El límite del cielo - Máleran | libro 1.

Capítulo XX - La primera entrega.

Tiempo:

11:56 am, 1 de enero de 1909.

 

Lugar:

Cielo, escuela de los aviadores del mañana, Nación de Seratrom, Continente Apsurer.

 

A medida que Melody seguía intentando el complejo movimiento de girar el Hungary 2.0, más y más complicado se volvía, parecía que con cada intento que hacía avanzaba menos.

En el intento treinta y uno, luego de tres horas de estar sentada en la cabina de piloto pudo rotar débilmente la aeronave encontrando un punto intermedio en la fuerza que aplicaba en el manubrio. Ese equilibrio que encontró desapareció por arte de magia en el intento número treinta y dos. Pensé que ya lo tenía dominado, ¡Maldición! Tengo que confesar que esto se me hace más difícil con cada intento. Me parece más complicado que simplemente elevar la velocidad del Hungary y mantener un equilibrio constante, se quejó Melody dentro de su cabeza mientras ya por el intento número treinta y tres sus brazos estaban empezando a doler.

—Un intento más Flanagan y estaremos por hoy —advirtió Rumar—. No quiero que vuelvas a estar hospitalizada por otros tres meses, ¿Está bien?

—Cómo usted diga enfermera Portig —exclamó a través del comunicador de la aeronave—. ¿Cerramos el trato en un par de intentos? —rogó la chica de rizos.

—Está bien —soltó un suspiro—, pero me debes otra bandana.

—¿Cuál es tu obsesión con las bandanas Rumar? —dijo Melody acelerando unos pocos milímetros desde la palanca, para ver si era más sencillo volver girar el Hungary 2.0. Tal vez si logro mantener el equilibrio constante me sea más fácil voltear el condenado avión, ¿Por qué no me haces caso? Pensó dándole un par de patadas al piso de la cabina del avión. Por favor, solamente quiero girar otra vez.

Realmente había mejorado un poco con el tema de mantener la velocidad pudiéndolo aumentar a más de ciento ochenta kilómetros por hora. Está velocidad me habría servido para rebasar a ese Adamun, pensó frustrada. No, no pienses en eso; concéntrate en lo que tienes delante. 

Aplicó fuerza en su brazo izquierdo y el manubrio comenzó a elevarse hasta los cuarenta y cinco grados, sus manos seguían manteniendo cierto equilibrio. Melody no pensó en eso, se concentró en lo que debía lograr. Sus nervios le ganaron y rotó el manubrio hasta dejarlo a noventa grados, dejó de aplicar fuerza para que volviera a su lugar de origen.  Lo hizo tan rápidamente que de un segundo a otro, tenía sus pocos mechones cruzándose por el rostro (estaban cayendo hacia el lado derecho o más bien hacia abajo desde la perspectiva de Melody) a pesar de que tenía el casco puesto no podía deshacerse de todo sus mechones de fuego, eran tantos que ya sobresalía del mismo casco.

El avión quedó con su ala izquierda apuntando al cielo y su ala derecha apuntando hacia la tierra, Melody inhaló y exhaló cerrando sus ojos. Otro empujón más y lo daré vuelta, tranquila. Abre los ojos, se ordenó dentro de su cabeza. Oh cierto, que idiota, si igual no puedo ver nada a más de un par de metros ¡Estúpida ceguera aérea! Pensó riéndose de su propia condición física.

—¿De qué… te… estás riendo Flangan? ¿El poco oxígeno afecta a tus neuronas? —consultó Rumar con voz totalmente desconcertada.

—De nada, de nada.

Nuevamente hizo girar equilibradamente el manubrio y el avión quedó con su cúpula mirando hacia el suelo y si Melody hubiera abierto el tren de aterrizaje allí mismo las ruedas hubiera quedado mirando hacia el cielo (segundos después habrían sido arrancadas por las fuerte velocidad) ahora sus odioso cabellos quedaron hacia arriba la gravedad hizo lo suyo cuando volvieron a colocarse hacia el lado derecho y la cabina quedó mirando hacia la izquierda, dejando a la aeronave de vuelta en noventa grados pero ahora con el ala derecha apuntando al cielo y la izquierda apuntando al suelo.

Todo regresó a la normalidad un segundo después cuando por cuarta vez giró el manubrio y lentamente el Hungary regresó a su estado de vuelo común. Bien está vez tuve un poco más de control, pensó Melody. Regresaré a tierra antes de que Rumar se enfade conmigo por intentar las otras dos veces, sé que accedió, pero se enfadará lo mismo, se dijo dentro de la cabeza girando la aeronave y comenzando a descender con plena tranquilidad hasta llegar  a la pista de aterrizaje, las ruedas del tren de aterrizaje salieron de su compartimiento y en menos de tres minutos la chica piloto ya se estaba sacando su casco y abriendo la cúpula para bajarse.

—Esta tarde tenemos que ir a la casa de los Partian —bufó Rumar—, no aguanto más un cortejo por parte de Adamun.

—Vamos Rumar es muy educado —contestó Melody mientras bajaban las escaleras y pasaban por debajo de las palmeras de la entrada de la escuela de los aviadores del mañana.

Rumar miró a Melody, su cara lo dijo todo y revolviendo sus pupilas añadió:

—Sí, el chico es educado. En eso estamos de acuerdo, pero… eso no quita el hecho de que no me parezca ni lo más mínimamente atractivo —ambas comenzaron a reír despavoridamente.

—Eres de lo peor —dijo Melody aun riendo—, ten un poco más de sutileza.

—Pero eres tú, tú no dirás nada querida Flangan.

—Lo sé, lo sé. Pero esta tarde puede que se te escape sin querer, quién sabe —contestó Melody cruzando por uno de los puentes de madera color rosa claro que conectaba dos calles entre una correntada de agua, que pertenecía al mismo canal.



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En el texto hay: fantasia, romance, aviones

Editado: 19.07.2022

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