El maestro Ii: Las sombras del presente

Capítulo 20

Cuando llegó a la casa, se sentía mejor de lo que había estado en mucho tiempo. Bromeó con Benny, alzó a Nicky sobre su cabeza riendo con él, y a la pasada, besó a Rosie en la coronilla. Ella estaba sentada cosiendo y levantó la vista, sorprendida.

—¿Todo está bien?

—Digamos que no tan bien como sería mi deseo, pero bastante mejor de lo que en realidad esperaba. Así, que creo que está bien —le respondió con una sonrisa.

—Me alegro por usted. Solo prométame que se va a cuidar...

—Te lo prometo, voy a cambiarme para la cena. Bajo en un rato...

Después subió y se encerró en su cuarto. Se sentó sobre la cama y se quedó mirando por la ventana. Le había prometido cuidarse... Era una promesa que no podría cumplir. No había forma de cuidarse si lograba que Angie quisiera seguir viéndolo.

Ahora, más en frío, se daba cuenta de que ella tenía razón. Si verdaderamente Terrance era tan peligroso como ella decía, era imprudente. Era más que eso. La peligrosa verdad es que no le importaba, no le importaba nada de nada. Era loco, era desquiciado, pero solo con ella se sentía feliz. 

A pesar de esos momentos de reproche, de furia, cuando trató de cruzar la puerta para alejarse de él, se sintió morir. Hubiera hecho cualquier cosa por detenerla, y hubiera hecho cualquier cosa porque se quedara a su lado, porque le pidiera refugio, porque le dijera que jamás volvería con Terrance. 

Eso le produjo una punzada de dolor. Trató de alejar ese pensamiento. Tendría que ser cuidadoso con eso, porque la ira que le causaba era difícil de controlar. Y tenía que ser cuidadoso, no por él, sino por ella y por Nicky.

"En eso ella tiene razón. Por Nicholas, debería alejarme. ¡Él debería ser lo primero! ¡No debería pensar en otra cosa! ¡Debería ser fuerte! Pero lo cierto, es que  no lo soy. En el fondo soy débil. No puedo vivir sin ella, no puedo... Ya lo he intentado todos estos años, y lo único que he hecho es subsistir. Creo que porque sabía que llegaría este momento, muy en el fondo, sabía que volvería a encontrarla, que tendría otra oportunidad. En cambio, ahora, si vuelvo a perderla, será definitivo y no lo soportaría. La amo. Y prefiero mil años de moverme en las sombras, de ser su amante oculto, a un solo día más sin ella. Ya no puedo más con eso. Quiero mi vida a su lado... O no la quiero... Dios me perdone..."

Ahora, que la euforia de su encuentro empezaba a ceder un poco, la melancolía había vuelto a ganarlo, y las dudas. 

¿Y si ella no volvía? ¿Si decidía que era mejor seguir "protegiéndolo" y nunca quería volver a verlo? ¿Qué iba a hacer entonces? Se tapó la cara con las manos y suspiró.

"Dios, dame paciencia y calma..."

Se levantó de la cama y empezó a cambiarse para la cena. 

 

                   



 

Angie llegó a casa y se fue directo a su habitación. Por suerte, Terrance aún no había llegado. Se quedó parada en medio del cuarto, agitada, pues había subido a la carrera. Y hasta llegar, casi no había pensado en nada. Solo en llegar cuanto antes, y rogar que su esposo no hubiese cambiado de planes y hubiese llegado a casa antes de tiempo. 

Con la mano apoyada en el pecho, con el corazón saltándole aún, se acercó al espejo. Tenía el cabello alborotado y las mejillas sonrosadas, y un terrible aire de felicidad. Le parecía aún sentirlo. Sentir su boca, sus besos. Escuchar su voz, escucharle repetir hasta el cansancio que la amaba. 

Sonrió con satisfacción, cerrando los ojos. Y sentirlo dentro, sentir su fuerza, su calor, sentir que la llevaba hasta la locura, como antes... El único capaz de hacerle sentir eso. Su único amor... 

Abrió los ojos, y se quedó petrificada frente al espejo, mirando su propia imagen.

"Se va a dar cuenta...", pensó de pronto, aterrada. 

Era como si lo llevara escrito en la cara. Como aquella primera vez en que estaba segura de que todo el mundo iba a notar que había perdido su virginidad. Esa vez solo había tenido que pasar el examen de Charlene. Terrance era algo bien diferente. A él no podría engañarlo. 

Tuvo un repentino acceso de pánico. Se quitó toda la ropa de un golpe y revisó su cuello y su boca frente al espejo. Se miró de arriba abajo, buscando alguna huella que pudiera delatar el momento de pasión. Se tranquilizó al no encontrar nada. Nada, salvo la expresión de su cara y el brillo en sus ojos. ¿Cómo iba a hacer para disimular eso? 

"Piensa, piensa... Antes eras hábil para estas cosas. No te puedes haber olvidado del todo." 

Se puso un camisón y se soltó el cabello. Abandonada la inmovilidad, fue como si las ideas le vinieran en tropel. 

Llamó a la criada y le pidió que le subiera la cena a la habitación. Se sentía un poco afiebrada, le dijo. Clarice la miró con gesto de complicidad, pero no hizo comentarios. Se metió rápidamente a la cama y esperó. Terrance apareció una hora después, mientras ella comía algo con aire desganado.

—¿Qué tienes? —le preguntó sentándose en la cama a su lado.

—No sé... Creo que tome algo de frío. Tal vez estoy pescando una gripe. No me abrigué mucho cuando salí...

Trató de mantener la mirada baja todo lo que pudo, pero Terrance le tomó la cara con una mano y puso la otra sobre su frente.




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