El legado Oculto

Capitulo 10 (Parte 2) -Energías Entretejidas

Nos alejamos de la casa de Lukas sin decir nada.

El sonido de nuestros pasos sobre la acera es lo único que llena el silencio entre nosotros.

La noche está densa, con el aire helado pegándose a mi piel, pero no me molesto en subirme la capucha ni en frotarme los brazos.

La incomodidad no viene del frío.

Viene de él.

Aiden camina a mi lado con su misma presencia impenetrable, con esa calma que me crispa los nervios porque sé que significa que está guardándose algo.

Y esta vez, no pienso dejarlo pasar.

Cuando finalmente nos alejamos lo suficiente, me detengo.

Él también.

Pero no me mira de inmediato.

Su atención está en algún punto en la distancia, como si estuviera calculando algo en su mente.

Y cuando finalmente rompe el silencio, sus palabras no son lo que quiero escuchar.

—Tienes que tener cuidado, Elena.

No sé por qué, pero su tono me irrita más de lo que debería.

—¿De qué?

Él sigue sin mirarme del todo.

—Solo... mantente alerta.

Es la gota que derrama el vaso.

—¿Es en serio? —Mi voz sale más afilada de lo que esperaba, pero ya no me importa—. ¿Eso es todo lo que tienes para decirme? ¿Una advertencia vaga y misteriosa como si yo tuviera que entenderlo todo con una sola frase?

Aiden sigue impasible, pero sé que me está escuchando.

Y eso solo me hace enfurecer más.

—¡Estoy harta, Aiden! —exclamo, sin controlar mi tono esta vez—. ¡No entiendo nada! ¡Tú eres el que me está volviendo loca!

Él finalmente me mira.

No con sorpresa.

No con enojo.

Solo con... algo indescriptible.

—Elena...

—No —lo interrumpo, con el pecho subiendo y bajando por la frustración—. No más rodeos, no más advertencias crípticas. Si de verdad quieres que me mantenga alerta, entonces dime de qué mierda se supone que debo cuidarme, porque lo único que has hecho hasta ahora es darme razones para desconfiar de ti.

Aiden no responde.

Su mirada es intensa, pero no cambia.

Ese silencio.

Ese maldito silencio.

—¡¿Por qué no hablas?! —Mi propia voz retumba en el aire frío—. ¡¿Por qué carajos te comportas como si estuvieras en un juego en el que solo tú sabes las reglas?!

Aiden mantiene su expresión firme, pero algo en él se tensa.

Y por un momento, creo que voy a perder la cabeza.

—Te vi hacer algo —suelto, de golpe—. No sé qué fue, pero no fue normal.

Él parpadea, como si estuviera desconcertado. Aunque solo fue un instante.

Pero no lo niega.

No dice nada.

Su rostro no se inmuta, pero hay algo en su postura, en la manera en la que su mirada se mantiene fija en mí...

Algo que me hace sentir que, por primera vez, he tocado un punto al que no debería haber llegado.

Mi respiración se acelera.

Pero no me detengo.

No ahora.

—No sé qué mierda pasa contigo —continúo, sintiendo cómo mi propio enojo se mezcla con el caos en mi cabeza—. Pero sé que me ocultas algo.

Aiden sigue sin responder.

Y eso solo lo empeora.

—Lo peor es que siento que yo también estoy metida en esto y ni siquiera sé por qué.

Es entonces cuando finalmente rompe el silencio.

—No siempre las cosas son lo que parecen, Elena.

Su voz es suave.

Pero la forma en la que lo dice me da escalofríos.

—Y a veces, mirar demasiado cerca solo te deja con más preguntas.

Mi estómago se hunde.

Algo en sus palabras suena a advertencia, pero también a un hecho innegable.

Me quedo en silencio por unos segundos, respirando con dificultad.

Mi mirada baja a mis manos.

Y entonces, lo saco.

El colgante.

Aquel que me dio.

Lo sostengo entre mis dedos y lo levanto para que lo vea.

—¿Por qué me diste esto?

Aiden no reacciona.

Pero lo ve.

Sus ojos se clavan en el colgante, y algo en él cambia. Es como si ya lo supiera, como si tuviera la respuesta antes de que yo preguntara.

La presión en mi pecho aumenta.

—¿Por qué siento que está conectado a mí? —insisto, mi voz apenas un susurro ahora.

Aiden sigue mirando el colgante.

Y cuando finalmente responde, lo hace con la misma neutralidad inquietante de siempre.

—Porque te pertenece.

La forma en que lo dice es tan simple, tan definitiva, como si fuera la respuesta más obvia del mundo. Pero para mí, no lo es. No lo es en lo absoluto.

Frunzo el ceño y aprieto los dedos alrededor del colgante, sintiendo el frío del metal contra mi piel.

—Lo mismo dijiste la otra vez, no tiene sentido —susurro. Mi frustración se filtra en cada palabra—. ¿Qué significa eso? ¿Cómo puede pertenecerme algo que ni siquiera sabía que existía hasta que tú me lo diste?

Aiden me observa en silencio por un momento. Su expresión es neutral, impenetrable, pero hay algo en sus ojos que me hace sentir que está midiendo sus palabras antes de soltarlas.

—Lo supe cuando te vi —dice finalmente—. No sabría explicarlo con palabras... pero lo sentí.

Algo en su tono me desconcierta más que su respuesta. No porque sea confuso, sino porque suena sincero.

—¿Y eso es todo? —dejo escapar una risa incrédula—. Solo lo sentiste.

Aiden no responde de inmediato. En su lugar, desvía la mirada por un instante, como si su atención estuviera en algo más allá de nuestra conversación. Pero cuando me mira de nuevo, hay un peso distinto en su mirada.

—Hay cosas que no puedo decirte —su voz es baja, pero firme—. No todavía.

Su respuesta es un muro. Un bloqueo. Y eso solo alimenta más mi enojo.

—¿Por qué? —insisto, dando un paso hacia él—. ¿Por qué mierda no puedes simplemente explicarme qué está pasando? ¡No puedes aparecer y desaparecer de mi vida dejando solo más preguntas y esperar que yo me quede callada!

Mis palabras salen con más fuerza de la que esperaba. Me siento sofocada, atrapada en una maraña de dudas que solo él puede desenredar. Pero en vez de darme las respuestas que necesito, Aiden sigue con ese maldito aire de misterio, como si todo tuviera un orden que él no puede romper.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 15.05.2025

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