El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 14

Durante las dos semanas siguientes sucedieron varias cosas. Nicky cumplió cuatro años y tuvo una ruidosa fiesta, muchos regalos y un atracón de dulces, que luego lo tuvo a maltraer un par de días. 

Finalmente, Colette fue presentada oficialmente como novia de Colin, en una cena en su casa. La familia de este la aceptó sin reparos, felices de que el solterón pareciera por fin querer sentar cabeza. 

Los Ferguson seguían en plena segunda luna de miel, y por fin Scott había conseguido que Molly accediera, y había traído al muchacho a casa, a conocer al resto de la familia. Aunque ya habían visto la foto del chico, el verlo personalmente, les resulto algo perturbador. El parecido con Scott era asombroso. No cabía ninguna duda de que era su hijo. Era como volver a esa edad y ver a Scott otra vez, a los trece años. El muchacho era educado y algo retraído, parecía muy serio para su edad, y también en ese rasgo creyeron reconocer los genes de su padre. 



 

En cuanto a Joe, su vida afectiva seguía igual. Completamente nula. Seguía abocado a su trabajo, seguía escribiendo y ya barajaban la posibilidad de un nuevo libro. Seguía criando a su hijo y a Benny. Allí se le presentó un problema inesperado. 

Su viejo dolor le estaba dando unos malos ratos, y si bien no se había metido a la cama, había decidido tomarse un par de días para descansar en casa. Aprovechando que tenía un poco tiempo libre, decidió mantener una conversación con Benny. Sus últimas notas lo habían preocupado un poco. Había bajado en matemáticas, cosa para la que era muy bueno, y estaba teniendo problemas con un par de materias más. Jon había revisado sus deberes y sus exámenes. Era evidente que no prestaba suficiente atención, porque algunos de sus errores eran tontos.

Llego a la conclusión de que algo preocupaba al muchacho, así que decidió tener una larga charla con él, para averiguar que era. Y en caso de que se equivocara... Bueno, tendría que ponerse firme y recordarle el acuerdo a que habían llegado. Los estudios eran fundamentales y no debía descuidarlos por nada.

No le llevo demasiado descubrir la causa. Se sentó al escritorio con el muchacho, luego de cerrar la puerta. Y por la cara de Benny, noto que se daba perfecta cuenta de por dónde venía la conversación.

—Ya sé de qué quieres hablar...

—¿De verdad? Mejor entonces, así ahorraremos tiempo. Espero que estemos hablando de lo mismo.

—Mis notas.

—Tus notas. ¿Me quieres contar que sucede con eso?

—Se me está haciendo más difícil la escuela. A medida que voy avanzando, es más complicado. Pero te juro que le pondré más empeño y mejoraré. Estoy haciendo todo lo posible.

—No es cierto. No haces todo lo posible y no es más complicado. No más de lo que era al principio, y siempre pudiste. Eres inteligente, Benny, y estás cometiendo errores estúpidos. Eso es distracción, no falta de inteligencia.

—A veces olvido que eres profesor...

—Haces mal. A mí no me engañas. Algo te sucede, algo te preocupa, y quiero saber que es...

Se lo dijo con un tono entre confidente y reprobador, señalándolo con el dedo, pero ante el silencio obstinado del muchacho, tuvo que insistir.

—Mira, Benny, sé que estás creciendo y tienes derecho a tener tus secretos, pero si es algo que afecta a tus estudios, es algo que me compete, y necesito saberlo. ¿Qué es? ¿Problemas con tu familia? ¿Extrañas Sussex?

—Chicas.

La respuesta dejó a Joe con la boca abierta, y por un momento pensó que no había entendido bien.

—¿Disculpa?

—Chicas... Mujeres... Eso —contestó el muchacho.

—¿No estás un poco chico para eso?

—Joe... Ya tengo casi diecisiete... Tú... ¿A qué edad empezaste a pensar en eso?

"¿A los diecisiete? No... A los diecisiete en realidad ya estaba... ¡Dios!", pensó con alarma. ¡Pero si no era más que un niño! No podía estar sintiendo esas cosas ya... ¿O sí? ¿O no lo estaba mirando con detenimiento? Joe se levantó de un salto y dio la vuelta al escritorio.

—Ponte de pie.

—¿Por qué? ¿Qué sucede?

—Nada, ponte de pie.

Benny obedeció y se paró frente a él. Joseph se lo quedó mirando a la cara, casi a su misma altura. ¿En qué momento había crecido tanto? Había dejado de ser un niño y casi no lo había notado.

—Vuelve a sentarte —le ordenó, y notó que el chico le echaba una mirada como si pensara que había enloquecido—. A ver, entonces... ¿Estamos hablando de chicas en general, o de una chica en particular?

—Hay una chica, la estoy viendo a escondidas. A veces... He faltado a la escuela.

A Joe se le estrujó el estómago. Sí, había una muchacha, y vivía cerca de la escuela. Le gustaba mucho, le dijo. Pero solo se habían visto un par de veces, a escondidas, y no, no la había besado aún, no se atrevía, aunque tenía muchas ganas. La verdad es que no pensaba en otra cosa, día y noche, y no sabía qué hacer con eso, porque era una muchacha decente, y no quería faltarle el respeto. 

Parecía tan apesadumbrado mientras se confesaba con él, que el primer susto y el posterior enojo que estaba sintiendo por sus escapadas, se le aflojaron un poco. Hablo con él largo rato, y acordaron que si realmente su urgencia era tanta, encontrarían la manera de que pudiera solucionarlo, pero en el lugar y con la persona indicada, le dijo Joe. Esa señorita era intocable de momento, salvo que quisiera darle un beso, pero no debía ir más allá. No debía meterse en problemas. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.