El límite del cielo - Máleran | libro 1.

Capítulo II - Concentración.

11:21 AM, 31 de julio de 1897.

 

Lugar:

Destokar, Nación de Girty, continente Apsurer:

 

El joven Trimuell Mustaffa se encontraba en el patio de su casa, jugando a las escondidas con su hermano menor Jack. Jack empezó a contar por el diez y ese fue el momento en que Trimuell salió corriendo hacia un lugar en el que su hermanito nunca lo encontraría (el viejo galpón de su padre) sin pensarlo un momento el muchacho se escabulló por debajo de la puerta de madera la cual tenía una zanja.

Eres un genio Trimuell. Jack no entrará aquí, así que cuando escuche que sus pasos se van hacia dentro de casa volveré y le ganaré pensó el joven de cabello alborotado. Pasó por encima de una pila de heno y se dirigió hacia el fondo del galpón donde había algunas bicicletas que su padre había usado, pero que ahora estaban completamente deshechas. Trimuell intentó subirse a alguna pero su altura no ayudó y cayó al suelo con la bicicleta encima.

El muchacho se levantó y sacudió un poco su ropa, para subir nuevamente su vista y ver ahí la vieja gomera de su padre, que se encontraba aún intacta pese al prolongado uso que le había dado, Trimuell la tomó y salió por la misma zanja por la que había entrado momentos antes.

—Oye, Jack —dijo Trimuell corriendo hacia su hermano que todavía estaba contando en la pared de su casa.

—¿Qué quieres? Casi estaba por llegar al millón de números —contestó Jack.

—¡Mira lo que encontré! —anunció el hermano mayor alzando la gomera de su padre como si fuera una especie de trofeo.

—¡Está de lujo!

—Hay que probarla —dijo Trimuell sin perder el tiempo en la opinión de su hermano.

El joven tomó una piedra y la alojó en el resistente cuero de la gomera, tiró de ella con todas sus fuerzas y la piedra salió despedida hasta el galpón por donde Trimuell se había ido a esconder. Los hermanos quedaron maravillados con aquel tiro.

—Déjame usarla, es mi turno ahora —exigió Jack tirando de un extremo de la gomera.

—¡No, eres muy chico! —Contestó Trimuell tirando del otro extremo—. Ya lo sé, por qué no te paras en contra de la pared del galpón y te pones algo como... algo como…

—¿El jarrón de mamá? —interrumpió Jack.

—Claro, no le veo problema. Vé a buscarlo —ordenó el niño.

—De acuerdo, pero luego me dejas usarla.

—Sí, sí. Ve ahora Jack —contestó Trimuell.

Trimuell continuó tirando un par de piedras más hasta que su hermano regresó con el jarrón de su madre, era de color verde agua con unos detalles en color azul.

—Mamá no se dio cuenta ¿Verdad?

—Para nada, estaba haciendo dormir a Marzín —comentó Jack.

—Perfecto, toma el jarrón y colócate al costado de la puerta —dijo Trimuell empujando a su hermano para que se acercara hasta el galpón de su padre.

—¿Estás seguro de esto Trimuell? —preguntó Jack apoyando su espalda contra la pared de madera color celeste—. Oye Trimuell ¿Seguro de que me prestaras la gomera cuando tires?

—Sí, si —dijo Trimuell estirando la gomera para realizar el disparo— Quédate quieto. ¿Estás listo Jack?

—Sí.

—A la una, a las dos.

Jack cerró sus ojos.

—Y a las…

En ese preciso momento su padre salió por la puerta hacia el patio para saludar a sus hijos. Antony Mustaffa bajó las escaleras que había entre la puerta y el pasto de su patio sosteniendo a su hija Marzín entre sus brazos.

—Niños, ya es hora de ir al templo de Narelam, su madre quiere cambiarlos. ¡Trimuell baja eso en este preciso momento! —ordenó su padre caminando lo más rápido que pudo con Marzín en sus brazos a punto de llorar por el grito de su padre.

Trimuell soltó la gomera en el siguiente instante disparando la piedra hacia la áspera tierra, Antony fue hasta donde se encontraba el más grande de sus hijos y le quitó la gomera, sin reproche alguno por parte Trimuell y de Jack que estaba regresando del galpón.

—Estás en problemas —dijo Jack señalando a Trimuell.

—Están en problemas —corrigió su padre mirando al menor de los hermanos—, niños podrían haberse lastimado ¿Por qué no me preguntaron para usarla con mi supervisión? —dijo Antony mientras intentaba hacer reír a Marzín poniendo caras graciosas.

—Papá no te podemos tomar en serio si haces esas caras —admitió Trimuell.

Antony suspiró.

—Llevaré a Marzín adentro con tu madre, ahora quiero que vayan a cambiarse y pensar en lo que hicieron —exclamó Antony.

Jack siguió a su hermano mayor hacia la puerta, su padre dejó a Marzín en su cuna y se volvió hacia el patio.

—Mamá no me quiero poner esto —rezongó Trimuell.

—Yo tampoco madre —añadió Jack.

—Usaron el jarrón de su madre para saber si le atinaban con la piedra —vociferó su padre desde el patio, Trimuell y Jack salieron corriendo hacia la puerta del patio.



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En el texto hay: fantasia, romance, aviones

Editado: 19.07.2022

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