El límite del cielo - Máleran | libro 1.

Capítulo Extra: Relato de Máleran.

El pastor paseaba por los grandes prados de su dominio. Había dejado su casa en la lejanía, tenía que ir a visitar a sus ovejas por lo menos una vez al día para entregarles su agua. El pastor tenía un poblado bigote rubio su piel morena y una larga toga se extendia hacia sus tobillos, era de color rosa claro. Era el único color que podían moldear en ese tiempo en aquellos telares que tenía a su disposición su bella esposa, estaban esperando su tercer hijo. Pronto serían cinco en la mesa, eso quería decir mayor número de vacas y ovejas lo que se traducía a mayor a esfuerzo. Probablemente tendrían que invertir más en ovejas, no había tiempo para criarlas, aquel invierno parecía estar por llegar y sería uno de los más fuertes en décadas, sus plantaciones se vendrían abajo, y solo contarian raíces durante algunos meses. Llevaba dos bidones de agua, eran grandes baldes de madera uno en el lado derecho y otro en el izquierdo sostenidos por un palo que cruzaba toda su espalda.

—Serán unos meses escalofriantes Puncho —dijo el pastor Aleco, mirando a su oveja más anciana—. Lo bueno es que seremos uno más en la familia.

Aleco seguía el sendero hacia las ovejas las tenía escondidas lejos de su hogar lejos de los bandidos y peor aún perros y lobos hambrientos. La única oveja que tenía en su posesión dentro de su hogar era Puncho. Debía de tener al menos nueve años y se había convertido en un muy buen amigo de Aleco. Parecía su propio perro guardián, aunque algo torpe. Nunca lograba atrapar la hoja de la zanahoria siempre golpeaba en su hocico y segundos después reaccionaba pegando el mordisco.

Ingresaron en el oscuro bosque, una vez dentro siguieron el sendero de unas marcas en los árboles hasta dar con su extraña forma de cuidar las cabras. Estaba en un sepulcro, Aleco encendió una antorcha y se adentró, lo había construido con su padre, le había llevado dos décadas terminarlo, ahora era el único recuerdo que tenía de él.

Bajó al menos quince escaleras y allí en la oscuridad (A veces todavía estaba encendida la antorcha del día pasado) encendió otra dejándola a lo lejos de las demás cabras. Les vertió agua en una canaleta que había diseñado y todas acudieron, todavía tenían comida de las veces pasadas, parecía que no andaban con mucha hambre en aquellos días.

—¡Vamos Puncho! —dijo Aleco subiendo las escaleras—. La sopa nos espera con mi querida Dolren.

 Los dos salieron de la catacumba, Aleco la cerró con fuerza, una vez corrió la pesada roca, Puncho había desaparecido.

—Puncho —llamó Aleco al animal, sin obtener respuestas—, ¡Puncho!

La oveja baló a lo lejos, Aleco siguió el característico sonido de su amigo y salió a una diminuta montaña en la cima estaba Puncho llamando a su amo, Aleco acudió a la cima y allí una luz violeta se proyectó sobre Puncho, al lado del animal creció del pasto una estatua de piedra con la forma de un centauro, cuernos afilados y largos sus músculos marcados con simplemente un taparrabos. Sus ojos grises, Aleco habría jurado que brillaron por un segundo.

Aleco, se comunicó una voz a través de su mente.

—¿Quién dijo eso? —preguntó Aleco tirándose al pasto—, atras demonio —contestó atacando con la antorcha a la nada.

Soy tu Dios Narelam, comunicó la entidad. He vivido estos años en el cuerpo de Puncho, desde que nació los he observado a tí y a tu familia. ¡Felicidades! Tienes una familia muy bonita. He decidido que hoy te encomendaré una misión, yo dejaré el cuerpo de esta oveja y deberás traerme quince aquí en el altar, transmitió el Dios.

Una base poligonal se presentó en frente de la estatua, dicha estatua era de un metro de altura mucho más pequeña que el mismo Aleco. Alzándose desde el pasto la base tenía quince triángulos.

Te explicaré, hoy voy a dar comienzo a una nueva era aquí en la tierra. Dónde tus hermanos y hermanas podrán prosperar y avanzar tanto física como intelectualmente, haciendo progresos tecnológicos, gracias a ellos.

Una pequeña esfera de luz se levantó en medio del altar, comenzó a amoldarse hasta transformarse en una especie de cuerpo humano con cuatro extremidades y una cabeza, pero sin rostro y sin dedos, solamente hecho de luz.

Ésto es un espíritu con forma de humano. Cada uno de ellos está encargado de llevar y traer energías por todo el mundo para que ustedes los humanos puedan tener la capacidad de crear y lógica para pensar, el pequeño cuerpo de luz se esfumó.

Pero ellos necesitan a alguien que los guíe un buen pastor, por eso te he elegido a tí, verás además de las quince ovejas. Deberás darme tú vida para poder reinar en el mundo espiritual.

—¿Y si me niego? —contestó Aleco, no se sentía asustado, sabía desde el momento en que Puncho nació que era diferente.

Si te niegas, me iré para regresar dentro de millones de años y proponerle a otro humano lo mismo. No tendrás consecuencias en tu vida, vivirás hasta cierta edad y morirás de anciano. Pero, si aceptas. No solo tú tendrás una mejor vida después de tu muerte, sino que tanto tu esposa como tus hijos pasarán su vida llena de lujos por azares del destino que yo mismo plantearé, los hijos de tus hijos tendrán el mismo destino. La cuarta generación de Aleco gozará de un poder inimaginable, su nombre será Ripper Gravana, la octava generación gozará de los mismos dotes pero repartidos.

—¿Qué clase de dotes? —preguntó Aleco.



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En el texto hay: fantasia, romance, aviones

Editado: 19.07.2022

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