El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 7

Desde esa noche con Julieth hacía ya cuatro meses. Meses en los que había dejado de corretear a mujeres casadas, y solo de tanto en tanto, procuraba ver a una mujer distinta, como para convencerse a sí mismo de que Julieth no era la única. Suponía, más bien sabía, que ella hacía lo mismo. Así no había compromiso de ningún tipo, ni exclusividad, ni celos. Solo una total libertad para disfrutar juntos o separados. Y si bien no había logrado acallar para nada el recuerdo de Angie, Julieth lo ayudaba mucho. La vida se había hecho más soportable. 

¿Por qué nunca había contado todo esto a sus amigos? No lo sabía con exactitud. Tal vez porque hablarlo a la luz del día, instalaría la tristeza en su vida otra vez, de forma permanente. Así, era como vivir dos vidas. Y la que vivía a plena luz le agradaba tanto... 

Ver caras sonrientes a su alrededor, en lugar de gestos de pena o preocupación, lo hacía sentir bien. No quería cambiar eso. Pero ya no había remedio, había cometido una infidencia al hablar con Maddie. Y no solo había quedado en evidencia, sino que había pasado como mentiroso, y había insultado a Colin. Lo había herido, y eso era lo último que quería.

"Estás haciendo las cosas mal..."

Casi anochecía cuando se decidió a salir. Después de avisarle a Rosie que no lo esperara a cenar, se fue directo a casa de Colin. No le extrañó demasiado encontrar a Scott allí, en el escritorio. Tampoco tenía que adivinar demasiado cuál era el tema de conversación entre ellos. Apenas lo vio entrar, Scott tomó sus cosas para marcharse y dejarlos solos, pero Joe lo detuvo. 

—No hace falta que te vayas.

—Yo creo que sí, que deberían hablar a solas.

—No es necesario. Lo que tengo que decir... También quiero que tú lo escuches, quédate

Scott volvió a sentarse y Joe fue consciente de que Colin estaba ignorándolo desde que había cruzado la puerta. Ni siquiera había respondido a su saludo.

—¿Podemos hablar? —le dijo, acercándose adonde este estaba sentado. 

Pero no le respondió, ni siquiera lo miro, hasta que Joseph se le puso delante e insistió.

—¿Me puedes mirar, por favor? Te estoy preguntando si quieres que hablemos...

—¿Por qué demonios querría hablar contigo? —le dijo con enojo.

—Porque me he portado mal con los dos, pero sobre todo contigo.

—¿De verdad? No me había dado cuenta. ¡Gracias por venir a iluminarnos con tu inteligencia, profesor! De no haberlo dicho tú, no lo habríamos notado. A ver, ¿qué hiciste? Aparte de mentirnos, de quitarnos tu confianza por lo visto... Además de herirme sin ningún motivo, mencionando algo de lo que "nunca" hablo... Algo de lo que tú sabes más que nadie en esta habitación... Sí, puede que te hayas portado mal. Tal vez tengas razón.

—No seas irónico, Colin, trato...

—¡No me digas que tono tengo que usar en mi propia casa!

Scott los miraba a los dos sin decir palabra, vigilante. Tenía la sensación de que esta conversación se iba a salir de cauce.

—Estás enojado, es eso —dijo Joe, tratando de calmar los ánimos.

—¿Enojado? ¿Estás tratando de tomarme el pelo, Joseph? —le respondió avanzando con gesto amenazante, ante lo cual Scott abandonó su silla rápidamente y se puso en medio de los dos.

—No, Scott, quítate —le dijo Joe—. Deja que se desahogue, es mejor. ¿Qué quieres? ¿Golpearme? Me lo merezco, tienes razón. Golpéame...

—No me provoques, Joe... No estoy de humor… —le contestó en un susurro. 

—Ya lo sé, acabemos de una vez. Golpéame te digo... ¡Golpéame! ¿O eres demasiado cobarde para hacerlo? —le gritó propinándole un empujón, a propósito, para provocarlo.

Ni siquiera vio venir el golpe. De pronto se encontró despatarrado en el piso, bastante aturdido y con la boca sangrando. Mientras, Colin sacudía su mano dolorida, maldiciéndolo.

—Sí que pegas fuerte… —mascullo entre dientes.

—¡Si me he roto algo, te juro que te voy a patear hasta cansarme! —le gritó Colin, y Scott trataba de alejarlo y lo sentaba en un sillón por la fuerza. Luego se volvió hacia Joe que seguía en el piso.

—¿Estás bien?

—Espera que mi cerebro se detenga y te contesto... Casi me arranca la cabeza.

Scott sonrió un poco y le tendió una mano para ayudarlo a levantarse. Se incorporó con su ayuda y tomó un pañuelo de su bolsillo para limpiarse la boca.

—No recordaba que pegaras tan fuerte… —continuó, sentándose.

—¿Por qué ibas a recordarlo? Jamás te he golpeado antes.

—Si lo has hecho...

—No que yo recuerde...

—En París, y a mí también —intervino Scott.

—No sabía lo que hacía, así que no cuenta.

—También lo hiciste cuando éramos niños —volvió a decir Joe—. Me golpeaste, pero no me acuerdo porque fue...

—¡Yo sí! —gritó Scott, complacido porque la conversación iba tornándose la de siempre—. Lo golpeaste porque creíste que estaba mirando bajo las faldas de tu hermana mientras estaba subiendo las escaleras. Dijiste que trataba de ver sus piernas, lo recuerdo perfectamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.