El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 12

Colin tuvo una reacción parecida a la de Joe. Primero se sorprendió, después insistió en que debía hablar con Maddie. Joe tuvo que controlarlo un poco para que no importunara demasiado a Scott y la cosa acabara en pelea. No era esa la idea, le dijo. Ya se había sincerado con ellos y seguro eso lo ayudaría a tomar la decisión correcta. 

La decisión correcta o incorrecta, llegó más rápido de lo que habían imaginado. Y Joseph se enteró antes de que nadie viniera a contárselo. Estaba en la cocina, después de la cena, esperando por una taza de café que Rosie preparaba, cuando escucho los primeros gritos. Se sobresaltó y abrió la puerta trasera. Los gritos provenían de la casa vecina. Era la voz de Maddie. 

Frunció el ceño con  preocupación, porque jamás había escuchado gritar a Maddie, ni siquiera con las niñas. Y sonaba a gritos mezclados con llanto. Era evidente que Scott se había decidido a hablar, y más evidente aún que ella no lo estaba tomando bien. 

Se quedó en silencio, revolviendo su café, sumido en sus pensamientos. Unos momentos después, escuchó un par de golpes en la puerta de la cocina y esta se abrió de pronto. Scott entró, con los ojos brillantes y un estado de excitación que a Joe no le gusto nada.

—¿Me puedo quedar aquí esta noche? 

—Claro... ¿Pero no sería mejor que te quedaras con ella?

—Me echó de la casa.

Dicho esto, pasó junto a Joe como una ráfaga, rumbo a la sala. Lo encontró en el escritorio, sentado en el sillón y con la cabeza entre las manos. Después de cerrar la puerta tras él, Joe se agachó frente a su amigo, y le puso la mano en el hombro. Scott levantó la cabeza y entonces vio que lloraba. No recordaba cuantas veces en su vida lo había visto llorar, pero estaba seguro de que le sobraban los dedos de una mano.

—Qué desastre, Joe… —murmuró apenas.

—Lo siento, pero era previsible que reaccionara mal. ¿Qué te dijo?

—Que soy un desgraciado, que la engañé, que como pude ocultar algo así... Que destruí su vida y la de las niñas, todo eso lo esperaba. Pero no que me echara. Dice que no me quiere cerca de las niñas, que no quiere volver a verme. Sabía que no debía abrir la boca, lo sabía... ¿Qué voy a hacer?

Dijo la última frase en un murmullo y volvió a hundir la cabeza entre las manos. Joseph sintió un pinchazo de culpabilidad. Se sintió un poco responsable por haber insistido con él para que fuera sincero con su esposa, y ahora no sabía bien como ayudarlo.

—Yo hablaré con ella —le dijo para tranquilizarlo.

—No te va a escuchar...

—No ahora. No esta noche. Mañana, cuando esté más tranquila...

—No me va a perdonar, y no lo voy a soportar —dijo angustiado.

—No seas dramático, claro que te va a perdonar.

Trató de aligerar el tono, porque de pronto le asusto mucho la actitud de su amigo. Scott siempre parecía tan seguro, tan frío en algunos aspectos, que ahora ese tono desesperado le causaba un poco de temor. Empezó a desear que Colin apareciera por allí de pronto, pero a esta hora, ya era imposible.

—No trato de ser dramático. ¿No te das cuenta? Toda mi vida gira en torno a esa mujer, todo lo que soy, lo soy por ella. Mi familia es mi bien más preciado, no hay ninguna otra cosa que me importe. Ni mi profesión, ni siquiera sé si quiero seguir siendo abogado, ¡y me viene pasando hace mucho! ¡Pero nunca me importó! ¿Sabes por qué? Porque las tengo a ellas. Y nada más me importa, puedo seguir haciendo un trabajo que me aburre, que no me colma, puedo seguir adelante con todo porque tengo a Maddie y a mis hijas. Pero si no las tengo, ¿qué sentido tiene todo lo demás? Dime, ¿cómo se hace?

"¿Cómo se hace? Ojalá lo supiera, solo se sigue respirando...", pensó, pero no lo dijo en voz alta.

—No tengo que decirte nada, porque nada de eso va a suceder. Te lo aseguro. Maddie no es una tonta. Está dolida y sacudida, y es lógico. Pero se le pasará. Quizás no te perdone de un día para otro, probablemente nunca lo olvide y te lo eche en cara de vez en cuando, pero no has perdido a tu familia, estoy seguro.

Se quedó esa noche, en el cuarto de huéspedes, y Joe se quedó con él. Ninguno de los dos durmió, y Joe envió por Colin a primera hora. Después que desayunaran juntos, lo dejó con Scott, y se fue a ver a Maddie. No sabía que tanto pudiera hacer, pero al menos lo quería intentar. La encontró en el comedor, desayunando sola. Apenas levantó la mirada de su taza cuando Joseph entró y la saludo.

—Si vienes a pedir por tu amigo, no es un buen momento.

—No vengo a eso. Vengo a ver cómo estás, tú también eres mi amiga.

—Estoy bien, estoy bien... No te preocupes.

—Sí, ya veo, tan bien como tu esposo. Tiene casi tu misma cara...

—Es su problema, en todo caso tiene la cara que se merece. Si la está pasando mal, me alegro. ¿Cómo pudo, Joe, cómo pudo?

—Es una historia antigua... No deberías tomarlo de esta forma.

—¿Y de qué forma quieres que lo haga? ¡Tiene un hijo Joe! ¡Un hijo de trece años! Pero eso no sería lo peor... Entiendo que todo eso pasó antes de que me conociera... ¿Pero por qué jamás me lo dijo? ¿Por qué no confió en mí? ¿Fue tan importante esa historia, tan dolorosa, como para que no pudiera compartirla conmigo?




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