El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 5

—Hola, Joseph...

—¿Julieth? —dijo, levantándose rápidamente.

—Pareces sorprendido de verme... ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Cinco... Más de cinco años, creo...

—¿No me vas a saludar como corresponde?

Jone pareció despertar de golpe y algo turbado ante su falta de educación, tomó la mano de la mujer y la besó suavemente. Ella lo miró con gesto divertido, mientras se inclinaba.

—Vaya, eso sí que se llama poner distancia. No nos despedimos así la última vez... Creo recordar que eras un poco más efusivo.

Lanzó una risita suave y Joe se unió a ella, más relajado.

—Ven, conversemos un rato, ¿o ya te ibas?

—En realidad, sí… —Joe echó una mirada al salón y luego a ella—. Pero he cambiado de opinión.

Se sentó junto a ella en el banco y se volvió un poco para verla de frente.

—Dios, no has cambiado nada. Sigues igual de hermosa.

Lady Julieth Carrington,  la única relación duradera que Joe había tenido, antes de conocer a Elyse. La única que había pasado de ser casual a estable, durante más de un año. Julieth era viuda, rica y algo mayor que él, y también le rehuía a los compromisos. Habían llevado una relación agradable, hasta que la cosa había amenazado con ponerse seria y los dos habían decidido, de común acuerdo, dejar de verse. 

Joe guardaba un buen recuerdo del tiempo pasado con Julieth. Era la única mujer con la que las cosas habían ido más allá del sexo en esa época. Era muy inteligente, ácida y a la vez divertida, y a él, que en ese momento había sido un joven melancólico y algo desencantado, le había resultado estimulante. Y verla ahora, de pronto, le producía casi la misma sensación.

—Muy hermosa… —agregó después de un momento.

—Y tú sigues igual de encantador por lo que veo, pero sí que has cambiado. Te ves diferente, para bien... Estás más hombre, y muy guapo. Supongo que no soy la única que lo aprecio, y los rumores que he escuchado, me lo confirman. ¿Qué has hecho del muchachito reservado que conocí? ¿Qué le ha pasado?

—Digamos que la vida le ha pasado por encima.

—Supe que te casaste, y enviudaste —le dijo con mucho tacto.

—Sí, ya hace tiempo. Tengo un hijo de tres años. Se llama Nicholas.

—¿Y eso te hace feliz?

—Muy feliz.

—Me alegro, debió ser un consuelo muy grande.

—Sí, me ayudó mucho.

—¿Y no has vuelto a casarte? ¿No estás comprometido o algo? —Joe negó con la cabeza, bajando la vista—. No me vas a decir que nunca más...

—Sí, hubo alguien. Pero no funcionó...                

—Y no quieres hablar de eso.                       

Joe sonrió ante su comprensión. Era extraño, tanto tiempo sin verse y la conversación fluía como si hubiera sido solo ayer.

—No, tienes razón. No quiero hablar de eso.

Pero hablaron de otras muchas cosas. Se encontró contándole de Elyse y de lo mal que lo había pasado entonces. De su ida a Sussex, pero omitió referirse a lo que había pasado allí. Solo que había decidido volver a Londres para seguir con su carrera. 

Julieth había escuchado en su momento las noticias sobre la forma en que había vuelto en realidad, pero sabía lo mismo que todos. Que lo había atacado un ladrón por defender a una alumna y que su salud había estado comprometida por algún tiempo. Pero si evitaba hablar del asunto, es que había algo más. De todas formas se guardó muy bien de preguntar, era muy discreta y se daba cuenta de que no era el momento apropiado.

Sin darse cuenta, la noche se le pasó volando. A la hora de marcharse, se ofreció a acompañarla a su casa. Siguieron hablando todo el trayecto hasta ella y una vez que hubieron llegado, se bajó para acompañarla a la puerta. Julieth se detuvo un momento con la mano en el picaporte y se volvió hacia él con una sonrisa.

—¿No quieres entrar?

Lo dijo sin ningún tono insinuante, con una naturalidad que Joe recordaba muy bien como un rasgo distintivo en ella. Era una invitación directa, pero para nada chocante. Y era tentador. Pero ella no era mujer para una noche. Y si ese era el modo en que quería seguir manteniendo su vida íntima, era mejor que no entrara.

—Me parece que es mejor que no.

—Como quieras. Me encanto volver a verte, y espero no tener que esperar otros cinco años a que suceda.

—Seguro que no...

Entonces ella se acercó y poniéndose de puntillas, le dio un suave beso en la mejilla.

—Esta es la forma de despedirse entre amigos, ¿ves? Hasta pronto, Joseph.

Cerró la puerta tras ella y Joe se quedó un instante en la acera, con el ceño fruncido, tratando de ordenar sus pensamientos. Tenía deseos de entrar, claro que los tenía...  Sacudió la cabeza para alejar el pensamiento y dándose media vuelta, subió al coche. 






 




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