El límite del cielo - Máleran | libro 1.

Capítulo XXV - El límite del cielo.

Tiempo:

10:40 am, 29 de abril de 1912.

Lugar:

Aeropuerto, Nación de Seratrom, Continente Apsurer.

 

El regimiento 358 se había reunido en otras dos oportunidades con el rey Baggerty, para terminar de planificar su vuelo por el continente Delrich. Había cumplido su parte del trato y entregó el monto acordado a cada uno de los miembros del regimiento por su falta a la entrega del Condado de Hijilifi. Tendrían que usar un Imperial para cruzar el continente Delrich, los cuatro se habían reunido casi a diario para revisar las posibles variables que podrían surguir en un continente desconocido, tenían planificadas rutas de escape por tormentas que claramente no tenían idea de dónde ni cuándo podrían caer. El clima no podía ser pronosticado en lugares que jamás habían pisado, eso era un problema. No tenían idea de que condiciones atmosféricas aparecerian.

La distancia que había en todo el continente era de aproximadamente cinco mil kilómetros, nadie sabía la distancia verdadera. Adamun sabía que el viaje sería de por lo menos de diez horas o hasta catorce horas. Había una gran brecha de horas por la falta de información.

Su salida de la Nación de Seratrom sería a las doce del medio día, algunos de los estudiantes de los aviadores del mañana volaría como homenaje para despedir al regimiento 358. Melody estaba llegando tarde, tanto,  que había pasado por alto peinarse. La chica de rizos rojizos se estaba peinando a toda velocidad, caminaba rápido por uno de los puentes del canal de Seratrom con una tostada en su boca.

¿Cómo puedo llegar tarde a un evento tan importante? ¿Nunca aprenderé? Se quejaba dentro de sus pensamientos la piloto.

Rumar y los mellizos ya se debían de encontrar allá, pues de donde se encontraba trotando la joven Melody podía ver los aviones, terminó de tragar la última miga de la tostada, atragantándose un poco. Llegaré tarde a la presentación, pensó. La fila para el aeropuerto nunca había sido tan larga, casi todas eran personas que venían a ver el acontecimiento del primer regimiento en volar por encima del difamado Continente Delrich. Para su fortuna el señor Corum se encontraba al costado de una de las barreras quien indicó que la dejaran pasar a un guardia cuando él pudo divisar a Melody.

—Pareces muy nervioso —dijo Melody saludando a Corum, el hombre estaba más pálido que cuando dió la noticia de que el rey solicitaba ver al regimiento por primera vez. Tras ese comentario de Melody el rostro del señor Corum comenzó a sudar.

—Rápido Flanagan —ordenó Corum.

Los dos caminaban aprisa por la interminable multitud de personas, parecía una feria. Estaba lleno de puestos de ventas por todo el patio del aeropuerto, debían de haber al menos veinte o treinta puestos en los que se estaban vendiendo aviones de madera, banderas, réplicas de las camperas de  los regimientos. A unos cinco metros de distancia de la pista de aterrizaje se extendía una grada de por lo menos trescientos metros de largo. Había que ocupar el espacio de personas de las once Naciones. Por encima de esas gradas once palcos se alzaban a lo alto, con sus respectivos Gobernantes por palco y su secretario correspondiente.

Melody caminaba entre la multitud detrás de Corum, pero en ese momento su oído captó un llanto que provenía de detrás de una carpa en la que se encontraba uno de los puestos. Sin dudarlo Melody se desvió de su camino perdiendo a Corum, se internó por detrás de la carpa y allí estaba, una niña sentada en el suelo, sus lágrimas no dejaban de manar de sus ojos marrones. Su cabello tenía dos coletas con dos prensas amarillas y un vestido rosa claro con el dibujo de una flor en su centro.

—¿Querida qué ocurrió? —musitó Melody a la pequeña una vez se acercó.

—No encuentro a mis padres —aclaró ésta y acto seguido renovó su desesperado llanto.

—Tranquila, tranquila —calmó Melody alzandola—, ¿Cuál es tu nombre?

—Megan —contestó la pequeña.

—Mi nombre es Melody, ya tenemos algo en común Megan, nuestros nombres comienzan con la misma letra —dijo Melody haciéndole cosquillas a Mega.

La niña se rió dejando por fin de llorar. Ambas salieron de detrás de las cortinas y comenzaron a caminar por la multitud. 

—¿Qué edad tienes Megan? —preguntó Melody.

—Tengo cinco y medio —contestó la niña de coletas.

—¿Y tus padres cómo se llama, lo sabes?

—Mi madre se llama Delfina y mi padre se llama Hector.

—Eres una niña muy inteligente —dijo Melody—, ¿Quieres que pasemos por mi carpa? Luego subiremos al escenario y tus padres podrán buscarte.

La niña asintió con su cabeza. Todavía no estaba muy calmada y la multitud del escenario la haría poner más nerviosa. Las dos continuaron su camino, hasta llegar a la carpa de Melody (Había cuatro) cada una estaba equipada con sus respectivos muebles para cada miembro del regimiento. Melody pasaría por detrás para no llamar la atención y evitar que el llanto de la pequeña Megan saliera de vuelta, (era muy agotador escucharla llorar) un guardia estaba cuidando pero la dejó pasar luego de explicarle la situación.

Una vez dentro dejó sentada a la pequeña Megan en una silla de madera y ella se dirigió detrás de un panel bordado con las letras de “Regimiento 358” y “Los aviadores del mañana”. Es horrible, pensó Melody pasando por detrás para cambiarse.



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En el texto hay: fantasia, romance, aviones

Editado: 19.07.2022

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