unos minutos caminando y Eiden comenzaba a sentir sus pies palpitar y el sudor recorrer su sien, el bosque no era muy caluroso, pero sus ropas eran muy gruesas para ese tipo de clima y se comenzaba a sentir asfixiado.
—¿Falta demasiado? —preguntó mientras se detenía y apoyaba en un árbol.
—¿Porque preguntas? ¿estás cansado? —el pelinegro asintió mientras cerraba los ojos y regulaba su respiración— eres muy débil para ser un príncipe.
Eiden frunció el ceño. —En un día normal esta caminata no me cansaría, pero hace días que no me alimento ni duermo bien.
Luan viro los ojos y miró a su alrededor.
—Quédate parado aquí un momento, iré a buscar algo, vamos Coco.
—Está bien —respondió para luego desplomarse en el suelo en el momento que el castaño ya no estaba en su campo visual.
Recostado en el césped miró hacia arriba, donde las copas de los árboles eran movidas por una suave brisa, dejando que algunos rayos de sol llegaran a su cara, cerró los ojos y respiro profundamente, concentrándose en el sonido de los árboles moviéndose, de la brisa y de los pájaros cantando a lo lejos, sintió como poco a poco el sueño invadía su cuerpo y sus músculos se relajaban, no supo cuánto tiempo estuvo así hasta que sintió algo frío apoyarse en su frente.
Al abrir los ojos se encontró con Luan mirándolo desde arriba, el cual había apoyado una cantimplora de metal en su frente.
—Te dije que me esperaras parado, invasor.
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Editado: 17.09.2024