El legado templario en tierra santa

Capítulo 1

El destino de los caminos entrelazados

La guerra comenzó con un estruendo de acero y un grito de guerra que retumbó en el valle. Sir Aldric, con su armadura brillante y su espada en alto, lideró la carga hacia las filas enemigas. A su lado, el escudero Thomas blandía su propia espada, su rostro pálido pero decidido.

Morgana, la hechicera, se detuvo en la cima de una colina cercana, sus ojos escaneando el campo de batalla con una mirada intensa. Su capa negra se agitaba al viento, y su cabello rojo brillaba como una llama en la luz del sol. De repente, su mirada se detuvo en algo, y su rostro se tensó en una expresión de alerta. "¡Por el poder de la luna!", exclamó, su voz llevada por el viento hasta los oídos de Sir Aldric y Thomas.

Thomas se volvió hacia Morgana, su mirada siguiendo la dirección de su dedo extendido. "¿Qué es?", gritó por encima del estruendo de la batalla, pero la hechicera no respondió. En su lugar, su rostro se puso aún más pálido y sus ojos se abrieron de par en par. De repente, una figura emergió de la niebla que cubría el valle, una figura alta y oscura que parecía absorber la luz a su alrededor.

Sir Aldric se volvió hacia la figura oscura, su mano apretando con fuerza el mango de su espada. La luz del sol parecía detenerse a su alrededor, como si el propio tiempo se hubiera ralentizado. La figura se acercaba, su presencia parecía llenar todo el valle, y Sir Aldric sintió un escalofrío recorrer su espalda. Thomas, a su lado, emitió un grito de alerta, pero su voz se perdió en el estruendo de la batalla.

Sir Aldric avanzó con cuidado, su armadura crujiendo suavemente con cada paso. Su mirada permanecía fija en la figura oscura, que seguía acercándose con una lentitud inquietante. La niebla que la rodeaba parecía estar viva, retorciéndose y girando alrededor de sus piernas como serpientes. Thomas se mantuvo a su lado, su espada temblando ligeramente en su mano. Morgana, todavía en la cima de la colina, comenzó a murmurar una encantación, su voz baja y urgente.

La voz de Morgana se elevó en un crescendo de poder, sus palabras resonando en el aire como un conjuro antiguo. La niebla que rodeaba la figura oscura comenzó a agitarse, como si estuviera viva y se resistiera a la magia de la hechicera. La figura en sí pareció detenerse, su avance hacia Sir Aldric y Thomas ralentizándose hasta casi detenerse. La luz del sol parecía estar luchando por penetrar la oscuridad que la rodeaba, y por un momento, la figura parecía... temblar.

De repente, la figura oscura se estremeció y su forma comenzó a distorsionarse, como si la magia de Morgana estuviera ejerciendo una presión insoportable sobre ella. La niebla que la rodeaba se convirtió en un remolino de vapor que giraba en torno a sus piernas, y su presencia parecía titubear. Sir Aldric y Thomas se acercaron un poco más, sus espadas en alto, listas para atacar en cualquier momento.

La niebla se desvaneció de la nada, revelando la figura oscura en su totalidad. Sir Aldric y Thomas se detuvieron en seco, sus espadas todavía en alto, mientras Morgana interrumpió su encantación con un jadeo de sorpresa. La figura, ahora visible en toda su altura, era un ser de una belleza y una fealdad a la vez, con alas negras como el carbón que se extendían desde sus hombros hasta el suelo. Su piel era como la noche, y sus ojos brillaban con una luz roja que parecía quemar el aire a su alrededor.

La figura, ahora visible en toda su altura, era un ser de una belleza y una fealdad a la vez, con alas negras como el carbón que se extendían desde sus hombros hasta el suelo.

La figura de alas negras se irguió en toda su altura, su presencia parecía llenar todo el valle. Sus ojos rojos brillaban con una intensidad que parecía quemar el aire a su alrededor, y su piel negra como la noche parecía absorber la luz del sol. Sir Aldric y Thomas quedaron paralizados, sus espadas todavía en alto, mientras Morgana se tambaleaba hacia atrás, su rostro pálido como la muerte. La figura comenzó a hablar, su voz como un trueno que retumbó en el valle.

La voz de la figura de alas negras retumbó en el valle, haciendo que la tierra temblara bajo los pies de Sir Aldric y Thomas. La reliquia sagrada, que hasta entonces había estado segura en su posesión, comenzó a brillar con una luz débil, como si estuviera respondiendo a la llamada de la figura. Morgana, que había retrocedido un paso, se detuvo en seco, su mirada fija en la reliquia con una expresión de horror. "No...", murmuró, su voz apenas audible sobre el estruendo de la batalla. "No puede ser..." la voz de Sir Aldric retumbó en el valle, desafiante y clara, mientras él se adelantaba un paso, su espada aún en alto. "Nunca tendréis la reliquia en vuestro poder", repitió, su mirada fija en la figura de alas negras. La criatura se rió, una risa que sonó como un verdadero no lejano, y sus ojos rojos brillaron con una intensidad aún mayor.

La criatura de alas negras extendiendo su mano derecha, y de sus dedos brotó un rayo de energía oscura que se dirigió hacia Morgana con una velocidad mortal. La hechicera, que había estado a punto de lanzar un nuevo conjuro, se vio sorprendida por la rapidez del ataque y no pudo evitarlo. El rayo de energía la golpe de lleno, y su cuerpo se convirtió en una estatua de hielo, paralizada por el poder del hechizo.

La parálisis de Morgana fue instantánea, su cuerpo se convirtió en una estatua de hielo, con la mirada fija en el suelo. Sir Aldric y Thomas se quedaron petrificados, sus ojos clavados en la hechicera, incapaces de creer lo que habían visto. La criatura de alas negras se rió de nuevo, su risa retumbó en el valle, y su mirada se dirigió hacia Sir Aldric y Thomas, como si los desafiara a actuar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.