El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 3

Cuando Scott regresó a la mañana siguiente, se encontró a Joe trabajando en el escritorio.

—¿Qué haces? ¿No deberías estar descansando? —le preguntó, sentándose frente a él.

—No, ya me siento mejor, y tengo trabajo atrasado. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí tan temprano? Pensé que ibas a dormir hasta tarde.

—Es que no podía aguantarme para venir a contarte. Te tengo buenas noticias. Gigi está empacando.             

—¿Cómo?

—Sí, se vuelve a su casa en un par de días.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—No lo sé... Maddie no quiere decirme.

—No le habrán hecho alguna recriminación por lo de anoche, ¿verdad?

—No, al menos yo no. Tengo la impresión de que ella y Maddie discutieron, pero no sé el porqué. El caso es que se va y para ti son buenas noticias.

—Supongo... Espero no haber sido grosero con ella.

—¡Dios, Joe! Ella se te echó encima. No me vas a decir que ahora te sientes culpable...

Joseph se encogió de hombros y guardó silencio durante un momento.

—Scott, ¿le pedirías a Maddie que venga a verme? Iría yo, pero no quiero cruzarme con tu prima, al menos hoy.

—No te preocupes por eso. Ella misma dijo que quería hablar contigo, pero quise venir primero para darte las novedades. ¿Quieres que le diga que venga ahora mismo?

—Si no es molestia...

—Para nada, ahora te la envío. Ojalá tengas más suerte, yo ya estoy perdido, hace de mí lo que quiere —dijo riendo antes de marcharse. 

Mientras tanto, en casa de los Ferguson, Maddie doblaba algo de ropa en su cuarto, y pensaba. El ceño fruncido denotaba que sus pensamientos no eran muy alegres, parecía enojada. Más que enojada, estaba furiosa. Furiosa con Gigi. Y el malestar se acrecentaba porque no tenía con quién compartirlo. .

No podía contarle a Scott la discusión que había tenido con su prima en la madrugada. Si se lo decía, no tardaría en llegar a oídos de Joseph, y no quería que él lo supiera por nada del mundo. Le avergonzaba.

La noche anterior no había notado nada raro, hasta que los invitados empezaron a retirarse. Solo ahí notó la falta de Colin y de Joe. E inmediatamente se cruzó con su prima, que llevaba un semblante de los mil demonios. Se acercó a preguntarle por Joseph, ya que la había visto con él la mayor parte de la noche. Y sin previo aviso, la joven comenzó a increparla, diciéndole que la había engañado, en un tono de voz bastante alto. 

A duras penas logro sacarle de la sala, antes de que los últimos invitados la escucharan, y llevarla a su habitación. 

—¿Qué demonios te pasa, muchacha? ¿De qué engaños hablas?

—¡De Joseph! ¿Por qué no me dijiste lo que le pasaba? ¿Acaso crees que estoy tan desesperada por un esposo que iba a dejar que me endilgues un hombre enfermo? —le dijo casi llorando.

—No sé de qué me hablas... ¿De dónde sacas que está enfermo?

—¡Él me lo dijo! Se descompuso en el jardín y me envió por el doctor. Tenía un dolor, no sé donde...

—Oh, ¿eso? —dijo Maddie con alivio—. Eso no es nada, es una tontería. No está enfermo.

—¡Dijo que le pasaba todo el tiempo! ¡Que era crónico! ¿Por qué dejaste que me ilusionara con él? ¡Debiste decirme!

—¡¿Decirte qué?! —le gritó, perdiendo la paciencia—. ¿Que le duele un costado de vez en cuando? ¿Qué tiene eso de malo, que tiene de grave?

—¡Que no me gustan las enfermedades! ¡Si hay algo que no tolero, con lo que no puedo es con eso! ¡Debiste advertirme!

—¡No seas ridícula! Eso no es una enfermedad, ¡ni siquiera una limitación! ¡¿Qué te pasa?! Supón que no fuera así, que no hubiese tenido nada. Que te enamoras, que te casas, y que enfermara después. Joe o cualquier otro. ¿Qué vas a hacer? ¿Abandonarlo porque enfermo?

—No sé. No sé qué haría en ese caso. Nunca me lo he planteado. Pero sabiéndolo de antemano, no hay nada más que hablar del asunto. No quiero ni siquiera pensar... ¡Lo besé, Maddie! ¡Me caía bien, me gustaba! Imagínate que hubiera seguido adelante...

La chica casi parecía horrorizada y a Maddie se le empezó a acabar la paciencia.

—Mira, mejor te detienes ahí, porque casi siento que estás insultado a Joe. Y es mi amigo, casi un hermano, y el padre de mi ahijado... 

—¡Y yo soy tu prima!

—¡A la que he vuelto a ver después de más de veinte años! ¿Y sabes qué? No te conozco, ahora me doy cuenta. Y lo que me estás mostrando en este momento no me gusta. Joe es un hombre excelente, es un amigo de toda la vida de mi esposo y parte de esta familia, no de sangre pero sí de corazón. Si lo insultas a él, nos insultas a nosotros. Tal vez sería mejor que volvieras a casa...

Gigi la miró con la boca abierta por el asombro.

—¿Me estás echando?

—No, solo te digo que Joseph es una presencia constante en esta casa, y que quizás te sientas incómoda. De ser así, sería preferible para todos que volvieras a Norfolk.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.