El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 17

Estaba allí, parada frente a él. Hermosa como la recordaba, hasta su perfume parecía llegarle desde esta distancia. Su misma boca pequeña y carnosa, sus ojos apasionados. La misma, la única. Como si el tiempo hubiera vuelto atrás, y se hubiera detenido. Sintiendo esa misma corriente de calor entre los dos.

—¿No vas a decir nada?

Su voz rompió el hechizo. Como si un velo se descorriera de pronto, vio otras cosas. Sus ojos eran tristes, y tenía una fina arruga en el entrecejo que antes no estaba ahí. ¿También él estaría diferente? ¿Qué vería ella en él en ese momento? ¿Su dolor, su rencor?

—Estás delgada...

—Tú también, no tienes buena cara. ¿Has estado enfermo?

—¿Me lo preguntas en serio? ¿Me vas a decir que no lo sabes?

Angie se sintió dolida ante su tono hostil, pero no lo culpaba. Él no sabía... No todavía.

—Te golpearon… —afirmó, y eso lo trajo de vuelta a la realidad.

—Ahhh… —dijo con ironía—. Veo que estás enterada. ¿Fue tu esposo, verdad? No le contestó, solo siguió mirándolo con tristeza—. ¿Qué haces aquí? —le preguntó con inusitada dureza.

Ella no pareció sorprendida por el tono, solo  indecisa. Como si no supiera por donde empezar.

—Yo... Necesitaba verte. Saber como estabas...

—¿Sí? Pues te tomaste tu tiempo para hacerlo.

—Es verdad, tienes razón. No sabes lo que me costó animarme a venir, no sabía como ibas a reaccionar. Pero necesitaba saber que estabas bien...

—Pues ya me viste. Y podrías haberte ahorrado el viaje. Enviar una nota, o nada en absoluto, como hiciste todos estos años.

—Sé que me lo merezco, Joe. Pero tuve mis razones, y necesito que las sepas, necesito... Que no me odies —dijo, suplicante.

—¿Quién dice que te odio?

—Charlene me envió una carta contándome su encuentro contigo. Y necesité. imperiosamente venir aquí. Aunque sé que no debo. En estos tres años y medio, esta es la imprudencia más grande que he cometido.

Joseph cerró los ojos con fastidio. No entendía, no entendía nada. Tuvo que dominarse para no tomarla por los hombros y sacudirla y gritarle... Gritarle... Abrió los ojos con un suspiro, y volvió a mirarla de arriba abajo. Sus ropas no eran las de una lady precisamente.

—¿Por qué estás vestida así?

—Porque me escapé. Necesite pasar desapercibida. Nadie puede saber que estoy aquí...

—¿Te sigues escapando? —le preguntó, confundido—. No te comprendo. ¿No se supone que estabas guardando reposo? ¿No has perdido un niño?

Lo dijo sin ninguna delicadeza, y muy a pesar de su enojo, se arrepintió. La mirada de dolor que ella le lanzó le perforó el alma.

—Eso fue hace mucho, hace seis meses.          

—No fue lo que dijo tu hermana, dijo que era la segunda vez...                          

—Es lo que ella cree, lo que Terrance le dijo. La excusa que puso para justificar mi ausencia en la boda. Solo he perdido un niño…

—Lo lamento, de veras —le dijo con sinceridad—. Pero seguramente podrán intentar, son jóvenes.

—No. No habrá más niños. No puedo tener más hijos.

Lo dijo con naturalidad, como si solo mencionara un hecho casual, pero definitivo, casi sin emoción. En cambio, a Joe lo sacudió.

—Seguro con el tiempo...

—No, no hay nada que el tiempo pueda arreglar. Tuve una caída, y algo se estropeó dentro... Salió mal. No se puede arreglar. Pero Terrance no se resigna... Quiere que siga visitando doctores. A eso vinimos a Londres. A ver otros doctores... A mí ya me da igual.

De pronto le pareció que hablaba como una anciana, como alguien sin futuro, sin esperanzas. Le produjo una profunda tristeza...

—Sabes... A veces imaginaba un encuentro contigo. Al menos hasta que supe que te habías casado —le dijo Joe entonces—. Después... Nunca más pensé  que nos volveríamos a cruzar. En cualquier caso, jamás habría pensado que tendríamos una conversación como esta...

—Tampoco yo.

Le dio la espalda como si quisiera ocultar su rostro de él,  y comprendió que trataba de no llorar. "No hagas eso, por favor... No lo voy a soportar", pensó. De pronto ella se volvió bruscamente, ya más compuesta.

—¿Me dejas ver a Nicky? —El pedido lo sorprendió, no supo qué contestar de momento—. Por favor… —insistió.

—Ya está dormido.

—Por eso, solo quiero verlo. Solo un momento, no quiero inquietarlo, aunque seguro no me recuerda...

Algo en el dolor de su voz, algo de lo que siempre había imaginado que Nicky significaba para ella, ablandaron su corazón. Alguna vez había pensado en esta mujer como en una madre para su hijo, y ambos habían compartido ese sueño. Y aunque no se había realizado, él tenía a Nicky, y ella no tenía nada.

—Está bien, pero solo un momento.

La condujo escaleras arriba. Rosie no se veía por allí, aunque Joe estaba seguro de que seguía sus movimientos a la distancia. Abrió con cuidado la puerta del cuarto, y puso la lámpara sobre la mesa de noche, apartándose a un lado. Angie se acercó a la cama y se inclinó para ver al niño. Una tierna sonrisa se dibujó en su rostro y acaricio la mejilla de Nicky con suavidad. Joe sintió un nudo en la garganta y desvió la mirada de la escena. Era demasiado...




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