El aire entra y sale de mis pulmones en respiraciones entrecortadas.
Parpadeo varias veces.
Cierro los puños.
Siento que mis pensamientos intentan agarrarse de algo lógico, pero no hay nada lógico en esto.
Mis ojos van de Aiden a él.
—Así que... —mi voz sale más baja de lo que esperaba. Suave. Medida.
Mis manos tiemblan.
—Así que esto es real —repito, como si necesitara la confirmación de que no estoy perdiendo la cabeza.
Aiden no dice nada.
Ashton, en cambio, deja escapar una risa baja.
—Oh, es muy real —su voz es un filo de acero envuelto en terciopelo—. Y fascinante, por lo que veo.
Mi piel se eriza.
Mis ojos se clavan en él.
—Fascinante —repito en un susurro—. Fascinante.
Ashton se encoge de hombros, su sonrisa intacta.
Aiden, por el contrario, se mueve un paso adelante, como si quisiera acercarse.
Pero yo retrocedo.
Porque no confío en ninguno de los dos en este momento.
Porque no sé qué es verdad y qué es mentira.
Mi estómago se retuerce, mi pecho duele con la presión de mi propia rabia contenida.
Esto no fue solo una mentira. Fui una pieza en su juego, manipulada sin darme cuenta.
Respiro hondo.
Exhalo lento.
Mis ojos vuelven a posarse en Ashton.
Y entonces, lo suelto.
—¿Quién eres?
No suena como una pregunta.
Suena como una sentencia.
Ashton alza las cejas, su sonrisa ensanchándose apenas.
—Me alegra que preguntes.
Aiden aprieta la mandíbula.
—Ashton.
Solo su nombre.
Pero la manera en que Aiden lo dice, con esa tensión en su voz, con esa advertencia, me dice más de lo que quiero saber.
Mi respiración se acelera.
Ashton suelta una carcajada baja.
—No seas tan aburrido, Aiden. Déjala procesarlo a su manera.
Mis dedos se curvan sobre mis palmas.
El aire alrededor de mí se siente pesado.
—Fuiste tú.
Mis propias palabras me golpean.
Ashton no niega nada.
No intenta suavizarlo.
No juega con excusas.
Solo sostiene mi mirada.
El impacto de la revelación es como un golpe directo a mis costillas.
—Las veces que estuviste cerca —Lo miro, con el enojo vibrando en mi voz—. Las veces que pensé que eras Aiden.
Ashton entrecierra los ojos, evaluando mi reacción como si quisiera saborear cada emoción que cruza por mi rostro.
—¿Te divertiste? —mi voz sale más cortante, más filosa de lo que esperaba.
Aiden se mueve un poco más.
—Elena...
Pero no lo escucho.
No quiero escucharlo.
Porque él también es parte de esto. Lo miro fijamente. —¿Lo sabías?
Aiden abre la boca, pero el silencio lo delata.
Mis labios se separan en una sonrisa sarcástica.
—Por supuesto que lo sabías.
Siento que mi pecho se enciende.
Porque todo esto... todo esto fue un engaño.
—¿Qué fue esto entonces? ¿Una broma? ¿Una lección para ver qué tan fácil era jugar con mi mente?
Aiden sacude la cabeza de inmediato.
—No es así.
—¿Ah, no? —mi voz tiembla—. Porque, desde donde yo lo veo, parece bastante así.
—Elena...
—No. —Doy un paso adelante, sintiendo la rabia arder en mi garganta—. No digas mi nombre.
La temperatura a mi alrededor cambia.
Aiden frunce el ceño.
Ashton levanta una ceja, divertido.
Pero yo no noto la diferencia de inmediato.
Solo sé que algo dentro de mí se está rompiendo.
La presión en mi pecho se intensifica.
Mi cuerpo se siente demasiado caliente.
Y entonces, un estallido de luz pálida explota desde mi piel.
No lo veo de inmediato, pero lo siento.
Un empujón de energía cruda, algo primario y salvaje, que empuja a los dos hacia atrás.
Mis oídos zumban.
Mis propios pulmones parecen arder con la sobrecarga de energía.
Aiden frena su retroceso y alza la mirada con los ojos abiertos en sorpresa.
Ashton se ríe.
—Bueno, bueno —su tono es puro deleite—. Ahora sí esto se pone interesante.
Mis manos tiemblan.
Veo las chispas de luz en mis dedos, como si mi propio cuerpo no supiera qué hacer con lo que acaba de desatar.
¿Qué fue eso?
El miedo se mezcla con la adrenalina.
Ashton sigue mirándome como si acabara de encontrar su nuevo pasatiempo favorito.
Aiden, en cambio, da un paso hacia mí.
—Elena, cálmate.
Cálmate.
¿Cómo demonios se supone que haga eso?
Lo miro y todo se derrumba.
Porque nunca voy a saber cuándo fue él y cuándo fue Ashton.
Nunca voy a saber cuándo fui una tonta.
Un nudo se forma en mi garganta.
Y la rabia me ciega.
—Aléjate de mí.
Aiden frunce el ceño.
—No.
—¡Que te alejes de mí!
Y entonces, la energía explota otra vez.
Más fuerte.
Más incontrolable.
Los ventanales detrás de mí vibran con la onda expansiva.
El suelo cruje.
Y, por un instante, veo algo en los ojos de Aiden.
No es sorpresa.
Es miedo.
Y eso me aterra más que cualquier otra cosa.
Porque si él tiene miedo de lo que acabo de hacer...
Entonces yo también debería tenerlo.
El suelo se siente inestable.
El eco de la explosión de energía todavía reverbera en mis huesos, como un trueno que se repite dentro de mi pecho.
Mis piernas fallan por un segundo. Siento que el mundo se inclina y tengo que dar un paso hacia atrás para no caer.
Pero no es suficiente.
Todo mi cuerpo se debilita.
Mis rodillas ceden y me voy hacia el suelo.
Pero antes de que llegue a caer, una mano me sujeta.
No una.
Dos.
Dos presencias opuestas, dos presencias que ahora mismo quiero lo más lejos posible.
Y eso me enciende aún más.
—No me toquen.
Las palabras salen más ásperas de lo que pretendía, pero no me importa.
La mano de Aiden suelta mi brazo casi de inmediato, pero la de Ashton permanece un segundo más antes de que él también me deje ir, con un gesto lento, deliberado.
Editado: 15.05.2025