El límite del cielo - Máleran | libro 1.

Capítulo XXII - El regimiento 358.

Tiempo:

3:49 pm, 2 de febrero de 1909.

 

Lugar:

Calles, Nación de Seratrom, Continente Apsurer.

 

—Estás pensando en cualquier idiotez no lo hagas Rumar —rogó Melody persiguiendo a su amiga por las angostas calles de la Nación de Seratrom. Detrás de ella venían Erla y Adamun con cara de preocupación pero no hacían comentarios al respecto.

—Vamos Rumar, podemos aguantar otras dos semanas sin cobrar —expresó Erla de forma totalmente comprensiva.

—Estoy seguro de que no habrá diferencia alguna, ninguno de nosotros notará la diferencia de tiempo —mintió Adamun intentando caminar al lado de Rumar—, más que la falta de futuras medallas.

—¡Eres un estúpido Adamun Partian! —lo retó su melliza mirándolo despectivamente.

—Si notaremos un cambio, por favor déjenme hacerlo. Se los ruego. Respeten eso —dijo parada frente a la oficina de pedidos intercontinentales de la Nación de Seratrom. No puedo parar, necesito hacerlo por él, pensó Rumar en su mente.

La chica de cabello rojizo y los hermanos de ojos sombreados terminaron por aceptar, e ingresaron para tomar su primera entrega oficial como pilotos. Habían recurrido a una de las veinte oficinas que estaban dispersas por todo Seratrom, esta concretamente tenía un convenio entre la lord Xalan y el Emperador Dutur Tolenszo del Condado de Matavcuba del Continente Ranmer.

Sin detenerlos ni un segundo tomaron la segunda opción de cinco que les habían recomendado. Partirían en dos días y el vuelo sería muy tranquilo, no había tormentas o algún otro inconveniente. Su carga estaría compuesta por flores medicinales, refacciones de autos que solo se producían en Apsurer y llevarían a un secretario del mismísimo  rey Baggerty para un tratado de continuar con los intercambios tecnológicos entre Ranmer y Apsurer (Algunos Condados y a su vez Emperadores no creían en las promesas del rey Baggerty así que no todos estaban en el tratado) les entregaron una tarjeta con puntos, los usarían para pilotar y reportarse, además definiría su nivel como aviadores y viajes completados.

 

Los preparativos para salir de la Nación de Seratrom fueron sencillos, ya tenían un esquema que habían utilizado en la tercera prueba por lo tanto si les salió bien la primera vez, no había razón para cambiarlo. Los ayudantes del hangar estaban subiendo los últimos cajones con las refacciones y los cuatro estaban parados frente al Imperial esperando a que su pasajero, por alguna razón estuviera retrasado. De pronto a lo lejos se vio un reluciente auto último modelo que llegaba a gran velocidad cruzando por las calles que estaban marcadas por todo el asfalto. Del auto negro bajó por la parte trasera el secretario del rey. Tenía un saco de color rojo con bordes de color amarillo un bastón resonó en el piso parecía que solamente lo llevaba de adorno pues no parecía estar rengo. El pomo del bastón era de color dorado.

—Parece que en su punta tiene oro, este hombre tiene mucho dinero —musitó Erla a los tres pilotos que tenía a su lado.

Todos rieron débilmente e intentaron permanecer serios, pese a la gracia que producía aquel comentario. Sin saludarlos subió en el Imperial y se abrochó el cinturón, cuando terminaron de subir las cosas el regimiento 358 subió al Imperial.

Al ingresar Melody y Rumar se sentaron enfrentadas al secretario, Erla y Adamun subieron a la cabina para encender y despegar el Imperial.

—Qué asco es este lugar, me arruinará mi traje nuevo —dijo el secretario—, ¿Cuánto tardará el viaje?

—Tardará varias horas, unas doce o quince —contestó Melody.

—Por Narelam, tendré que apestar todo este tiempo. Qué desgracia —exclamó el secretario.

—Pues no hay otro método con todo respeto señor secretario —añadió Rumar.

—No me vuelvas a dirigir la palabra sin yo antes haber preguntado nada, eres una escoria. Está vez te doy una advertencia —dijo seriamente el secretario.

—¿Quién crees que eres? —preguntó Rumar parándose en frente de él, Melody comenzó a patear a Rumar para que se callara aquello podía considerarse un delito grave, si algún hombre de poder te acusaba.

—Cómo te atreves a contestarme plebeya, cállate en este maldito segundo y no te haré detener en alguna de las prisiones cuando bajemos de vuelta en la Nación de Seratrom —contestó.

Los hombres que estaban al lado del rey y sus diez hijos cumplían su palabra. Tenían el poder para hacerlo, y se creían demasiado por el hecho de haber nacido en la parte con riquezas extremas.

Rumar se quedó con la boca cerrada, Melody hasta intentó contener la respiración luego de quedar en shock por las fuertes palabras del secretario, tenía convicción en sus últimas frases.

—Eso pensé —dijo el secretario.

 

Se encontraban en medio del océano de Taff, pero sobre las nubes poco se podía apreciar, Erla se había fijado en el pronóstico oceánico y el mar estaría picado, pero no se escuchaba el golpe de las olas. Erla intentaba prestar atención para oír el mar, pero no escuchaba tal cosa.

—¿Has hablado con madre? —preguntó Adamun a su hermana.

—No hablaré con ella, sigo enojada. ¿Por qué no deja que los ayudemos? —Erla estaba muy enfadada.



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En el texto hay: fantasia, romance, aviones

Editado: 19.07.2022

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